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¿Cuándo estallará la Tercera Guerra Mundial?

30/09/2018 | Actualidad

La nueva carrera armamentística y nuclear, la ferocidad creciente de la guerra comercial, la inminencia de un nuevo episodio de la crisis, los choques cada más directos entre grandes potencias en Oriente Medio y la extensión de la guerra por el mundo, nos alertan de que el capitalismo nos aboca a una nueva guerra mundial. Parece que estamos entrando en la fase final de un nuevo ciclo de reconstrucción, crisis y guerra imperialista. ¿Es posible una nueva guerra mundial? ¿Estamos en peligro? ¿Cuándo?

¿Que produce las guerras en nuestra época?

La guerra es tan antigua como la sociedad dividida en clases que la alimenta y el ‎estado‎ que la organiza. De pocas cosas se guardan registros tan minuciosos como de las guerras sufridas por la Humanidad desde entonces. Sin embargo la guerra de nuestra época, la guerra imperialista no tiene sus primeros ejemplos hasta finales del siglo XIX y no se generaliza como única forma posible de guerra intercapitalista hasta la Primera Guerra Imperialista Mundial. En la ‎decadencia‎ del capitalismo el motor de la guerra es la ausencia de mercados no capitalistas en los que realizar el valor que la demanda de los trabajadores no puede absorber. Como esa carencia de mercados se traduce en falta de colocaciones rentables para el capital, la ‎tasa de ganancia‎ cae sostenidamente en el tiempo y una buena parte del capital huye para convertirse en ‎capital ficticio‎ y fondos especulativos en tanto surgen oportunidades de colocación/inversión rentables. Así que en cuanto el capital llega a cierto desarrollo global y el mundo pre-capitalista (campesinos independientes, artesanos, productores independientes, etc.) se le hace relativamente pequeño, cada capital nacional se verá cargando con burbujas de crédito -creadas para generar demanda tirando la pelota para adelante- un montón de capacidad productiva -o stocks- que colocar donde pueda y masas de capital que invertir.

En esas condiciones la guerra bien puede parecer la guerra comercial por otros medios y en su origen lo es, nace de la misma desesperación por colocar capital excedentario y ganar mercados. Pero tiene importantes peculiaridades. En primer lugar exige una inversión previa improductiva brutal -el ‎militarismo‎- en segundo tener la capacidad de movilizar recursos, incluidos cientos de miles, si no millones de trabajadores y sostener todo el aparato productivo bajo unas condiciones que la burguesía sabe que se le pueden volver en contra y finalmente... tiene que ganar. Porque el que gana no solo gana un mercado, sino sobre todo la reconstrucción, es decir la colocación de capitales masiva que repone la estructura y vuelve a poner en pie la demanda. Ahora, el que pierde, pasa a tener un papel subalterno durante décadas... si no es anexionado.

¿Por qué Alemania empezó ambas guerras mundiales?

Hasta ahora las dos guerras imperialistas mundiales las comenzaron los perdedores. No es casualidad. En un determinado rango de capacidad tecnológica y capacidad industrial, ganar la guerra depende de la firmeza del encuadramiento de los trabajadores y de la adecuación de las técnicas militares a la conservación y extensión del orden social de la burguesía en cuestión.

En la primera guerra imperialista mundial Alemania cree que tanto su expansión geográfica, bloqueada hacia el Este y Asia y cerrada al Mediterráneo, como la ventaja tecnológica británica -tras la competición por la telegrafía sin hilos el control del mar se decanta hacia los británicos- están llegando a un punto en el que las ventajas de sus rivales pueden pasar a ser irrreversibles, impidiendo... que Alemania pueda plantear una guerra con éxito. Por otro lado se siente relativamente segura de poder mantener el control de los trabajadores dado el encuadramiento de los sindicatos en el estado y el control por éstos de la dirección socialdemócrata.

En la segunda guerra imperialista mundial es similar, el nazismo y el fascismo eran el resultado de la derrota de los trabajadores y esa era en realidad su principal fortaleza bélica. Las nuevas tecnologías del momento -física nuclear y aeronaútica- y el desarrollo industrial norteamericano amenazaban con convertirse en una diferencia insalvable. Es decir, Alemania inició ambas guerras para no perder la oportunidad de poder ganar una guerra. El ataque de Japón a EEUU, solo fue posible porque la guerra europea daba una posibilidad a Japón. Y aun así, nunca se planteó llevar de modo efectivo la guerra a territorio contrario. No tenía medios industriales ni tecnológicos para hacerlo, solo aspiraba a una victoria regional. Y el resultado fue el colapso y la ocupación.

Por qué la URSS no inició una guerra contra EEUU

La ‎ URSS stalinista‎ es el gran triunfador europeo de la segunda guerra imperialista mundial. Ocupa buena parte del Este y el centro europeo y aunque funalmente no pueda conservar Yugoslavia y Albania, ni ganar Grecia, se convierte en la cabeza de un bloque antagónico que consigue su propia bomba atómica... y sin embargo, en ningún momento entre 1945 y 1992 tiene una oportunidad real de ganar una guerra abierta con el bloque estadounidense. A principios de los sesenta, cuando la tensión es máxima (muro de Berlín en el 61, crisis de los misiles en el 62) la diferencia solo en arsenales nucleares es abismal y sus capacidades económicas insuficientes como para pensar en sostener una guerra global de años.

Por supuesto, siempre existió un peligro real. Desde los años 50 Rusia y China disputarán a EEUU los países del «Tercer Mundo», los únicos en los que su producción ineficiente podía competir. Además apoyarán, usando las banderas de la ‎liberación nacional‎, a las fracciones de la burguesía y la pequeña burguesía periférica más inclinadas a dar un salto hacia el ‎capitalismo de estado‎ como forma de afirmarse en el mercado mundial y vencer el atraso. De las guerras que sirvieron de corolario a la guerra mundial -Grecia, Corea, Vietnam e independencia de Israel- la URSS stalinista aprende a utilizar las disputas internas de las burguesías periféricas para ganar mercados para su bloque. Vienen Cuba en el 59 y Argelia en el 62.

El poco peso económico de estos países expresa al mismo tiempo las limitaciones del imperialismo ruso del periodo -incapaz de expandirse en los países centrales- y el peligro real de una respuesta del imperialismo rival que se sentía «retado» aunque su economía nunca se viera puesta realmente en cuestión por la expansión periférica del contrario. De hecho, la reaparición del fantasma de la crisis perenne en los setenta, solo permite a Rusia una intensificación de esa misma estrategia «en los márgenes», incapaz de cuestionar realmente la hegemonía global del bloque atlántico: Angola y Mozambique en el 75, Etiopía en el 77, Afganistán en el 78, Nicaragua en el 79 e incluso la «ofensiva final» salvadoreña del 89.

Un hecho significativo: cuando EEUU decide reaccionar en el 79 a la invasión rusa de Afganistán -que no dejaba de ser uno de los países más pobres del mundo además de frontera directa de la URSS- su gran ataque es cortar la exportación de 16.000 toneladas de grano. La economía del bloque ruso necesitaba de las importaciones americanas para asegurar abastecimientos básicos. Los rusos podían disputar países atrasados a sus rivales norteamericanos, podían jugar -para beneficio de ambas potencias- a mantener una polarización ideológica y una tensión bélica permanente, útil para disciplinar sus propias áreas de influencia... pero no podían plantearse una guerra total sencillamente porque no tenían la capacidad económica para sostenerla, menos aun posibilidades de ganarla.

Guerra comercial y generalización de la guerra

EEUU y las potencias aliadas intentaron convertir el colapso del bloque soviético en una salida para sus propios capitales en crisis, una fiesta de reparto de mercados acompañada de un rediseño de las cadenas globales de producción orientada por la necesidad perentoria de incrementar la ‎tasa de ganancia‎ a la que llamaron «globalización». El resultado en tan solo 20 años no solo no ha «solventado» las causas de la crisis, sino que ha reconfigurado la correlación de fuerzas de los imperialismos globales. Por primera vez en más de un siglo EEUU ve a una potencia rival en el camino de convertirse en un rival global real.

Ese es uno de los factores clave en el giro estratégico de EEUU que lleva a la guerra comercial con China. Guerra comercial que desde el principio ha ido acompaña explícitamente de una estrategia militar agresiva, tanto por China como por EEUU. Desde Siria y Oriente Medio a Africa, desde el Mar de China Meridional a la misma Europa desde Grecia a Ucrania pasando por Bosnia, la aceleración del conflicto interimperialista hace visible la multiplicación del riesgo de una globalización de la guerra... incluso para Merkel.

El camino hacia una nueva guerra mundial

La generalización de la guerra imperialista con la participación de las grandes potencias no crea por sí misma todas las condiciones para una nueva guerra mundial pero pone la mesa a un desarrollo cada vez más peligroso y destructivo del conflicto imperialista. Las señales son permanentes y no dejan de aparecer nuevas. Es obvio que situaciones como las de Oriente Medio con muchos intereses imperialistas cruzados y guerras de múltiples alianzas y frentes como las de Siria aumentan el peligro de enfrentamientos directos entre grandes potencias.

El movimiento de fondo apunta hacia la ampliación de escenarios militares en una suerte de «guerra por etapas» en crecimiento hacia una guerra mundial. El elemento que hoy marcaría un salto cualitativo es la extensión de la guerra a Hispanoamérica. En las guerras mundiales hasta ahora América del Sur había quedado fuera en la práctica. No va a ser así en el futuro. La etapa en la que Suramérica sufría solo las «réplicas» de los terremotos externos ha quedado atrás, seguramente la crisis argentina sea el último ejemplo «puro». Las >bases económicas de enfrentamientos entre China y EEUU en el continente están sentadas desde hace más de una década, pero la posibilidad de que tuviera desarrollos militares parecía mera paranoia hasta hace muy poco. Sin embargo el «rescate» chino de Venezuela y la cada vez más airada respuesta americana apuntan a que América del Sur, Centroamérica y el Caribe pueden convertirse a medio plazo en escenario militares del conflicto interimperialista.

El tipo de desarrollos de la nueva carrera nuclear y la carrera en armas convencionales enfatiza las dos dimensiones de esta tendencia: la inmediata extensión de las guerras regionales y la perspectiva última de un enfrentamiento entre dos grandes alianzas de potencias... que todavía no podemos, en realidad, discernir con claridad más allá de saber que estarán liderados respectivamente por EEUU y China. Como en las manadas de hienas, serán los conflictos en apariencia menores entre «aliados» -Rusia e Irán, China y Rusia, EEUU y Turquía, Turquía y Rusia- y los flujos económicos que generen los que determinen dónde caerá cada uno. Rusia, incómoda y a la vez deseada por todos, será clave en cualquier encaje.

Pero lo importante hoy es que ya no estamos en un escenario de «lucha por la periferia» como en la guerra fría, sin riesgos existenciales inmediatos para el capital de los países centrales. Azuzados por el nuevo avance de la crisis que ya despunta y por los efectos desestabilizadores de las sucesivas andanadas de la guerra comercial, países como Turquía, Pakistán, India, Australia o Grecia intentan salir del ahogo en el que se ven sus capitales nacionales. Alemania y Francia, cada vez más cuestionadas en la base misma de su propio proyecto imperialista común, la UE, ven puesto en cuestión sus magros crecimientos de forma directa y creciente. La guerra está ya en las fronteras de Europa, en Libia, en Siria, en Ucrania... y se dibuja ya, aunque tenue, la amenaza de guerras locales e «independencias» azuzadas por el dominó de intereses en conflicto de Bosnia a Cataluña.

¿Cuándo comenzará la siguiente guerra mundial?

Así las cosas, un enfrentamiento directo entre potencias podría darse en casi cualquier momento... Aunque de momento las potencias lo hayan evitado con éxito en Siria, Corea y el Mar de la China Meridional, podría no ocurrir en el siguiente encontronazo y degenerar en una rápida escalada. Otra cosa es la guerra mundial. Empezara donde empezara, a día de hoy solo China y EEUU podrían liderarla y lo que les animaría a un salto al borde de la destrucción asegurada solo podría ser que uno percibiera que el otro «se le escapa», que gana ventajas acumulativas en tecnologías fundamentales al tiempo que pone en cuestión abiertamente sus mercados internacionales.

Y estamos en camino, pero todavía no ahí. China ha visto como la guerra comercial norteamericana ha evidenciado sus debilidades estratégicas, en semiconductores por ejemplo, y frenado su desarrollo tecnológico. Y si EEUU está jugando la guerra comercial con ciertos focos muy concretos es porque está temiendo perder la carrera en las nuevas tecnologías intensivas en capital como la IA.

Y no podemos olvidar el factor decisivo: el proletariado.

En el último año hemos visto primero como el fracaso del «paro nacional» del día 3 de octubre en Cataluña cerraba el camino a una «solución a la eslovena» para la crisis catalana.

Y menos de tres meses después cómo las huelgas y movilizaciones de trabajadores en Irán y Kurdistán imponían, por primera vez en años, una pausa forzada al desarrollo bélico... que saltó al otro lado de la divisoria imperialista en cuanto aparecieron signos de evolución hacia la autoorganización en las protestas jordanas.

Es decir, las burguesías de China, EEUU y sus aliados, para poder avanzar decididamente hacia la guerra mundial deben poder sentirse lo suficientemente confiados de ejercer un encuadramiento efectivo de los trabajadores. Podrían caer en la tentación de pensar que la generalización de la guerra les permite una «derrota por entregas» del proletariado, país a país, uno tras otro. Pero la generalización de la guerra, en la medida en que viene de mano de nuevas ofensivas de la crisis y que afectará cada vez más directamente al proletariado de los países centrales, incluyendo a la propia China y EEUU, es un arma de doble filo de cara a evitar la guerra de clases. Y es al final, la oportunidad principal de la Humanidad para librarse de un sistema que se dirige a paso firme hacia la destrucción total.