Crisis política en Bielorrusia
Los noticieros del mundo cuentan las elecciones y las protestas en Bielorrusia de forma completamente contradictoria. Mientras la TV española liga el fraude electoral a Rusia, la BBC recuerda el trasfondo de enfrentamientos recientes entre ambos regímenes y la TV alemana destaca el comunicado conjunto de Polonia y Lituania llamando tibiamente al diálogo. ¿Qué hay bajo la crisis política en Bielorrusia?
Bielorrusia pieza en disputa entre EEUU y Rusia
Durante décadas Lukashenko, el presidente bielorruso había sido el coco de la diplomacia británica y estadounidense, que se escandalizaba por la represión y el fraude electoral rutinario y le llamaba «el último dictador de Europa». Pero todo es relativo en el tablero europeo. Después del Maidan ucraniano y la anexión de Crimea, Lukashenko empezó a temer que Rusia, su principal aliado, optara por reducir riesgos apadrinando una sustitución o forzando el desarrollo de la unificación de los dos países firmada en el 97 y nunca desarrollada. Cuando el ejército ruso organizó sobre su suelo en 2017 las mayores maniobras militares desde la caída de la URSS, estadounidenses y británicos las entendieron como la preparación de una anexión y empezaron a mirar a Lukashenko como un posible activo. En realidad la estrategia de Putin demostró ser más insidiosa: empezó a recortar subsidios energéticos y créditos baratos, condicionando cada vez más la ayuda al avance de las negociaciones de unificación.
Lukashenko y sus burócratas, expertos en inmovilismo, aguantaban con culo de hierro una ronda tras otra de conversaciones y negociaciones produciendo cada vez más insatisfacción en sus padrinos rusos. Dos años después, en 2019, la tensión era insoportable y el aparato político de Lukashenko organizaba manifestaciones populares contra la reunificación azuzando el nacionalismo de sus fieles. Un encuentro final en Sochi, verdadera corte de Putin, mostró hasta que punto la situación era insostenible. Lukashenko, consciente de los peligros implícitos en la situación pegó un giro de timón, [recibió al entonces asesor de Trump John Bolton](http://EEUU https://www.scmp.com/news/world/russia-central-asia/article/3088959/putin-faces-geopolitical-headache-us-moves-snatch) y comenzó una soprendente gira europea en la que el primer ministro austriaco, Kurtz, hizo de padrino.
A partir de ahí, todo estuvo centrado en las elecciones. Si hasta entonces las elecciones bielorrusas habían sido una sucesión de intentos fallidos de _[revolución de colores](https://en.wikipedia.org/wiki/Colour_revolution#:~:text=Colour%20Revolution%20(sometimes%20called%20the,Balkans%20during%20the%20early%202000s.)_ con EEUU intentando unificar a la oposición y Rusia haciendo de resguardo del presidente, ahora la batalla invertía completamente las alianzas. Era Rusia la que propiciaba la unificación de la oposición en torno a la única candidata que no había sido descalificada y encarcelada por el régimen. Mientras, Lukashenko iniciaba la campaña electoral acusando a Rusia de intentar un golpe durante las elecciones y causar una masacre en Minsk.
El resto está hoy en todos los noticieros y periódicos: Lukashenko se declaró ganador con más del 80% de los votos, la oposición no aceptó los resultados, decenas de miles salieron a las calles a protestar y la represión subsiguiente dejó un muerto y varias decenas de heridos. Es decir, unas elecciones al estilo Lukashenko en las que no faltó detalle. Esta mañana ya estaba hasta la tradicional condena de la violencia por la UE y el ministro alemán de exteriores pedía establecer sanciones.
¿Y los trabajadores?
Si la represión de la oposición electoral en Bielorrusia sigue la pauta de los regímenes autoritarios del Este, la represión de huelgas y luchas de trabajadores sigue el patrón brutal de Rusia y sus satélites que hemos visto recientemente en el Donbass. Todo envuelto en un silencio mediático prácticamente total. Algo que la crisis política ayuda a romper al menos parcialmente. A mediados de julio la prensa rusa publicó una convocatoria de huelga en la OJSC Grodno Azot de Grodno que difícilmente hubiera salido a prensa. Obviamente no es inocente. La oposición quiere ir hacia una huelga general y va a intentar dar luz y apropiarse de toda lucha en marcha... y si puede reconducirla hacia su terreno.
Porque en realidad desde finales de mes, las huelgas que se estaban organizando y sacaban cabeza a través de canales de Telegram, como la de los mineros de Soligorsk, planteaban reivindicaciones de clase al margen de las peleas y divisorias imperialistas y electorales. Incluso las huelgas que se han reportado hoy -los mineros de Soligorsk, la siderúrgica BMZ de Zhlobin o la automotriz BelAz- y que están siendo reprimidas en estos momentos, difícilmente pueden ser reivindicadas por la oposición. Otra cosa es que en la espiral de luchas y represión el bloque opositor o partes de él sean capaces de llegar a establecer un liderazgo político que incorpore, por ejemplo, la destitución de Lukashenko entre las tablas reivindicativas. Está por ver.