Crisis interna y «renovación» de la burguesía europea
En España, el gobierno intenta dar por cerrada la «guerra de los másteres» y las tesis y usa un artificio parlamentario para dar curso a los presupuestos y no verse obligado a convocar elecciones. Pero las dificultades de Sánchez y su gobierno están lejos de acabar. Si dos ministros y una secretaria de Estado dimitidos no mostraran ya una verdadera guerra subterránea, ahora las batallas y corruptelas internas del núcleo del aparato del estado amenazan directamente a las ministras de Defensa y Justicia, involucrada esta última en una trama remunerada para evitar la extradición de un familiar de los Botín. El «caso Villarejo» amenaza con pasar de la «guerra de los másteres» a una batalla abierta entre los sectores de la judicatura representados en el gobierno. La burguesía española empieza a sentir que la renovación de su aparato político no solo está siendo ineficaz, sino que amenaza con volverse inestabilidad creciente.
En Alemania mientras tanto, la noticia del día es el cese del jefe del «Servicio de Defensa de la Constitución», la contrainsurgencia y policía política alemana. Merkel quería destituirle por haber dudado del famoso vídeo de «la caza del inmigrante» en Chemnitz, desautorizándola. Sin embargo, lo que parecía iba a ser un cese fulminante o una degradación ha acabado siendo un escandaloso ascenso a Secretario de Estado. La «canciller de hierro», muy tocada ya por la larga crisis de la menguante «gran coalición», de repente aparece sin poder efectivo sobre el corazón represivo del estado. Corazón represivo que al parecer, tiene sus propias ideas sobre cómo tratar el ascenso de la derecha xenófoba con la AfD.
En Francia, Macron, que hace un año pasó su propia crisis institucional con el ejército, encara su curso más ambicioso tanto en términos de ataque directo a los trabajadores como en asertividad de su apuesta imperialista, con otra cadena de dimisiones ministeriales y dudas crecientes sobre su propia capacidad europea. De fondo, las batallas internas de una burguesía que ha mangoneado más directamente que nunca en el Eliseo y que comienza a tirarse los trastos a la cabeza conforme la cercanía del Brexit y los codazos alemanes en la guerra comercial con EEUU le ponen cada vez más nerviosa.
Pero si en Alemania y Francia los disensos en el seno de la clase dominante empiezan a ser preocupantes, ni hablemos batallas internas de la burguesía británica con el Brexit o de las resistencias del estado italiano contra Salvini. Buena parte de las burguesías europeas no acaban de encontrar como renovar su aparato político antes de que la crisis arrecie de nuevo sin azuzar luchas de poder y dejar que emerjan fracturas en el seno del mismo estado.
La clave en todos lados sigue siendo la revuelta general de la pequeña burguesía. Generalmente bajo banderas nacionalistas, independentistas o xenófobas, pero en realidad con un abanico de expresiones tan variado como estéril. La pequeña burguesía está imponiendo una agenda que no por reaccionaria está siendo más fácil de gestionar por unas burguesías nacionales que no acaban de salir del estancamiento político en el que llevan ancladas prácticamente desde el triunfo del Brexit en el referendum. Esta agenda, impotente para imponer los objetivos utópicos de la pequeña burguesía, no solo es un palo en la rueda del proyecto alemán para la Unión Europea, cada vez más frágil, sino que, está tensando las diferencias entre facciones, haciendo emerger una tensión creciente entre las necesidades del capitalismo de estado y los límites que el estado propiamente dicho le impone.
La consecuencia prácticamente inevitable es una nueva virulencia en la expresión de los intereses de cada burguesía nacional en el exterior de la UE. Algo que ya ha empezado a insinuarse en relación con Libia -donde la toma de posiciones de Francia e Italia han recrudecido la guerra- con las inversiones chinas y en la negociación del tratado con el Mercosur. Pero que, según sea el resultado de la cumbre de noviembre sobre el Brexit y de las elecciones libias en diciembre, amenaza con convertirse en un clima de «sálvese quien pueda» que muy posiblemente reforzará las tendencias centrífugas de los distintos «bloques» dentro de la UE y muy posiblemente también dentro de cada «bloque». Es decir, se dibuja un escenario en el que la UE, sin necesidad siquiera de un cambio estructural, deje de existir como convergencia de intereses imperialistas. Se abriría la caja de Pandora y el Mediterráneo y América del Sur verían la concurrencia creciente de potencias europeas batallando entre sí. Veríamos así en ambas regiones una multiplicación de actores dispuestos a azuzar los conflictos internos y fronterizos más o menos latentes.
La situación tiende a agravarse conforme se acerca la crisis más anunciada del siglo y aumenta la presión de EEUU, que solo da tregua cuando se lo aconseja su guerra comercial mayor con China y que no duda en irritar y amenazar con la injerencia, alimentando las expresiones nacionalistas más molestas al eje franco-alemán. Con la burguesía cada vez más nerviosa, no falta ya país europeo en el que los «think tanks» no aboguen por «un nuevo contrato social». En España se insinúa incluso que podría tocar incluso al estatus de la monarquía... si no la monarquía misma. La jugada tiene desde luego un olor a revival de 1931: la burguesía estaría dispuesta a ceder a la pequeña burguesía protagonismo en el discurso y conceder una renovación de fondo del aparato político si así la compromete en la ofensiva contra las condiciones de los trabajadores -empezando por las pensiones- que necesita acometer para mantener la «competitividad» del capital nacional en una situación de crisis global y competencia exacerbada.