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Cómo superar la concepción mecánica del ser humano y la sociedad

06/09/2020 | Crítica de la ideología

El conjunto de posibilidades abierto a la Humanidad y el ingenio humano aparece siempre limitado según la estructura social de cada era. Las justificaciones y modos de pensamiento afines a la sacralización de la Naturaleza y el orden orgánico imperan donde la clase dominante vive de apoderarse del excedente de producción agrícola y limita el desarrollo de las artes y comercio, mientras que la visión mecánica tiende a imperar donde la clase dominante vive de apoderarse del excedente mercantil e industrial. ¿Cómo podría ser la visión del mundo y de nuestra especie en una sociedad sin clases dominantes?

Entramos en la última parte de nuestro trabajo sobre los fundamentos de la moral comunista. Antes de sugerir alguno de entre los varios caminos posibles para superar algunas de las limitaciones del modo de entender y organizar el mundo heredadas de la clase dominante de nuestra época, tenemos que volver al comienzo de nuestro trabajo, a los orígenes de la concepción mecánica del ser humano y el mundo y su particular relación con la burguesía.

Los orígenes de la concepción mecánica del ser humano y el mundo y su particular relación con la burguesía

En la Edad Antigua y durante siglos, los filósofos se vieron obligados a sostener una posición paradójica al describir y entender el mundo natural. La naturaleza podía ser o no para ellos algo muy superior a las capacidades de la técnica -el arte en su sentido original-, pero sólo alcanzaban a describir su funcionamiento con metáforas artesanas. Las posiciones oscilaban. En un extremo griegos y romanos, que insistían en la inferioridad del arte mientras comparaban el desarrollo embrionario al trabajo de un artesano. En el otro los taoístas chinos que comparaban el cuerpo humano a la obra de un artesano mítico.

Un artesano le fue presentado [al rey], se llamaba Yen Shih. El rey Mu lo recibió en audiencia y preguntó de qué tipo de obras era capaz. «Haré cualquier cosa que su majestad me quiera encargar. Pero hay una obra, ya acabada, que me gustaría someter a su inspección». «Tráela mañana» dijo el rey. […] El rey se quedó embobado ante la silueta. Podía andar a paso veloz moviendo su cabeza arriba y abajo, cualquiera podría haberlo confundido por un ser humano viviente. El artesano tocó su mentón y empezó a cantar de un modo perfectamente afinado. Tocó su mano y empezó a hacer poses perfectamente coordinadas. […] El rey no lograba convencerse a sí mismo de que no era [un humano] de verdad. Cuando el espectáculo se estaba acercando a su fin, el autómata guiñó el ojo y empezó a hacer insinuaciones hacia las mujeres de la corte real. Esto enfadó al rey, que hubiese ejecutado a Yen Shih si éste no hubiera desmontado al autómata pieza a pieza presa de pánico para enseñarle su verdadera naturaleza. ¡Y vaya naturaleza! Resulta que no era más que un conjunto de cuero, madera, cola y pintura. […] El rey intentó quitar el corazón, y descubrió que la boca ya no podía emitir sonidos, quitó el hígado y los ojos ya no podían ver; quitó los riñones y los pies ya no podían moverse. El rey estaba encantado. Cogiendo aire, exclamó: «Podría ser que el arte humano esté a la par de las capacidades del Creador?».

Liezi (列子), c. 370

Estas comparaciones permitían escribir ejemplos moralizantes y responder a peleas escolásticas barrocas. Sin ir más lejos, los filósofos de la dinastía Jin Oriental criticaron duramente la historia del autómata del Liezi con los mismos argumentos que los europeos modernos usarían siglos más tarde. En Roma, las comparaciones con el arte eran puramente explicativas y celebraban la obra divina. A nadie se le hubiese ocurrido cooperar con los artesanos o intentar desarrollar seriamente el estudio de la naturaleza o la anatomía según analogías artesanas, el arte de la época estaba demasiado poco desarrollado y no tenía prestigio alguno en la sociedad antigua.

El gremio de San Lucas y la lógica artesana

Esto cambiaría en Europa al final el medievo. La artesanía se había ido desarrollando desde el final de la época romana con la invención de los relojes mecánicos, la mejora de los molinos hidráulicos, así como mejoras en técnicas en pintura y química. A pesar de ello, pocas veces el mundo académico estuvo tan separado del mundo de las artes como durante este período. Los profesores daban clase de anatomía en latín mientras un cirujano no académico practicaba las disecciones. Ni el profesor del siglo XIV prestaba atención alguna a las disecciones ni el cirujano comprendía el latín del curso. Los profesores se basaban en malas versiones de los clásicos, donde las traducciones sucesivas de griego a árabe y de árabe a latín habían destrozado el texto y donde, por ejemplo, en los textos de Galeno los traductores y copiadores habían eliminado todo el razonamiento basado en la obra artesana. Sin embargo, todo esto cambia a partir de los siglos XV-XVI. Por primera vez, los artesanos ganaban un reconocimiento social que no habían tenido hasta entonces.

En el mundo de los siglos XV y XVI, la sociedad urbana estaba compartimentada en gremios relativamente estancos. Uno de los gremios más pujantes en el Flandes de la época era el de San Lucas, que agrupaba orfebres, metalúrgicos, químicos, médicos y pintores bajo la misma estructura gremial. En otros sitios, como Florencia, los pintores dependían directamente del gremio médico. Los pintores más reconocidos del Renacimiento no eran artistas en el sentido actual de la palabra, de hecho el término se reservaba para ciertos estudiantes universitarios. Los pintores eran artesanos que trabajaban bajo contrato y según las órdenes estrictas del cliente. Algo muy distinto a la idea posterior que reivindicará como creador exaltando la originalidad y la libertad creativa. Los talleres artesanos como el de Verrocchio se dedicaban a la pintura y la fundición de cañones. Los orfebres se dedicaban a producir manuscritos ilustrados y fueron los que introdujeron la imprenta. Los gremios artesanos construían edificios gremiales ricamente decorados y academias en las ciudades flamencas, y en correspondencia San José mutó del harapiento personaje de las pinturas medievales a orgulloso propietario de un taller de carpintería.

En medio de todo esto, un verdadero movimiento de médicos comenzó a colaborar con artesanos y revolucionar la Medicina. Desde principios del XVI, una serie de autores como Berengario de Carpi empezó a añadir ilustraciones de la mejor calidad artesana a sus trabajos, recuperando la visión del cuerpo humano como una gran obra de artesanía. El más famoso de todos fue Vesalio:

¿Quién, oh Dios inmortal, no estaría sorprendido por la multitud de filósofos de nuestro tiempo, y de teólogos, que denigran ridículamente el divino y supremamente admirable mecanismo del cerebro humano a través de sus sueños blasfemos contra el creador de la obra [fabrica en latín] humana, como si se creyesen Prometeos? Y no sé ni siquiera cuántas mentiras han dicho sobre la estructura del cerebro que el Creador infinito de las cosas forjó con increíble previsión y maestría, para que pudiese llevar a cabo las funciones necesarias al cuerpo.

Vesalio, «De Humani Corporis Fabrica», 1543

Para renovar la ciencia anatómica y médica, Vesalio y los demás innovan rescatando el pensamiento de los autores clásicos, en particular de Galeno, y reinterpretándolo en el nuevo contexto social. Trabajando en estrecha colaboración con los artesanos del taller de Tiziano, Vesalio ensalza la analogía artesanal de Galeno y demuestra el poder de la manipulación directa de la materia, algo que hasta entonces cargaba con el estigma vergonzante del trabajo manual. Ya no se trata de ejemplos simplemente moralizantes como en el pasado. En esta obra se entrevé la característica central de la lógica del diseño artesano. Toda obra de arte ya sea la herramienta de un campesino, un reloj o un cuadro está fabricada con un fin. Las piezas de un reloj están diseñadas de antemano por el artesano para cumplir una función específica, de la que el conjunto depende para su funcionamiento correcto. Galeno y los anatomistas renacentistas aplican esa misma analogía -artística, pero aún no abiertamente mecánica- al cuerpo humano:

Todo el mundo sabe que debemos admirar la habilidad perfecta demostrada por esas obras en las que el equilibrio es tan fino que si le sustraemos o añadimos lo más mínimo el conjunto acaba arruinado.

Galeno, «De Usu Partium», c.170

Aunque estas obras son las precursoras de nuestros libros de anatomía actuales, sus ilustraciones resultan sorprendentes para el lector de hoy. No se trata de un problema de precisión anatómica, se trata de que los grabados representan claramente a gente viva y no a cadáveres. Los cuerpos se diseccionan a sí mismos, posan para el lector, exponen orgullosamente sus entrañas… Algunos autores actuales han diagnosticado con alguna oscura perversión a los médicos y artesanos renacentistas, pero en realidad se trata de que tenían una visión diferente del mundo. Para alguien del siglo XVI -como para los antiguos- un cuerpo vivo y uno muerto eran fundamentalmente distintos. El cuerpo humano aún se entendía como parte del mundo natural, y todo ente natural está vivo y posee un principio organizador interno que lo guía y desarrolla a lo largo de sus ciclos de generación y corrupción. Eso vale para los seres vivos o los minerales bajo tierra, pero no para las obras artesanas. No tenía sentido representar al cuerpo humano como una máquina muerta hecha de piezas despedazadas cuando su esencia residía en sus ciclos y desarrollo vital.

Sin embargo, la tendencia contraria, que aparece ya en las obras de principios del XVI, seguirá desarrollándose y la comprensión del cuerpo y de su funcionamiento serán cada vez más mecánicos. A lo largo del siglo XVII se fueron incorporando conscientemente más aspectos y prácticas del mundo artesano y comercial a la nueva visión del mundo. Como bien dicen los fundadores de los nuevos institutos de investigación que nacían entonces:

Esta visión está relacionada con la de Heráclito, el cual cuando sus alumnos lo encontraron en la tienda de un comerciante en la que estaban avergonzados de entrar, les dijo que los dioses conocían tan bien esos sitios como los otros; insinuando que un poder y una sabiduría divina podía ser encontrada incluso en estas artes comunes tan despreciadas.

John Wilkins. «Mathematical Magick, or, the wonders that may be performed by mechanical geometry», 1648

Médicos y químicos empiezan a intentar fusionar las teorías atómicas que acaban de reencontrar con la Medicina, y [el programa experimental sigue avanzando](http://(https://es.communia.blog/los-limites-al-conocimiento-bajo-la-sociedad-de-clases/). Buena parte de los académicos del período entre el XVI y el XVII siguen afirmando -no sin razón- que las obras de artesanía y las máquinas no son una buena analogía para el funcionamiento de los seres vivos, pero su insistencia en potencias y fuerzas de dudoso rigor y aún más difícil comprobación experimental les hace perder terreno. Después de Descartes y a finales del XVII, los libros de anatomía vuelven a cambiar radicalmente. Ya son parecidos a los libros actuales, con cadáveres estáticos y piezas anatómicas desguazadas. En ellos, como afirmaría Descartes, el cuerpo humano no es más que un cadáver andante ligado a un alma, un mecanismo de relojería:

Estas funciones son consecuencia de la mera disposición de los órganos de la máquina de un modo tan natural como los movimientos de un reloj u otro autómata”

René Descartes, «La description du corps humain», 1633.

La separación absoluta entre cuerpo y alma, algo que hasta los escolásticos medievales rechazaban, era la solución al mismo problema con el que se habían topado los chinos siglos antes: cómo conciliar la capacidad de adaptación a nuevos problemas y de toma de decisiones del ser humano con la supuesta naturaleza mecánica de su cuerpo. Las máquinas y obras artesanas cumplen la función para la cual han sido diseñadas, no pueden decidir por sí solas ni cambiar su funcionamiento ante circunstancias nuevas. Esas características habían sido burda y simplemente exorcizadas del cuerpo.

Un mundo reencantado

Los sistemas filosóficos anteriores disponían de toda una serie de tipos distintos de causalidad, por ejemplo, en la escolástica medieval había cuatro tipos de causas, pero la nueva visión del mundo elimina la complejidad causal y se queda con un solo tipo de causa, la causa eficiente. Todo lo ocurrido en un tiempo dado puede ser descrito en cadenas lineales de causa-efecto que se originan en la noche de los tiempos, el comportamiento de los cuerpos es la resultante sencilla de todos los sucesos ocurridos anteriormente. Dicho de otro modo, el comportamiento actual de un cuerpo o subcomponente viene determinado férreamente por todos los sucesos anteriores como si se tratase de la cadena de mecanismos de una máquina o de una jugada de billar. En el caso de un sistema complejo, todo el comportamiento vendría dado por el comportamiento de sus partes más básicas del mismo modo que las características macroscópicas de un gas vienen dadas y son reducibles -en principio- a la suma de los estados de sus moléculas microscópicas individuales.

Las consecuencias de generalizar tal visión del mundo al universo completo son inmediatas:

Suponer que en el movimiento animal espontáneo el Alma no proporciona un nuevo Movimiento o Impresión a la Materia; que todo el movimiento animal espontáneo se hace a través del impulso mecánico de la materia es reducir todas las cosas al mero Destino y la Necesidad. […] Cada acción es (en la naturaleza de las cosas) el acto de conferir una nueva fuerza al objeto sobre el que se está actuando. De cualquier otro modo esto no sería realmente una acción, sino mera pasividad; como es el caso de todas las transmisiones de movimiento mecánicas e inanimadas. Si el conferir una nueva fuerza es sobrenatural, cada acción de dios es sobrenatural y éste acaba excluido del gobierno del mundo natural. Y cada acción del hombre es o bien sobrenatural o el bien el hombre es una mera máquina, un reloj.

Cuarta respuesta de Samuel Clarke a Leibniz, 1716

Si aceptamos el esquema causal de la filosofía mecánica, es decir del ‎empirismo‎, toda acción actual viene predeterminada por el conjunto de los acontecimientos pasados y todo el futuro queda reducido al desarrollo automático de un destino predeterminado. La capacidad de toma de decisiones, o más exactamente su efectividad, queda negada.

¿Si el universo funciona realmente como un mecanismo de relojería y todas las acciones humanas vienen predeterminadas por los primeros pasos de la materia en los albores del universo, de qué sirven los sistemas morales y las leyes? ¿Para qué sirve hacer el más mínimo esfuerzo si está todo predestinado? Las implicaciones morales de tal afirmación eran lo suficientemente obvias para los primeros empiristas que buena parte de ellos se dedicó a usar juegos de palabras indefensibles justificando la existencia de un libre albedrío supuestamente compatible con un determinismo total. Otros simplemente continuaron la tendencia a exorcizar la capacidad de toma de decisiones humana en un alma o entelequia inmaterial.

Superadas estas ligeras trabas, la filosofía mecánica demostró sus enormes capacidades. Nunca se había avanzado tanto en la comprensión de la materia, el desarrollo de la técnica y la mejora de las condiciones vitales. Se empieza a extender la idea de aplicar la visión mecánica a todo tipo de procesos, hasta a la sociedad entera. Desde los engranajes universales de Benjamin Franklin hasta las grandes máquinas sociales de Adam Smith. Pero no se trata solo de mera analogía de forma, sino que también hereda la lógica del diseño artesano:

Todo tipo de máquinas son generalmente, al ser inventadas por primera vez, extremadamente complejas en sus principios, y muchas veces hay un principio particular de movimiento para cada tarea particular que tiene que cumplir. Las personas que van mejorando la máquina sucesivamente observan que un solo principio puede ser aplicado para producir varias de esas tareas; y que por lo tanto la máquina se vuelve gradualmente más y más sencilla, y produce sus efectos con menos ruedas y menos principios motores.

Adam Smith, «Lectures on Rhetoric and Belles Lettres», 1763

Hay que optimizar, racionalizar la máquina social. La nueva moral y la nueva economía seguirán la analogía mecánica hasta el paroxismo durante el capitalismo ascendente. En la ideología liberal, los individuos serán reducidos a máquinas maximizadoras de placer capaces de aumentar la utilidad general a través de su capacidad de libre elección. Las interacciones de estas partículas individuales deben propulsar la economía cual fluido. Para sus supuestos rivales, el estado y la economía se deben reconstruir a imagen y semejanza de una maquinaria inmensa bien planificada para cumplir su fin y sufriendo de todas las limitaciones del pensamiento artesano. El macrocosmos social debe reflejar el microcosmos mecánico.

Dejando al margen los delirios ideológicos, asegurar el libre intercambio de mercancías -incluyendo especialmente la fuerza de trabajo- acaba concentrando la propiedad y el control de la sociedad en la clase dirigente, mientras que construir una maquinaria dirigida desde arriba concentra ambas en manos de la clase dirigente desde el principio. En realidad, ambas posiciones no son tan diferentes como se pretende. Todas las sociedades capitalistas que supuestamente funcionan gracias al mercado impersonal y las interacciones libres entre agentes necesitan una fuerte intervención estatal para proteger las ramas productivas y servicios estratégicos que la simple maximización de los beneficios hubiese borrado del mapa.

Las crisis económicas, inevitables en un sistema basado en el intercambio mercantil y la acumulación, revelan a todo el mundo lo frágil y poco adaptable que es en realidad el sistema: las fuerzas y capacidades productivas son destruidas a mansalva, el producto del trabajo de millones de trabajadores es abandonado, oxidándose o desmantelado mientras montañas de esos mismos trabajadores se quedan en el paro con dificultades para alimentar sus familias. Incluso en sus momentos de éxito, la economía deja montones de necesidades humanas sin cubrir, y todo tipo de bienes y hasta comida tirada o destruida para mantener el cacharro en marcha. ¡Vaya con la utopía de la burguesía revolucionaria!

El legado del movimiento mecanicista, que impulsó la ciencia, la técnica y la sociedad hasta niveles nunca vistos antes tiene una contrapartida. Habiendo simplificado en varios casos hasta el absurdo la comprensión de la materia y reducido los fenómenos a simples analogías mecánicas, ‎ el mundo ahora aparece reencantado‎. Un mundo reducido con un futuro fijado en un destino predeterminado y con una organización social supuestamente optimizada hasta el límite teórico. Aparentemente, no hay salida ni futuro.

Cuando el diseñador se vuelve irracional

La visión mecánica del mundo tuvo su apogeo científico en el siglo XIX y la primera mitad del XX, pero a partir de entonces la evidencia de las contradicciones que acumulaba empezó a ganar peso. La lógica del diseño funcional permite construir grandes sistemas -sociales, técnicos o intelectuales- pero representa solo un pequeño subconjunto del total de sistemas posibles. La comprensión del mundo a base de mecanismos -el mecanicismo- es tan importante y necesaria como limitada, su problema principal es la generalización de la analogía con el diseño artesano y las máquinas.

La visión del universo como un reloj mecánico se empezó a resquebrajar con los descubrimientos de la Física de lo infinitésimamente pequeño y lo inmensamente grande, cuando la cuántica descubrió un elemento insalvable de incertidumbre en las interacciones y la mecánica gravitacional presentó en sus geometrías complejas secciones de espacio-tiempo sin relación causal con otras secciones previas. Si uno pudiese repetir muchas veces un suceso dado bajo las mismas condiciones exactas, no tendría garantía alguna de obtener los mismos resultados. Fue un golpe teórico contra el determinismo que alentó bastantes discusiones a nivel académico, pero no tuvo gran repercusión ni en la ciencia en su conjunto ni en la visión del mundo.

El ‎empirismo‎ había entrado en su versión más intransigente a mediados del siglo XX, afectando a campos desde la Biología hasta la Economía. Los seres vivos habían pasado a no ser más que cuerpos siguiendo las leyes de un diseño pre-existente, los animales se comportaban como simples máquinas de input-output y cualquier intento de investigar el mundo mental o las verdaderas capacidades de los animales debía ser señalado como pseudociencia y a ser posible apartado de la investigación académica. Era la era de Pavlov y Skinner, los animales supuestamente sólo tenían que asociar estímulos externos con el mejor de un conjunto de comportamientos motores precableados. Cualquier comportamiento animal podía ser en teoría atribuible a funcionamiento de una serie de comportamientos predispuestos, o incluso de reflejos sin más. Hasta se propuso que la conciencia humana es un epifenómeno, un simple efecto secundario del funcionamiento de un autómata sin poder de decisión real. El cerebro, como aún dice hoy en día uno de los neurocientíficos más conocidos, no sería más que un mecanismo de relojería:

Al mismo tiempo, y previamente a los sorprendentes avances de la neurociencia, no teníamos explicaciones en forma de mecanismos. Hoy en día las tenemos. Hoy sabemos que somos entidades evolucionadas que funcionan como un reloj suizo.

Michael S Gazzaniga, «Cognitive Neuroscience», 2019

El problema es que la evolución no genera relojes suizos. Como recuerdan los creacionistas de vez en cuando a los mecanicistas más burdos, un mecanismo diseñado se viene abajo con el más mínimo cambio puntual en las piezas. Los productos de un diseño son extremadamente frágiles e inadaptables a un ambiente cambiante… prácticamente la antítesis de lo necesario para la evolución. Las características necesarias para garantizar un sistema adaptable y que pueda evolucionar son las que harían gruñir a un diseñador. Desde su perspectiva serían antieconómicas y superfluas: las partes comparten funciones entre ellas, son intercambiables hasta cierto punto y están profundamente integradas entre sí. El conjunto reina sobre las partes‎. Y todo ésto parece una disposición irracional al diseñador, cuya racionalidad se basa en crear sistemas adaptados a una función específica. Sin embargo, estos sistemas resisten y se adaptan mucho mejor a las condiciones inesperadas que los autómatas del diseñador. Los autómatas son extremadamente potentes cuando se aplican a ciertos tipos de situaciones, pero también resulta profundamente irracional usar la lógica del diseño funcional para sistemas cambiantes que deben adaptarse continuamente.

Esta descripción de la relación parte/conjunto puede resultar demasiado abstracta, pero se puede entender con algunos ejemplos. El ejemplo clásico de los antiguos y vitalistas que se opusieron a los mecanicistas es el desarrollo embrionario. Éste ha fascinado a los sabios desde hace milenios, entre otras cosas por cómo se opone a la visión simplemente mecánica. Hay algunos -pocos- animales cuyo desarrollo está predeterminado paso a paso (cada célula teniendo un destino preciso y repetible), como algunos gusanos nematodos, pero los mamíferos y otros tienen un desarrollo mucho más plástico y sorprendente. Sin ello no serían posibles los gemelos verdaderos, procedentes de un mismo embrión. Las células del embrión no están predestinadas, si por ejemplo separamos las células de un embrión temprano, cada una de ellas puede cambiar su destino y originar un organismo entero. Si, en una etapa posterior, intercambiamos quirúrgicamente las células de la parte inferior del embrión -generalmente destinadas a convertirse en intestino- por células de la parte superior -generalmente destinadas a convertirse en cerebro- las células cambiarán de destino según su posición en el conjunto. Más impresionante aun: en un experimento famoso de Hilde Mangold, si sacamos quirúrgicamente la región del embrión de anfibio en la que empieza a formarse el eje del cuerpo y la implantamos en el lado opuesto a donde se formaría el eje del cuerpo en otro embrión, se formará un embrión con dos ejes corporales. Es decir, el simple trasplante de una pequeña región puede cambiar el destino de todas las células que la rodean y reorganizar desde arriba el embrión.

Estos ejemplos del conjunto reprogramando las partes son relativamente sencillos y todo tipo de sistemas y procesos naturales muestran versiones más o menos complejas del mismo principio. Es en realidad una versión nueva de la vieja ‎dialéctica‎ y se basa en la capacidad del conjunto de modificar o seleccionar variantes o estados en los que se encuentran las partes del sistema. Para ello, las partes deben poder tomar diferentes estados y compartir funciones (mostrar degeneración) entre ellas:

Aunque los sucesos y objetos de los que tratan las ciencias de un nivel más elevado [Biología, Química, etc.] son [sistemas compuestos] por componentes físicos, los poderes causales de tales objetos no están determinados únicamente por las propiedades físicas de sus constituyentes y las leyes de la Física. También están determinados por la organización de esos constituyentes dentro de esos sistemas. […] Esos patrones [organizativos] tienen eficacia causal descendiente porque pueden afectar cuales poderes causales de sus sistemas se pueden activar. Un componente físico dado puede tener muchos poderes causales, pero solo un subconjunto de ellos está activo en una situación dada. El contexto más amplio (o patrón) del que hacen parte puede afectar qué poderes causales son activados... Por lo tanto, el conjunto no es una función simple de sus partes, porque la totalidad determina qué contribuciones hacen sus partes. […] Estos puntos ilustran que los patrones de orden superior pueden tener cierto grado de independencia respecto sus realizaciones físicas subyacentes y pueden ejercer lo que se podría llamar influencias causales descendientes sin requerir ninguna forma inaceptable de emergentismo en las que las propiedades de nivel superior afectasen las leyes subyacentes de la Física.

Nancey Murphy, «Downward Causation and the Neurobiology of Free Will», 2009

Un ejemplo sencillo de un proceso así es la evolución por selección natural, en la que las variantes son seleccionadas según su aptitud reproductiva a cada paso del proceso, otro sencillo sería ‎ el capital repartiéndose entre las distintas aplicaciones según la rentabilidad de estas a través del mercado de capitales‎. El capital total como fenómeno impondría una fuerza causal descendente sobre el reparto de los capitales individuales, mientras estos interaccionarían ascendentemente. Sin embargo, estos son ejemplos relativamente sencillos, el ejemplo más desarrollado es la mente humana.

Como vimos antes, el ‎empirismo‎ siempre intentó separar lo objetivo de lo subjetivo, llegando a rechazar el estudio de los estados mentales y la conciencia como algo inútil. Esta situación ha cambiado estos últimos años, pero el cerebro y la mente siguen teniendo aspectos realmente chocantes. Contrariamente a cualquier idea mecanicista, como el hecho de que los monos puedan ver nuevos colores simplemente cambiando genéticamente un pigmento visual sin cambiar un solo circuito visual del cerebro o que los roedores puedan aprender a usar un detector implantado no específicamente en su cerebro. Eso nunca funcionaría en un autómata diseñado, no se puede conectar algo extraño para lo que el resto de las piezas no estén adaptadas de antemano. Más sorprendente aún es que el aprendizaje social pueda modificar aspectos de la mente como la representación interna de los números. Una de las principales características del cerebro es su capacidad de modificarse físicamente según las nuevas condiciones del medio -natural y social- junto a todos sus recuerdos acumulados del pasado. En esto es un ejemplo extremo del tipo de mecanismo descrito anteriormente, con mayor grado de autonomía causal sobre el entorno y control del conjunto por y sobre las partes. Las propiedades de la mente consciente, su capacidad de unir en una totalidad cambiante las percepciones procedentes de distintas áreas cerebrales sin favoritismos, de hacer y cumplir planes complejos para adaptarse a las nuevas condiciones del entorno, etc. don propiedades ansiadas que ningún autómata u obra humana consigue aproximar aún, por mucha base material que tengan.

Basándose en esas propiedades, la integración y el grado de relación entre la totalidad y las partes, algunos investigadores han desarrollado un método matemático para describir la consciencia y estudiar sus bases materiales. Esta medida de organización, conocida como φ (fi), mide el poder causal que tiene el conjunto sobre las partes y lo autónomo que es el sistema respecto al entorno. Los investigadores se dedicaron a someter organismos simulados con sistemas nerviosos compuestos por diferentes partes (sensores – procesado - efectores) a un experimento de selección artificial. A cada paso se van cambiando gradualmente las conexiones entre las partes y las relaciones conjunto – partes para cada organismo simulado y se le somete a una tarea compleja (solucionar un puzle o laberinto espacial). Los organismos que solucionan más rápidamente las tareas son seleccionados y continúan cada ciclo. Al final, los organismos con φ más alta, los que menos siguen la lógica del diseño y cuya organización se parece más a la natural son los que mejor se adaptan.

El pensamiento mecánico de los artesanos y la burguesía ha permitido grandes avances en la técnica y la productividad, desde automatizar casi totalmente enormes procesos químicos con más de 20.000 sensores, hasta los avances de la Medicina y la Robótica moderna. También sirvió de base a los grandes aparatos políticos y sociales del capitalismo, hoy en día completamente obsoletos, rígidos e incapaces de garantizar un futuro para los trabajadores y la Humanidad. Ningún armatoste vertical dirigido por una clase explotadora va a garantizar la satisfacción de las necesidades humanas, por muy tecno-moderno que se presente a sí mismo.