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Ciencia ficción china

27/05/2018 | Artes y entretenimiento

En el todavía pequeño mundo de la literatura de ciencia ficción se ha colado un elemento anómalo, para ser más exactos un elemento chino. Estados Unidos, el país por excelencia de los nichos millonarios, ha marcado la agenda de los frikis del mundo entero, que siempre han tenido muy difícil encontrar una alternativa en su idioma a las novelas bendecidas por el ambiente cultureta del Gran Imperio Americano.

Las políticas de cuotas y las teorías de la identidad y la diversidad procedentes de las decadentes universidades americanas continúan ejerciendo su influencia, sobre todo en lo que tiene que ver con las humanidades y la cultura, incluidos los premios Hugo, premios que administra la Convención Mundial de Ciencia Ficción, aunque en este caso «Mundial» signifique, obviamente, anglosajona. Parece que en los últimos años la World-Con, como se la conoce habitualmente, ha sufrido una crisis política sin precedentes que ha producido una escisión en dos bandos enfrentados. La razón principal parece ser que uno de los bandos -conocido como el ala reaccionaria- está hasta la coronilla de la política de minorías en la selección de los candidatos y defiende que los criterios para su nominación deben ser exclusivamente literarios.

Dejando a un lado los detalles de esta particular batalla, en 2015, uno de los nominados, Marko Kloos, harto y abochornado por ser utilizado como arma en esta guerra, renuncia a su nominación en el último momento y en su lugar accede a la lista de nominados la traducción al inglés de una novela china de un autor chino, pero chino de verdad, no chino-americano, ni refugiado político, ni del barrio chino, ni perteneciente a la minoría china de San Bernardino, aunque -y aquí está la solución al enigma- su traductor, escritor de ciencia ficción él también, sí pertenece a una de esas categorías-. La novela se llamaba «El problema de los tres cuerpos» y su autor, Liu Cixin. La carambola se produjo y la novela china de China ganó el premio. En poco tiempo, personajes como George R.R. Martin, Mark Zuckerberg o Barack Obama estaban recomendando el libro. Hay que decir, que G.R.R. Martin pertenece al ala progresista de la World-Con y sabemos que si Zuckerberg u Obama formaran parte del comité también estarían en ese bando, solo por confirmar de qué lado de la escisión estamos.

Tres tristes cuerpos comían trigo en las llanuras de Yunnan

Como queriendo hacer honor a su nombre, «El problema de los tres cuerpos» resultó ser parte de una trilogía. La primera parte, la que le da nombre y ganó el premio, es realmente una muy buena novela, mucho mejor que las otras dos partes que sin embargo contienen la tesis esencial de la historia. Hay que añadir que la tercera parte también ha sido premiada, esta vez con el Locus. En China, el autor ha recibido ocho veces el premio Galaxy y una vez el Xingyun, conocido como el Nebula chino.

Primera parte: El problema de los tres cuerpos

Una brillante astrofísica traumatizada por la Revolución Cultural consigue establecer contacto con una civilización extraterrestre con el único objetivo de que ésta destruya o al menos domine a la civilización humana, cuya crueldad y falta de respeto hacia su propio planeta y hacia la humanidad la hacen merecedora del exterminio. En esta novela se nos relata la formación de una quinta columna terrícola y sus métodos de reclutamiento y sabotaje, altamente sofisticados e imaginativos. Solo por ellos, merece la pena leer esta primera entrega.

Segunda y tercera parte: El bosque oscuro y El fin de la muerte

Aunque la segunda parte se comienza con pasión, deseando saber como continúa, la decepción llega pronto. Es aburrida, lenta, y con personajes centrales a los que desearías el mayor de los fracasos. Muchas de las partes tediosas tienen ciertamente su recompensa, pues terminan siendo un tortuoso camino hacia un elemento esencial de la narración. Al final, páginas y páginas de absurdos proyectos de ingeniería aeroespacial tenían un sentido, pero uno se pregunta si no sería posible hacer lo mismo en menos páginas. Quizá no. El protagonista de «El jardín de senderos que se bifurcan» también era chino. Si hay algo sobre lo que hace pensar esta trilogía, es sobre las diferencias entre China y Occidente en la percepción del espacio y sobre todo, del tiempo.

Pero como adelantábamos, es al final de esta entrega -o al principio, ¿quién sabe?- cuando se expone la tesis central de la trilogía, tesis que también da nombre a esta segunda parte: «El bosque oscuro», una teoría de la «sociología cósmica» y el eje central de la trama de Liu Cixin. La teoría es desarrollada por uno de los personajes centrales de la segunda y la tercera parte, Li Juo, que tiene la peculiaridad de ser al mismo tiempo sociólogo y astrónomo. Se trata esencialmente de un derivado de la teoría marxista del imperialismo y se basa en los dos principios fundamentales de la «sociología cósmica», a saber:

Una civilización cósmica cualquiera tiene como primer y último propósito su propia supervivencia y para cumplirlo hará todo lo que esté en su mano dado su estado de desarrollo tecnológico.

Una civilización cósmica cualquiera tiende a expandirse de forma ilimitada, lo que entra en contradicción con el espacio -limitado- de su planeta y con los recursos - en teoría finitos- de éste.

Como consecuencia de estos dos principios se deriva un tercero:

Una civilización cósmica cualquiera dado un determinado grado de desarrollo tecnológico tenderá a buscar la expansión a través de la colonización de otros sistemas planetarios si quiere cumplir con el principio 1.

A partir de aquí, la teoría de «bosque oscuro» que el personaje de Li Juo descubre es una suerte de dilema del prisionero que termina mal. A saber:

  • Cuando una civilización cósmica encuentra a otra civilización cósmica, ya sea por exploración o por intercambio de comunicaciones, y llega a saber su ubicación, llegará un momento en el que necesitará conquistarla, momento que coincidirá más o menos con aquel en el que su desarrollo tecnológico se lo permita.

  • Como las distancias en el cosmos son tan grandes y esta situación puede darse en un estado de desarrollo tecnológico que permita los viajes espaciales largos pero no a la velocidad de la luz, puede darse el caso de que al llegar al sistema que se pretende conquistar (digamos 200 años después) éste haya alcanzado un desarrollo tecnológico equivalente o incluso superior al nuestro y nos den estopa para a continuación, probablemente, ir a por nuestro planeta con lo que pasaríamos de conquistadores a conquistados.

  • El desarrollo tecnológico es infinito y crece de forma exponencial por lo que siempre habrá una civilización tecnológicamente más potente que la nuestra y aunque nos enfrentemos a una que no lo sea siempre corremos el riesgo de que nos alcance y/o supere en el tiempo que tardamos en llegar a ella. Es decir, los intentos de establecer contacto físico a través del espacio no son recomendables.

  • La vía diplomática es inútil, ya que las buenas intenciones pueden cambiar a lo largo de los siglos debido al principio 2 de la sociología cósmica. Todas las civilizaciones cósmicas, antes o después, serán conscientes de esto, por lo que nadie se va a fiar ya del we come in peace.

Conclusión: Si en la infinidad del cosmos, una civilización cualquiera ajena a la nuestra conoce nuestra ubicación, nuestro mundo corre peligro. Por tanto, lo mejor es que nadie sepa donde estamos y eso incluye dejar de hacer un montón de cosas en el espacio que dejan rastro, empezando por el envío de comunicaciones del tipo ¿hay alguien ahí? que pasan a ser consideradas por esta disciplina como un suicidio en toda regla. Algunos tipos de motores de las naves que viajan a una velocidad cercana a la de la luz, también dejan rastro, por cierto. Es más, si podemos hacer algo para aislarnos del cosmos y que nunca, ni por accidente, alguien nos encuentre, mejor.

De ahí el nombre de «bosque oscuro». Cualquier civilización, dado un determinado desarrollo tecnológico, llegará a la teoría de bosque oscuro y evitará por todos sus medios ser descubierta... pero eso no es todo.

Ataque preventivo

Como ya hemos dicho, una de las tesis esenciales del libro es que el desarrollo tecnológico es infinito y prácticamente ilimitado «hasta llegar a ser como Dios», o lo que es lo mismo, hasta llegar incluso a modificar las leyes de la física.

Las civilizaciones cósmicas, además de «esconderse», conscientes del peligro de mostrar su ubicación, siguen evolucionando tecnológicamente hasta límites que nosotros, pobres terrícolas, ni siquiera podemos imaginar. Llegado, de nuevo, un determinado nivel de desarrollo tecnológico, si descubrimos a algún incauto planeta dejando rastros por ahí que revelen su ubicación, lo destruiremos a distancia -todavía nos queda, pero un día, habrá una forma de destruir planetas remotos sin que lo vean venir con solo pulsar un botón y sin movernos de casa - por precaución, pues un día ese planeta despreocupado alcanzará un grado tecnológico equivalente y vendrá a por nosotros.

Qué nos cuenta esta trilogía de la China actual

- La trilogía comienza con una dura crítica a la Revolución Cultural. Pero en este caso ¿cuál es la principal crítica? ¿por qué fue mala en concreto? ¿Por la cantidad de vidas que destruyó? Por supuesto, pero sobre todo, porque la Revolución Cultural perjudicaba el desarrollo tecnológico y científico al denostar toda producción teórica occidental por básica que fuera. El desarrollo tecnológico, eso nos queda bien claro, es la energía que hace elevarse a los imperios -no a las personas- por encima del suelo y triunfar sobre los demás. Lo que les hace, en un momento dado, convertirse en dioses.

- Como decíamos antes, la percepción temporal en la cultura china es diferente, como se puede comprobar en sus brindis a 10.000 años. Por eso no es de extrañar que la trilogía transcurra a lo largo de más 600 años -se pierde la cuenta-, con la hibernación como técnica que facilita la continuidad de personajes. Una historia como esta no puede empezar y terminar en una generación o dos pero es que para China, nada empieza y termina en una generación o dos -eso son migajas temporales- así como la teoría de bosque oscuro contempla periodos muy grandes de tiempo en los que la correlación de fuerzas puede cambiar radicalmente.

  • El resto del mundo según China: Los estadounidenses aparecen como una suerte de némesis del Gran Imperio Chino a los que el autor otorga un reconocimiento y profesa una admiración difíciles de entender. Mi teoría es que en realidad, Cixin está buscando esa admiración y ese reconocimiento en los Estados Unidos, a los que sin embargo no deja de considerar una cultura claramente inferior.

    En cuanto a los demás: los japoneses siempre son personajes malvados -hay invasiones que nunca se olvidan-, los ingleses son de poco fiar y al final siempre traicionan; los venezolanos prometen al principio, pero acaban haciendo alguna barbaridad y sucumbiendo a sus propios defectos; los franceses son unos tiquismiquis que no aportan, pero tienen bonitos museos; los rusos nos son ajenos, pero acaban siendo aquellos con los que mejor nos entendemos, como ese primo con el que siempre te llevaste mal pero que no deja de ser de la familia; y los americanos son nuestro reflejo al otro lado, el mundo espejo, los únicos que a pura fuerza bruta pueden aspirar a medirse con nosotros.

  • Alardes innecesarios: Pareciera que Liu Cixin escribió esta obra pensando en un público norteamericano, pensando en ese premio Hugo tan ávido de minorías. Él presume de una intención divulgativa, como un buen chico de Connecticut licenciado en físicas que desea que los niños de la siguiente generación se interesen por la ciencia. Pero en realidad lo que hace es un despliegue de dorados y fuegos artificiales que van de la astronomía y la mecánica de partículas a la teoría de cuerdas, como si estuviera en un concurso de talentos de la CBS. Tanto, que la trama acaba yendo por un derrotero digno de un viaje psicodélico simplemente para demostrar que él es más listo que el más listo de los americanos y desde luego queda claro que tanto él como Li Juo, Xin Cheng y Yifan Guan personifican a la Gran China, la que triunfará, la que perdurará cuando los extraterrestres vengan a por nosotros, y la que en sus ansias imperialistas será capaz de modificar las leyes de la Física.

La «Trilogía de los Tres Cuerpos» es un verdadero manual de estilo de la afirmación imperialista china. No es imperialismo de ciencia-ficción, es ciencia-ficción construyendo ideología imperialista. La fantasía imperialista de la «ayuda al desarrollo», heredera de las excusas «civilizatorias» del colonialismo británico y francés, nunca existieron en el imperialismo chino. Y no van a existir. Para la burguesía china actual no caben ilusiones: se domina o se es dominado; se sobrevive acelerando al máximo el desarrollo tecnológico y traduciéndolo en términos militares. Pero sobre todo arrasando a quienes se desarrollen... antes de que sea demasiado tarde. Darwinismo imperialista... con características chinas.