Chubut, los sindicatos y la extensión de las luchas
Hoy está convocado un paro docente en toda Argentina en solidaridad con los profesores de Chubut. La provincia austral apenas representa un 8% de la población del país, pero hoy son cada vez más los que la ven como un adelanto de lo que viene. Las oficinas públicas no funcionan porque el gobierno no paga salarios a los funcionarios y ayer las protestas, cada vez más generalizadas, casi acaban con el parlamento regional y la casa de gobierno en llamas. Pero Chubut no es solo un cuadro de descomposición del gobierno peronista local y el estado como un todo. Hace nueve semanas que los docentes están en huelga conduciendo con su lucha la respuesta social e intentando escalarla a todo el país, a pesar de la brutal represión de las «patotas» sindicales.
El colapso estatal
Nada hacía presagiar que las costuras de la burguesía nacional argentina fueran a saltar en la Patagonia. Con solo 556.000 habitantes, Chubut es la principal provincia petrolera. Su gobierno -que obtiene unos ingresos petroleros de 26.000 millones de dólares anuales- es de los pocos que no depende de las transferencias del gobierno nacional. En junio el gobernador peronista era reelecto con un 43% de los votos.
Pero en menos de un mes, la situación había mudado radicalmente. La prensa culpa de la crisis a la promesa electoral de subida de los salarios públicos. Pero no es cierto, en julio los empleados públicos ya no cobraron ni a tiempo y todo el salario. El gobierno provincial, como el nacional, estaba ahogándose con los vencimientos de deuda en dólares. No hay «crisis de Chubut», es la crisis argentina en Chubut, es decir, el resultado provincial de la expresión argentina, adelantada y agravada por la guerra comercial, de la crisis capitalista global.
Al cumplirse la tercera semana sin cobrar los sindicatos convocaron los primeros paros. En una provincia donde los trabajadores se concentran en el sector estatal y el petróleo, un impago de salarios estatales degrada rápidamente todo. El millar de trabajadores que atiende el Hospital regional de Comodoro Rivadavia está en huelga. Preguntada por la prensa de la capital por las causas del conflicto una trabajadora responde:
Acá el único conflicto es que queremos cobrar por trabajar
Pero no es solo eso. Faltan sábanas limpias, nadie recoge la basura y los restos patológicos que se amontonan. Y no es solo el hospital. El cuadro general es cada vez más apocalíptico. Los servicios públicos se mantienen en mínimos y solo por la propia iniciativa de los trabajadores. En un país donde los precios en los supermercados no difieren significativamente de los europeos, se considera pobre al que gana menos de 480€. Un maestro por ejemplo venía a ganar unos 320. Si añadimos la bajada del salario real del 12% durante 2018 el resultado es que el 60% de los asalariados está por debajo de la línea de pobreza. No es por maldad estratégica de los piqueteros, diga lo que diga «la Vanguardia», que el Senado ha declarado ayer mismo el estado de Emergencia Alimentaria.
Los docentes y la batalla por la extensión de la lucha
El gobierno provincial intentó desde el principio ganar tiempo y dar largas a los docentes, fijando el debate, en connivencia con los sindicatos, en un terreno que ya era una derrota: la forma de escalonar pagos de salarios debidos y cuántos días de huelga se descontaban de lo adeudado. El juego era tan feo y la situación general se degradaba tan rápidamente que las manifestaciones de docentes, cortando rutas para intentar llamar la atención empezaron a convocar a más y más trabajadores de otros sectores. La situación empezaba a amenazar con ir más allá de la línea de CTERA, el sindicato bajo dirección kirchnerista que representa legalmente a los maestros y ganar para la movilización a los trabajadores petroleros. Por eso septiembre comenzó con el asalto a palos de los trabajadores que cortaban las rutas de los yacimientos por la patota del sindicato petrolero llamado por el gobierno.
No se avanza encuadrados en sindicatos
La indignación consecuente obligó a CTERA a tomar la cabeza de la extensión de la lucha... a su manera, es decir, ahogándola. En vez de invitar a los trabajadores de las empresas colindantes, las de todo Chubut, como habría hecho cualquier movimiento organizado por las asambleas de los huelguistas, convocaron un «Paro docente nacional» que mantenía bien segura la movilización en el terreno controlable por los sindicatos y sus contrapartes en el estado. Sí, la huelga del pasado día 5, por muy coreada que fuera por la izquierda argentina, era una trampa, una forma de desviar el movimiento.
Desviar significa derrotar y produce impotencia por falta de dirección clara. Todo movimiento falto de dirección se reduce a agitación sin destino. Cuando dos trabajadoras que volvían de la enésima manifestación murieron en accidente de coche, la rabia no dio para más y la fuerza de la clase se fue a enfrentamientos que «expresan» el callejón sin salida al que han llevado los sindicatos sin servir a ganar un ápice de control a los trabajadores. No se podrá avanzar mientras los sindicatos y no las asambleas de huelga, abiertas a todos los sectores, tengan el control de las movilizaciones. Si hubiera alguna duda, basta ver la respuesta de los sindicatos: convocar hoy un nuevo paro nacional docente.
La extensión de las huelgas y las movilizaciones es el camino correcto: asamblea a asamblea, de una empresa o servicio al de al lado y de una provincia a otra. Su contrario es la falsa «extensión» de los paros sectoriales. Aunque se llegara incluso a una huelga general nacional así, sector a sector, es decir sumando el control de los aparatos sindicales uno a uno, a lo más que serviría es a lo que han servido todas las huelgas generales sindicales hasta ahora: procesión masiva, expresión del descontento y... nada, todos a casa. Si no queremos acabar así, en Chubut, Argentina o en cualquier otro lugar, hay que librarse de la tutela sindical, organizar asambleas, elegir comités, tomar la lucha en nuestras propias manos y extenderla por los mismos medios, es decir, de verdad.