China y EEUU se disputan Asia Oriental y Europa
El gobierno de Pekín está hablando de vender un 20% de la deuda estadounidense que atesora. Según las estimaciones académicas y del banco central de EEUU, produciría una subida de tipos de interés en EEUU suficiente como para poner en jaque la recuperación económica en EEUU, al tiempo que bajaría el valor relativo de la divisa china, abaratando sus productos para el resto del mundo. La medida es coherente con la promesa que Xi hizo esta semana: abrir más el mercado chino para compensar la pérdida de capitales estadounidenses. El mensaje de fondo es: que si EEUU insiste en desacoplar su economía de la industria china, se pasaría definitiva y abiertamente de la guerra comercial a la guerra de divisas.
Pero el desacoplamiento avanza a marchas forzadas y se hace parejo a los procesos de formación de bloques. Esta semana se publicaba que Japón, Australia e India están impulsando cadenas de suministros integradas para reducir su dependencia de China. EEUU inmediatamente propuso convertir esa alianza económica en la base de una OTAN asiática.
Tampoco es que todos lo tengan muy claro o quieran avanzar por ese camino como primera opción. Filipinas por ejemplo intenta salvar las contradicciones de un capital nacional muy dependiente de ambas potencias elevando el nivel de la apuesta: por un lado intenta desarrollar sus relaciones comerciales con China, por otro cubrirse frente a Pekín profundizando la cooperación militar con EEUU. Japón incentiva la mudanza de las empresas que hoy producen en China a India y Bangladesh, pero la dimisión de Abe obliga a explicitar estrategias cara al futuro y las más afirmativas, esto es, las más agresivas frente a China, siguen produciendo demasiada incertidumbre como para que el gran capital japonés las abrace con entusiasmo. Un caso simétrico es Indonesia, el gigante visitado por Xi esta semana. Xi y Widodo intentaron acercar posiciones comerciales en un marco que les empuja a una alianza más estrecha... pero que genera tantas dificultades para las ambiciones de soberanía del capital nacional que divide al aparato político e incluso a la pequeña burguesía indonesia de origen chino.
Y si las tensiones entre los dos grandes imperialismos con aspiraciones globales generan contradicciones en las burguesías de los grandes países asiáticos, ni hablemos de los pequeños. Esta semana vimos como las islas Salomón inician el camino hacia la desintegración como estado. Quedarían dos estados independientes, uno alineado con China, el otro con EEUU y Taiwan. Siendo tan obvio el peligro de convertirse en campo de batalla ajeno, otros microestados, como las Palau, renuncian a toda aspiración de soberanía y se ofrecen como base militar a EEUU como mal menor.
En India sin embargo, la escalada continental sirve para exacerbar la esperanza de independencia económica de una burguesía nacional empeñada en una escalada de medidas para forzar la sustitución de importaciones. Esta semana prohibió un centenar de apps chinas más y anunció nuevos aranceles a los coches importados. En mitad de una crisis galopante muy anterior al covid, todas estas medidas se hacen inseparables del empobrecimiento de la población, así que el bombardeo nacionalista se redobla y se alimenta, sirviendo de paso al encuadramiento y justificación del militarismo. Así que, como no podía ser menos, la nueva andanada proteccionista fue de la mano de nuevos roces militares en el Himalaya.
Las dificultades de EEUU y China en Europa
En general, aunque aumenten los enfrentamientos y cada vez más frecuentemente tengan consecuencias militares, ninguna de las dos potencias encuentra facilidades para comprimir las contradicciones regionales y locales en alianzas multilaterales que sirvan de base a crear bloques imperialistas.
A China se le escapa incluso Rusia, que ambiciona establecer alianzas energéticas con Vietnam y comenzar a extraer en el mar de China Meridional por cuyo dominio exclusivo batalla Pekín.
Y no digamos la UE. El oscuro lenguaje burocrático de Bruselas viene haciéndose más duro con Pekín en todo lo que va de año. Esta misma semana Borrell afirmaba que hay que corregir los desequilibrios económicos en la relación comercial con China antes de que sea demasiado tarde. Dicho de otro modo: o Europa busca alianzas para contrapesar económicamente a China o las potencias europeas perderán su centralidad en el tablero imperialista global. China, temiendo un acercamiento a EEUU, envió a su ministro de exteriores a patear las principales cancillerías UE a decir que Europa no podía quedar prisionera de una nueva guerra fría. La ofensiva de encanto -en realidad la oferta de inversiones en un momento de crisis- parecía que iba a saldarse con cierto éxito. Las resistencias a seguir a EEUU y subir el tono contra Pekín son fuertes en Alemania y en todo el continente. Pero vino a coincidir con la visita a Taiwan del presidente del Senado checo. Pekín montó en cólera por el apoyo a lo que considera un movimiento secesionista. La condena general de los europeos no se hizo esperar. Inmediatamente China pasó a control de daños y anunció que esta semana su principal diplomático visitaría Grecia y España para asegurar su posición sobre los puertos de entrada y salida del Mediterráneo (Algeciras, Valencia y el Pireo) y recuperar algo de terreno dentro del juego de la UE apoyando a sus miembros más dañados por la crisis.
En todo este juego las potencias europeas no son ni mucho menos pasivas. Francia tiene una relación cada vez más bronca con aliados de China y alimenta la resistencia de Vietnam tanto como EEUU. Y Alemania prepara una estrategia y una cobertura diplomática para hacerse presente militarmente en la región del Índico y el Pacífico.
Por otro lado, tampoco es que EEUU esté siendo muy capaz de encuadrar a los europeos y en especial a Alemania. Su objetivo primordial durante los dos últimos años ha sido evitar la apertura del Nord Stream 2. La clave del conflicto: toda la estrategia alemana del pacto verde pivota sobre la disponibilidad de gas barato. Y el gas barato solo puede llegar a día de hoy a la industria alemana desde Rusia. Por eso duplicar la capacidad del gasoducto ya existente. Problema: da a Rusia un peso estratégico en la UE y excluye a EEUU del gran negocio energético europeo.
Cerramos agosto con EEUU aprobando sanciones contra empresas y directivos alemanes que habían participado en la construcción. Según el ministro de exteriores alemán se trataba de un nuevo mínimo en la relación germano-estadounidense que colocaba a Alemania al mismo nivel que Irán y Corea del Norte. La verdad es que con el gasoducto a punto de inaugurarse y EEUU presionando, Rusia se convertía en un flanco político débil para Berlín. De ahí que Alemania reaccionara con tanta presteza al intento de asesinato de Navalny y Putin les permitiera sacar del país al detenido. Ser los que determinaran qué había pasado a Navalny y por tanto los primeros en exigir nuevas represalias contra Rusia permitía al gobierno alemán sacar el foco de su infraestructura más estratégica... o al menos mantener el debate sobre el gasoducto y Rusia como algo estrictamente alemán.
La alianza energética con Rusia no solo es incómoda frente a EEUU -que no pasa un mes sin tener incidentes y roces armados con Rusia- o la mayoría de los países que fueron parte del bloque ruso. Los socios europeos de Alemania están cada vez más preocupados. Suecia denunciaba hace solo dos semanas una presencia militar rusa en su frontera inédita desde la guerra fría y los submarinos nucleares rusos en el Báltico y el Artico están cada vez más activos. Todo apunta a que la próxima zona de fricción entre EEUU y China va a ser el Ártico, lo que para Rusia significa marcar espacio frente a los dos... y frente a Europa.
Demasiadas piezas sueltas
El proceso de formación de bloques es necesariamente contradictorio. Bajo las condiciones del imperialismo ningún capital nacional puede sobrevivir solo, desacomplándose de todos los demás. Necesita acceder a mercados, encontrar colocaciones para su capital excedentario... y evitar que los espacios comerciales que domina le sean arrebatados por los demás que persiguen sus mismos objetivos. Por eso es tan difícil resumir y comprimir todas las contradicciones entre unos y otros en solo dos bloques. Las necesidades de cada capital nacional y el estado que le representa no conocen de lealtades, solo de ganancias. Así que todo proceso de formación de bloques es al mismo tiempo una proceso de disciplinamiento por parte del que aspira a encabezarlo, pero también de integración de capitales y mercados. Con una crisis cada vez más brutal y global en marcha, la oferta tanto de EEUU como de China para los capitales que le sigan está necesariamente restringida. Juegan más con la amenaza del bloqueo económico y la presión militar que con el caramelo de abrirles exportaciones y destinos de inversión. El resultado inevitable es que quedan demasiadas piezas sueltas sobre el tablero como para que los conflictos no se multipliquen. Es ese rosario de roces y explosiones más o menos controladas el que va a determinar la forma final que tomen las alianzas e intercambios alrededor de China y EEUU.
De lo que no cabe duda es de que el enfrentamiento global entre las dos potencias que se perfilan como cabezas de bloque ya ha comenzado. Las víctimas son ya trabajadores de todo el mundo que pagan en muertos en no pocos lados, en precarización y desempleo en todos, las necesidades de un capital al que el mundo se le ha quedado pequeño. Otra muestra de que, por lo mismo que no está en sus intereses tener una patria, tampoco lo está ligarse a ningún bloque.
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