La mayor economía de guerra del mundo

El congreso del PCCh ha significado mucho más, mucho más importante y mucho más peligroso que lo que nos ha querido contar la prensa en Europa y EEUU, obsesionada con presentar la nueva etapa del régimen de partido-estado chino como el paso a una dictadura personal. Una imagen seguramente útil a la propaganda de guerra estadounidense, que sin embargo encubre la gravedad de la evolución de la organización de la clase dirigente china entera para prepararse para una guerra con el bloque estadounidense a partir de 2027.
El contexto del Congreso: La guerra comercial y tecnológica de EEUU hiere al capital chino
La acumulación de capital china llegaba a este congreso con contradicciones crecientes: un déficit de las provincias de más de un billón de dólares, un sector inmobiliario en agonía, una industria pesada al borde de la suspensión de pagos, una tendencia clara a la reducción de la inversión extranjera y una caída de pedidos industriales inimaginable hace tan sólo año y medio.
Lo más alarmante: constatar que las cadenas productivas cada vez están más afectadas por la guerra tecnológica y comercial de EEUU. Y lo que es peor, el bloqueo internacional forzado por las amenaza de sanciones estadounidense a todo proveedor o fabricante que venda ciertos componentes o servicios se está ampliando ya a todas las tecnologías críticas. Evidentemente, como ocurre con semiconductores y chips, los primeros dañados son los capitales invertidos en tecnología de los principales aliados de Washington en Asia: Taiwán, Corea del Sur y Japón. Ni hablemos de la UE. Pero, de momento la agresividad del gobierno Biden reduce sus quejas y augurios a la impotencia.
Y aunque a medio plazo el efecto sea de momento contraproducente para las cuentas de resultados del mismo capital estadounidense que inevitablemente sufre desabastecimiento de piezas críticas en automoción y otros sectores, en Washington se entiende que es una batalla estratégica de la que depende poder sostener la hegemonía estadounidense durante las próximas décadas.
Al contrario de lo que vende la propaganda de guerra de EEUU hacia el exterior, no hay que entender este empeño desde una perspectiva exclusivamente militar. No parece que el actual bloqueo a la industria de semiconductores vaya a parar o condicionar el desarrollo armamentístico de Pekín. Los esfuerzos de sobrecapitalización guiados por el estado permiten a la industria tecnológica endógena suplir al ejército con chips de 7nm en cantidad más que suficiente.
La prensa estadounidense es mucho más honesta que la del resto del mundo a este respecto: se trata sencillamente de segar los pies del desarrollo industrial chino a toda costa para mantener a la industria estadounidense con capacidad de crear monopolios globales. Y eso... si que lo está consiguiendo la política de cerco y aislamiento de Biden.
Una estrategia así no puede sino aumentar las tensiones bélicas y el riesgo de un conflicto armado directo entre potencias. Si China ve definitivamente mermadas sus capacidades de desarrollo y afirmación imperialista en el mercado mundial, tiene todos los incentivos para empezar una guerra antes de que sea demasiado tarde y el daño causado haga imposible una victoria más adelante.
La respuesta política de la clase dirigente china
Xi seguido por los nuevos miembros del Politburó
No son por tanto de extrañar las tensiones dentro de los distintos grupos del poder chino ante la creciente presión estadounidense. Sabemos que existen porque desde el pasado mayo el PCCh, el partido-estado en el que se organiza la clase dirigente china, se venía aplicado a acallar y reprimir rumores y cotilleos entre sus propias filas temeroso de que dejar a sus dirigentes espacio de maniobra publica o semipública precipitara una ruptura interna indeseada.
Xi intentó dar tono a los preparativos con un artículo en el que advertía del carácter crítico del momento: «Si no tenemos una perspectiva histórica y una planificación a largo plazo, nos arruinaremos a nosotros mismos», aseguraba. Como recordaron algunos analistas chinos Xi quería insistir en que la competencia imperialista con EEUU es «un largo marathon» desautorizando las posiciones que defienden respuestas que podrían acelerar el curso de conflicto... para el que Xi y su facción no creen preparada todavía a China.
Su discurso de apertura, medido al milímetro en la jerga burocrática característica del partido-estado, señaló, también en sus ausencias, el gran cambio que el congreso venía a reconocer:
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El llamado «período de importante oportunidad estratégica» se da por cerrado, o lo que es lo mismo, se acabó la fase abierta en los 90 en la que el desarrollo del capital chino podía darse libremente sin causar enfrentamientos mayores ni despertar el horizonte de la guerra imperialista.
Nuestro país ha entrado en un período en el que la oportunidad estratégica coexiste con riesgos y desafíos, y aumentan las incertidumbres y los factores imprevistos
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Lo que cabe esperar ahora según Xi es que EEUU y sus aliados -a los que no nombró directamente- viren hacia una estrategia dedicada a «chantajear, contener, bloquear y ejercer la máxima presión sobre China» hasta levantar «tormentas peligrosas».
Pero si el informe de apertura fijaba el diagnóstico, también sentaba las bases de la estrategia a aprobar. El cambio del énfasis en el desarrollo de mercados y reformas por el énfasis en seguridad, como remarcó Xi en su informe, marcaba la pauta: poner la maquinaria del capital chino a toda máquina y rumbo hacia la economía de guerra.
Como comentó al South China Morning Post, Liu Yuanchun, presidente de la Universidad de Finanzas y Economía de Shanghai, la guerra en Ucrania había dado una «profunda» inspiración a la economía china. Christopher K. Johnson, presidente del China Strategies Group y ex analista de política china de la CIA en el New York Times remarcó que el discurso orientaba a la clase dirigente a «fortalecer el sistema porque la probabilidad de conflicto está aumentando».
En la lógica del capitalismo de estado chino, el refuerzo de la tendencia hacia la Economía de Guerra significa básicamente dos cosas:
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El fortalecimiento de la «circulación interior», es decir de la capacidad de la demanda interna (=consumo + gasto público) para sostener la acumulación ante el riesgo creciente de tropezar con mercados cerrados en el exterior. No se trata, ni mucho menos de abandonar el sector exportador, sino de organizar la intervención del estado para paliar los previsibles sustos que vendrán desde el exterior. Es lo que en 2020 llamó ya circulación dual. Como comentamos entonces:
Se fortalece la distinción entre vanguardia (exportaciones) y retaguardia (mercado interno) económicas, con el concepto de circulación dual: dos circuitos mercantiles entre los que el estado mediaría para asegurar un crecimiento acompasado. Se trataría de maximizar exportaciones desarrollando una economía interna flexible capaz de suplir mediante políticas de crédito y demanda los parones y cambios abruptos que el conflicto imperialista produjera en la demanda exterior. El objetivo es evitar así que bloqueos comerciales o tecnológicos, interrupciones en las vías de suministro y conflictos armados desarticulen el tejido productivo interno y alimenten situaciones de inestabilidad.
La soberanía tecnológica y la suficiencia de recursos se convierten en claves para hacer al sector exportador más robusto frente a la guerra comercial y los bloqueos tecnológicos. Desarrollar una industria propia de semiconductores y chips, y entrar en el juego de bloqueos tecnológicos con EEUU pasan a ser objetivos prioritarios. El objetivo de liderazgo global en nuevas tecnologías como la IA pasa a segundo plano. El cambio apunta a una perspectiva no solo de autosuficiencia como destaca la prensa, sino de verdadera ruptura tecnológica y de estándares industriales.
China a 5 y 15 años, 3/10/2020
A la recentralización del poder económico acompaña, como no podía ser de otra manera una recentralización general del poder estatal en torno a las estructuras partidarias y su verticalidad. El juego político entre niveles y sectores se ve ya como un peligro potencial para los retos -lucha de clases en el interior y guerra imperialista en el exterior- a los que esperan enfrentarse en los próximos años.
La famosa entronización o sacralización de Xi Jingpin, tan aireada estos días en la prensa europea y estadounidense por su presunta utilidad propagandística, no es más que el reflejo en las estructuras del Partido-estado de la misma lógica centralizadora intrínsecamente ligada a la Economía de Guerra.
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El desarrollo acelerado del ejército para que sea capaz de ganar una guerra frente a EEUU. No hay que olvidar que una de las bazas principales de Xi frente a sus pares es haber apostado desde su primer mandato por la modernización del ejército y su equipamiento, lo que es visto ahora como profético.
En su informe quedó claro que ahora viene más gasto militar. Todo, pensando en que el cerco estadounidense se materializará, antes o después, en guerras localizadas que el ejército chino deberá de ser capaz de «detener o ganar». Y que debe estar preparado para hacerlo antes de 2027... como muy tarde.
El Ejército debe estar preparado para combatir, y todo su trabajo ha de realizarse teniendo siempre la combatividad como criterio y centrarse en hacerlo capaz de combatir y vencer.
Realizaremos como es debido y sólidamente los preparativos para la lucha militar en todas las direcciones estratégicas, impulsaremos de manera coordinada los preparativos en los ámbitos tanto convencionales como nuevos de la seguridad, desarrollaremos el nuevo modelo de fuerzas de combate y de aseguramiento logístico, desplegaremos el adiestramiento militar a modo de combate real, reforzaremos la utilización de las fuerzas militares, aceleraremos el desarrollo de la inteligencia militar e incrementaremos la capacidad de realizar operaciones conjuntas y la de llevar a cabo operaciones que abarquen todos los frentes, ambas basadas en el sistema de transmisión de información a través de redes, para poder crear situaciones favorables, controlar las crisis y detener las guerras o ganarlas, y para poder hacer todo ello con eficacia.
La respuesta organizativa de la clase dirigente china
Banda musical militar del Congreso del PCCh
El aparato de gobierno del estado chino está formado por un equipo de viceprimeros ministros, coordinados por el primer ministro. Pero es un requisito previo implícito para ocupar el cargo de vice-primer ministro ser miembro del Politburó. Y para llegar a primer ministro, es tradicional ser antes miembro del Comité Permanente del Politburó, del que suelen excluirse a los mayores de 68 años.
Por eso, elegir a los miembros del Politburó y su Comité Permanente era la medida más significativa de este Congreso. Según a quién se eligiera y con qué criterios, Xi demostraría el grado de urgencia y velocidad que esperaba de la implementación de la nueva orientación en marcha y el horizonte que da a su propio mandato.
El resultado apunta a una apuesta contundente a corto plazo y sin embargo de largo aliento: Cuatro nuevos dirigentes jóvenes, que llegan al Comité Permanente desde la gestión del aparato científico-tecnológico y militar llamados a dar un impulso inmediato a la sustitución de importaciones tecnológicas y el rearme... pero que son demasiado jóvenes para ser candidateados como sucesores de Xi.
Pero hay más. El poder del partido-estado es un juego oscurantista de suma cero. Mientras la prensa europea y estadounidense ponía el foco en el triste espectáculo de la salida de un anciano -y nada influyente- Hu Jintao, el presunto delfín favorito de Xi, Hu Chunhua -conocido como el pequeño Hu- quedaba excluido del círculo máximo de poder. Una vez más la lectura es política. La exclusión de Hu Chunhua, artífice de la política de alivio de la pobreza que una vez más fue bandera de Xi, confirma que tras el tercer mandato de Xi, vendrá un cuarto. Y ya está decidido. La clase dirigente china no va a cambiar el equipo al mando. «Vienen tormentas» y no se cambia de timonel en mitad de la marejada.
Por si hubiera dudas, el nuevo Comité Militar desafía las normas no escritas con un nuevo vicepresidente de 72 años, He Weidong, que resulta ser no sólo el padre de la estrategia de modernización armamentística, sino el general al mando de las fuerzas de Fujian, las encargadas de guardar la frontera con Taiwán... o invadirlo. Y por si pudiera parecer una simple casualidad, el presidente del Comité será Liu Zhenli, el único miembro del Comité Central con experiencia de batalla.
La dirigencia china traduce así dos de las urgencias señaladas por Xi: fijar la primera línea de defensa frente a EEUU en Taiwán -caso de una declaración de independencia- y contar con mandos de probaba combatividad y capacidad de acción.
Es decir, tanto entre los cargos políticos como entre los militares, los cambios constatan que vienen unos años marcados por una acumulación de fuerzas acelerada para la guerra. Economía de guerra y militarismo en la interna; desarrollo armamentistico y de la combatividad hacia el exterior con especial atención a Taiwán, el Indopacífico y África.
Conclusiones
Maniobras del ejército chino en Xinjiang
- El Congreso del PCCh, el Partido-estado que organiza a la clase dirigente china, ha orientado el país de acuerdo a un horizonte de conflicto imperialista armado, muy posiblemente de dimensiones existenciales, con EEUU y sus aliados.
- Durante los próximos años China acelerará su transformación en una economía de guerra marcada por el militarismo, es decir, todas las grandes decisiones económicas y sociales se verán supeditadas a las necesidades impuestas por la perspectiva de la guerra.
- Para asegurar la cohesión interna de la clase dominante en unos años de tensiones crecientes y contradicciones violentas a todos los niveles, el Partido-estado refuerza la centralización de su poder colectivo sobre la sociedad y su propia organización interna en torno a Xi Jinping.
- Xi no solo ha recibido explícitamente un tercer mandato, sino también, implícitamente un cuarto. Con el horizonte de una gran guerra fijado en 2027 por sus jerarcas y estrategas, los nuevos equipos dirigirán China durante toda la década actual.