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Cheremnykh, Mayakovski y la iconografía de la revolución rusa

19/11/2019 | Artes y entretenimiento

Ha salido a preventa un libro del Museo Mayakovski de Moscú con 200 carteles de su catálogo entre los años 1919 y 1921.

Se trataba de crear un género nuevo, una actualización de los «lubok», las aucas de ciego de la literatura de cordel rusa, invitando a poetas e ilustradores de las vanguardias artísticas que eclosionaban con la revolución. Los diseños tenían que ser divertidos y asequibles, los textos cortos y fáciles de recordar, casi «cantables». Los primeros se dibujaron a mano y acompañaron a artículos que se enviaban por telégrafo a los periódicos. Pero Cheremnykh era bien consciente desde el principio que la potencia del nuevo medio superaba a la prensa: había que reproducirlos y darles curso independiente.

La necesidad de reproducirlos llevó pronto a incorporar una nueva técnica: la plantilla, que permitía sacar entre 100 y 150 copias de cada uno. Las viñetas se hacían en series de hasta 12 por hoja y se coloreaban en dos, máximo tres, colores. El resultado final se colgaba en marcos y se exponía en alguna de las muchas tiendas vacías que había en las ciudades, protegidos de la intemperie por un cristal y a la vista de todo el mundo. No, el «stencil» no es un invento de la blandenguería cursi del «graffiti» hipster de Banksy y epígonos.

Pronto se unieron decenas de los grandes autores del momento, entre ellos Moor, Malyutin, Rodchenko, Malevich... y casi desde el primer momento Mayakovski. Fue Mayakovski el que captó mejor la idea más potente de Cheremnykh. Las viñetas debían evolucionar para convertirse en un verdadero «diccionario» ideográfico que abarcara todos los temas del momento: las idas y venidas de la guerra civil, la lucha por la desparasitación y condiciones higiénicas, la organización de las requisas... De modo que con telegramas enviados desde Moscú o Petrogrado pudieran cambiarse las consignas y los relatos en todo el territorio controlado por los soviets, desde Petrogrado a Bakú, sin esperar a los periódicos, directamente a los expositores. El resultado fue una verdadera iconografía de la revolución: comprensible, impactante, luminosa, plenamente integrada en su función política, explorando un nuevo modo de representación a la altura del momento histórico que aprovechaba todo el trabajo previo de «vanguardia artística». En la guerra de clases el poeta es una fábrica.

Significaba que las noticias eran enviadas por telegrama, inmediatamente traducidas en carteles, decretos en romances. Significaba que los hombres del Ejército Rojo miraban los carteles antes de la batalla y no iban a luchar con una oración, sino con una consigna en sus labios.

Vladimir Mayakovkski

El resultado fue un diccionario visual de la revolución rusa y su tensión constante con el campesinado que expresa mejor que ninguna otra cosa ese carácter de «revolución permanente», de revolución burguesa hecha dirigida por un proletariado que empuja conscientemente a convertirla en revolución socialista pero que no puede sin el concurso del resto del proletariado mundial al que aguarda... y en espera del cual resiste lidiando como puede con la invasión extranjera, la resistencia del campesinado y la guerra civil organizada por las viejas clases dominantes.

Tenemos que imaginar a Mayakovski viajando de pueblo en pueblo en vagones de soldados del ejército rojo y en carromatos de requisas, cargando con las copias de los últimos carteles. Tenemos que verlo dibujando con sus compañeros sobre un brasero sin carbón. Como él mismo resumió, «sin pinturas, sin papel, sin tradición artística, a diecinueve grados bajo cero y entre el vapor de las estufas». Pero en 1921, desesperada y agotada en la espera, la revolución cortaba en seco su propia tendencia hacia la revolución socialista para ganar un tiempo extra configurando un capitalismo de estado que rehiciera la alianza con la pequeña burguesía campesina: la NEP. El corte en seco se tradujo también en las aucas de ROSTA. Mayakovsvi laconicamente:

Las aucas para ROSTA representaban lo correcto y terminaron cuando las tiendas reaparecieron.