Cataluña y el imperialismo
Ayer la burguesía española desayunaba con una nueva andanada del «The Times», hoy con la presentación del «caso Puigdemont y los jordis» en Naciones Unidas bajo la acusación de haber violado los derechos políticos del ex-president. No le debe coger desprevenida. Hace meses, Gran Bretaña reconoció una oportunidad en el independentismo catalán y utilizó la amenaza de apadrinar el independentismo catalán en la ONU como moneda de cambio con Gibraltar; por si fuera poco el departamento de estado norteamericano dejó inicialmente las puertas abiertas a un «reconocimiento de los resultados» del referendum. Como comentábamos en su día la mera idea de independencia catalana resulta inviable fuera de un marco así.
La única opción que tenía el independentismo para escalar el conflicto era mostrar capacidad de encuadramiento y comprometer en su causa a un imperialismo adverso al eje franco-alemán (¿Gran Bretaña? ¿EEUU?), forzando al estado español a aceptar la derrota o comenzar una guerra. Su modelo llegado a ese punto, ya lo han dicho muchas veces, era el esloveno o el croata.
Tras la derrota que supuso la imposición sin resistencia efectiva del 155, la marcha de Puigdemont a Bruselas bajo la recurrente consigna de «internacionalizar el conflicto» fue seguida de andanadas contra el euro desde el «exilio» que ofrecían al independentismo como bandera de corso de los imperialismos enfrentados a Alemania. Pero aunque el peligro para la burguesía española era obvio, la verdad es que Puigdemont y sus aliados no resultaban fiables para nadie. Siguen sin resultarlo, pero...
Ha proseguido la aceleración del conflicto inter-imperialista que va ligada inevitablemente al Brexit, como hemos visto en todo lo que está ocurriendo alrededor de Gibraltar y que está llevando a una significativa pérdida de control en la región por el estado español.
La guerra comercial con EEUU y la ofensiva franco-alemana en Europa, convierten en elemento de negociación global cualquier conflicto interno europeo dentro del «bloque» alemán en la UE.
Ninguna potencia planea comprometerse al punto de una intervención directa o un apoyo serio a la causa independentista. El objetivo es poner palos en la rueda alemana y, de momento, basta con hacer mohines y poner, hipócritamente, cara de escándalo ante la «ausencia de diálogo» del gobierno Rajoy y la reacción judicial del estado.
Buena parte de la propia burguesía española está reaccionando con un estoico «no hay mal que por bien no venga», consciente de que, más allá de los peligros de fondo, el coste de la situación recae sobre un Rajoy al que el «llarenazo» ha cogido con el pie cambiado. La «vergüenza» ante la imagen internacional acelerará, esperan, la renovación del aparato político y la «injusticia», como en los tiempos de Franco, alimenta el victimismo innato de la pequeña burguesía, haciendo más fácil que le vendan nacionalismo.