Buenos Aires, Ucrania, Jalisco, Irán...
Copa Libertadores. El partido final venía aplazado por las lluvias. Dos mil policías escenificaban «la seguridad». Cuando el omnibus de los jugadores de Boca entraba en el Monumental un ataque a pedradas y con gas pimienta sirvió de señal para el asalto de comercios cercanos y la puesta en marcha de una batalla campal. Suspendido de nuevo el partido por tener a los jugados de Boca en la enfermería, ayer domingo los hinchas de ambos equipos recorrían como zombis una ciudad tomada. Finalmente la suspensión se mantuvo.
La prensa argentina toda hablaba de «vergüenza nacional» mientras la internacional recogía con distintos grados de estupefacción la incapacidad del gobierno porteño para asegurar un partido de fútbol a horas del arranque del G20. ¿Qué había detrás? Las barras, obviamente. Pero bajo ellas las bandas de narcotraficantes, el lumpen organizado. La clave: esas verdaderas franquicias criminales están empoderadas por peronistas y gobierno mediante el reparto de planes sociales que sirven para controlar voto e instrumentalizar políticamente los barrios. Bajo los asaltos y la violencia no hay otra cosa que el viejo y descompuesto aparato político de la burguesía argentina. ¿Alguien quería aguar la fiesta del G20 a Macri?
¿Hacia una guerra Ucrania-Rusia?. En la última semana venía creciendo la tensión en el mar de Azov. El intento ucraniano de cruzar con buques militares el estrecho que habitualmente cruzan los mercantes ucranianos sin problemas propició una respuesta rusa que acabó a cañonazos. Tras declarar el estado de emergencia, el gobierno ucraniano ha dado paso esta mañana a una ofensiva terrestre en el Donetsk. El juego ucraniano en Aral parece haber sido un cebo para llamar la atención internacional y dar cobertura a una nueva ofensiva en las zonas rusófonas ahora ocupadas por un ejército de conveniencia ruso. En realidad no parece que ni Ucrania ni Rusia estén interesadas en una guerra total, pero desde luego hay un beneficiario claro: EEUU. Una guerra, por limitada que fuera, en Ucrania, obligaría a un refuerzo de la OTAN que pondría en jaque el desarrollo de un ejército europeo en un momento clave.
La otra noticia internacional de la mañana es la de las cargas en la frontera entre México y EEUU. El asalto a la frontera era en realidad simbólico. Simbólico para Trump que ha podido mostrar contundencia y determinación frente a la pequeña burguesía xenófoba sin sembrar el campo de cadáveres. Simbólico para AMLO y la burguesía mexicana que presentaban así su argumento para arrancar a EEUU inversiones para el Sur de México. Para quien no ha sido simbólico ha sido para los miembros de la caravana, convertidos en carne de cañón para una representación ajena.
Mientras, bien alejado de las pantallas y las portadas de la prensa occidental, la huelga de masas en Irán sigue extendiéndose por todo el Sur del país. Este fin de semana pudimos ver a los trabajadores de las acerías de Azwad ocupar la ciudad llamando a la extensión de la huelga.
No muy lejos, los campesinos de alrededor de Isfahán se movilizaron en masa para destruir la tubería que les roba el agua de riego para llevarla a Yazd, donde la odiada Guardia Revolucionaria mantiene un reactor nuclear fundamental en la escalada militarista del régimen.
Lo que estamos viendo es cómo el clima creado por la clase trabajadora en su lucha, arrastra a sectores del campesinado en su lucha contra la guerra. No es casualidad que la centralidad de la lucha haya pasado de los trabajadores de la caña a los de las acerías y a los campesinos expropiados por necesidades militares. Conforme se materializa y acerca la alternativa entre guerra y revolución, se recrudece la lucha de clases.