Brexit y el fin de la cohesión institucional de la burguesía
Si el viaje de Boris Johnson a Berlín le sirvió para ganar «treinta días para encontrar una alternativa a la salvaguarda irlandesa», según expresión de Merkel, la ventaja se perdió al llegar a Biarritz cuando Macron la declaró sencillamente imposible. La verdadera alternativa era la que siempre estuvo en el fondo y afirmó de nuevo Trump: abandonar el espacio económico continental y formar un bloque comercial con EEUU. Por eso el verdadero trabajo de Johnson en el G7 fue preparar una rebaja en la factura de salida. Lo importante vendría a la vuelta
En una «última opción», la representación política de la facción «remainer» de la burguesía británica se lanzó a organizar abiertamente el sabotaje del gobierno, su teatrillo negociador y la «entrega de resultados» del Brexit. Sin encomendarse a dios ni al diablo, Johnson respondió con una jugada del manual parlamentario de otros tiempos: pedir a la reina que cerrara el Parlamento hasta el día 14 de octubre. El Brexit a la brava obtenía por fin credibilidad... la libra bajaba bruscamente.
En palabras de Macron, Gran Bretaña daba un paso decisivo para «convertirse en un estado vasallo de EEUU». Pero es que a estas alturas la burguesía británica tiene claro que no tiene opciones de un desarrollo independiente, ni siquiera de una política imperialista independiente, tan solo puede elegir integrarse en alguna de los bandos imperialistas en formación. Los brexiter son los que prefieren convertirse en cola del león americano a seguir como cabeza díscola de un ratón europeo que ya tiene demasiadas.
Pero lo importante de la batalla política británica de estos días es que tanto brexiters como remainers han torcido ya tanto los procedimientos, han sido tan francos a la hora de mostrarse dispuestos a arramblar con la constitución política del estado con tal de dejar al capital nacional en el bloque que apoyaban que han renunciado a la credibilidad y la «magia» democráticas. Hasta para la prensa exterior resulta obvia a estas alturas la descomposición de la burguesía británica.
No es, desde luego un fenómeno británico. La violencia, los navajazos y el juego sucio, se han hecho rutinarios en el juego político interno de buena parte de las burguesías centrales a un punto casi de pre-guerra civil. La erosión es obvia porque como recordaba «El País», para que la farsa funcione y el aparato político de la burguesía pueda colar y legitimarse como voluntad popular, «es preciso dotarle del aire de magia y respetabilidad necesaria, si no saltará todo por los aires». De momento salta por los aires la cohesión institucional de una de las principales burguesías europeas, la primera que fue global y expandió el capitalismo por el mundo. No es irrelevante, no es un detalle menor. Vienen tiempos broncos y de juego sucio en la clase dominante que van a ensuciar la vida social entera... aun más.