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Brecha de género

07/03/2021 | España

Si el juego político fuera sencillamente honesto, por muchas escoras de clase que tuviera, un indicador confuso y que invisibiliza las divisiones sociales más elementales como la brecha de género tendría un uso muy limitado. Sin embargo está en el centro del programa del gobierno español y es una de las principales banderas del 8M. El discurso sobre la brecha de género ha servido para ocultar lo que estaba pasando en el mercado de trabajo y «asaltar los cielos» de los consejos de administración por una parte de la pequeña burguesía femenina. Ahora comienza a mutar... a aún peor.

¿Qué es la brecha de género?

Según el Parlamento Europeo, la brecha de género o mejor, brecha salarial de género es la diferencia que existe de media entre los ingresos brutos por hora de mujeres y hombres. Se basa en los salarios pagados directamente a los empleados antes de deducir el impuesto sobre la renta y las contribuciones a la seguridad social.

De partida, el concepto tiene un gran problema:

Ignora las diferencias de clase. La burguesía corporativa (los directivos y administradores) y la pequeña burguesía corporativa (los jefes) cobran bajo la forma de salarios una parte de su participación en los beneficios. Pero esa diferencia entre rentas del capital disfrazadas como salario y rentas del trabajo, se disuelve en la papilla de las medias salariales, cuando en realidad estamos hablando de cosas radicalmente diferentes.

Un ejemplo de brecha de género

Para entender lo que muestra y lo que oculta la brecha salarial de género nada mejor que un ejemplo a pie de calle: un supermercado de barrio.

Los dueños del supermercado, una pareja, cobran además de sus beneficios, un salario. Él como administradora, ella como contable, además contratan a media jornada a su hija para que vaya aprendiendo, a dos cajeras y a un reponedor-mozo de carga.

Primera cosa: lo que la familia propietaria cobra en dividendos no se computa en la brecha de género. Así que nos concentraremos en los salarios.

Puesto Salario bruto mensual individual
Administrador 3.000
Gestora 1.800
Asistente de dirección
(media jornada) 700
Cajeras 950
Mozo 950

Para calcular la brecha de género sumaremos los ingresos de todos los varones por un lado y los de las mujeres por otro y calcularemos las medias por sexo.

Varones Mujeres
Salarios totales 3950 4400
Número de personas 2 4
Media salarial por grupo 1975 1100

Los números no están en absoluto rebuscados y sintetizan en un ejemplo una situación harto común. ¿Qué nos sale? Aunque todos los trabajadores cobran lo mismo, los 950€ del SMI, la brecha de género es significativa. Es más, si dividiésemos por niveles salariales nos saldría algo muy parecido a los tres segmentos inferiores del gráfico de brecha de género español.

brecha genero por SMI

La brecha real es la brecha de clase dentro de las empresas...

brecha salarial de clase

Lo primero que nos cuentan los datos globales es la evidente brecha de clase, brecha que se ensancha con las políticas de abaratar el despido, que permiten despedir a los trabajadores de buenos salarios y contratar a trabajadores más jóvenes por cantidades cada vez más cercanas al salario mínimo.

El resultado es la famosa evolución en U de la distribución de salarios.

Esto, que como vemos en el gráfico era ya brutal en 2018, se ha agravado a partir del nuevo empellón de la crisis en el que estamos.

Los ingresos salariales del 30% que menos gana se han hundido nada menos que un 10% mientras que los salarios de la pequeña burguesía corporativa y los directivos bajan muy poco e incluso suben, multiplicándose la brecha de clase.

...pero tiene un reflejo -y un multiplicador- por sexos y edades

Este movimiento de despidos de trabajadores de edades mayores para contratar jóvenes más baratos y en teoría mejor formados, tiene un reflejo distinto en los sexos. Lo vimos con claridad brutal durante los primeros años de la crisis de 2009 y la reforma laboral Rajoy. Entre los jóvenes hay más mujeres, así que la brecha de género bajó drásticamente en los grupos de edad donde era mayor: entre 55 y 64 (línea superior) y menos y durante menos tiempo en la franja 25-54 (línea verde-azulada).

brecha de género edades

brecha de género en parcialidad

Y sin embargo... el resultado entre 20 y 64 años (la línea caqui) rebotó a partir de 2014 y solo volvió a descender mínimamente en 2019. ¿Por qué?

Porque muchas mujeres a partir de cierto momento de sus vidas pasan a optar por contratos a tiempo parcial. Contratos que han crecido de la mano de la precarización desde finales de los 80 y esos sí que están muy escorados en función del sexo.

brecha de género doméstica

Entre los trabajadores a partir de cierto nivel de salarios hacia abajo, resulta racional que uno de los miembros de la pareja se dedique total o parcialmente a la crianza: lo que se pierde al cambiar un trabajo a jornada completa por uno a jornada parcial muchas veces se compensa con el ahorro de guardería y gastos asociados... quedando más tiempo para disfrutar de la crianza y de uno mismo.

La pregunta evidente es por qué lo hacen mayoritariamente las mujeres. Si la razón fuera una discriminación social establecida en el mercado de trabajo pasarían dos cosas:

  1. El número de mujeres dedicadas a tiempo completo a la crianza aumentaría al caer los salarios, como pasaba en España hasta los años 70 y en Japón hasta los 90. Pero como vemos arriba no es así. El número total de inactivos por dedicarse a la crianza y el hogar no ha dejado de caer entre las mujeres desde 1989... mientras la participación de los salarios en la renta caía y la natalidad española estaba entre las más bajas y tardías del mundo.
  2. La relación entre los salarios/hora dentro de la pareja sería bien constante a lo largo del tiempo, bien escalaría progresivamente a favor del varón. Sin embargo, esto no es así. Claramente la relación de salarios hora se invierte a partir del primer hijo.

¿Qué quiere decir esto? Que en la mayoría de los casos la decisión de dedicarse a la crianza parcialmente, sacrificando ingresos/hora no es una decisión estrictamente económica. Hay un elemento ideológico que no toca discutir ahora. En cualquier caso es claro es que su influencia en la brecha de género no señala una discriminación por sexo ni en el lugar ni en el mercado de trabajo.

Qué nos cuenta la brecha de género

  1. La burguesía y la pequeña burguesía corporativa están mucho más masculinizadas que los trabajadores, especialmente las cohortes más jóvenes de trabajadores.
  2. Bajo la brecha de género hay una brecha de clase evidente que el indicador oculta, especialmente entre los trabajadores jóvenes de ambos sexos, más precarizados. La diferencia de salarios a favor de directivos y ejecutivos es tan alta que el desequilibrio entre sexos en los puestos de mando medios y altos afecta a los resultados globales de toda la empresa aun cuando los trabajadores sean en su mayoría mujeres y tengan todos el mismo salario, como en nuestro ejemplo.
  3. Conforme los salarios se concentran en los extremos, es decir, conforme crecen los salarios de ejecutivos y directivos (las clases burguesas en la empresa) y los de los trabajadores tienden a concentrarse alrededor del SMI, más se multiplican los efectos clasistas de la brecha de género.
    1. Al tener más incentivos las mujeres burguesas para luchar por puestos de mando (y conseguirlos), la brecha tiende a disminuir arriba.
    2. Al bajar los salarios de los trabajadores la brecha de género tiende a crecer abajo porque resulta más cara la crianza en relación al salario y por tanto más atractivo será un trabajo a tiempo parcial para las mujeres trabajadoras.
  4. El aumento del trabajo parcial a partir del primer hijo en las familias trabajadoras tiene una razón económica -los bajos salarios y el alto coste de la crianza- pero que se refleja como un aumento de la brecha de género no por la existencia de una discriminación fácilmente detectable en el mercado o en las empresas, sino por motivos ideológicos y culturales

¿Para qué se usa la brecha de género?

Si el juego político fuera sencillamente honesto, por muchas escoras de clase que tuviera, un indicador confuso y que invisibiliza las divisiones sociales más elementales como la brecha de género tendría un uso muy limitado. Sin embargo está en el centro del programa del gobierno español y es una de las principales banderas del 8M.

La realidad es que ha servido de consigna de encuadramiento de toda una parte de la pequeña burguesía femenina para asaltar los consejos de administración -es decir, ascender a la burguesía- vistiendo sus aspiraciones de necesidad del conjunto de mujeres. La actual ministra de Trabajo lo dijo con abrumadora contundencia antes de entrar en el gobierno.

https://twitter.com/PodemosCongreso/status/1052202297063665664

Apéndice: Del discurso de la brecha de género al del «igual valor»

Que el discurso de la brecha de género sea central en el feminismo que se traslada a los trabajadores es en realidad una debilidad de la estrategia feminista. Por eso el llamado feminismo de clase y el feminismo en el gobierno -en los gobiernos- están ampliando el discurso desde la brecha de género hacia un nuevo campo, específicamente orientando a los trabajadores. La nueva fórmula es misma retribución para trabajos de igual valor.

Se refieren por valor a una medida de supuesto reconocimiento social que estaría sexificada. Por ejemplo, los trabajos físicos que cobran plus de peligrosidad -y están por tanto más remunerados- suelen ser realizados por varones y ser reconocidos como más importantes.

La limpieza en altura, más pagada por sus riesgos físicos que se miden en muertes y lesiones por accidentes laborales, también estaría más considerada que la limpieza en superficie. La primera tiene una mayoría de varones, la segunda de mujeres. Su valor, para las feministas, sería el mismo a pesar de la diferencia de salarios.

¿Nos proponen eliminar los trabajos peligrosos, que sería lo progresista? No. ¿Igualar el acceso de varones y mujeres a todos los demás trabajos? No. Nos proponen en medio de una de esas casuísticas que tanto les gustan, crear una etiqueta sexual por sector para después bien igualar por abajo -las más de las veces-, o bien elevar por ley los salarios de las mujeres en ciertos puestos haciendo cuotas para evitar que las cambien por trabajadores varones más baratos acto seguido.

En cualquier caso, en vez de igualar, institucionalizan la división sexual del trabajo y avanzan hacia el que siempre fue el objetivo feminista-sindical: convenios diferentes para varones y mujeres, es decir, cavar una zanja entre los trabajadores de un sexo y otro para gobernarlos mejor a su propia costa. Algo a fin de cuentas perfectamente predecible en un movimiento identitarista que siempre repugnó del principio igualitario del movimiento socialista.