Brasil cambia el juego
Después de lo que parece una derrota definitiva de la «estrategia Guaidó» contra el régimen venezolano, los lineamientos imperialistas sudamericanos se realinean, desde Caracas a Buenos Aires en medio de un repunte de la crisis y del cambio de orientación imperialista de Brasil.
El fracaso del tercer intento de la oposición venezolana de asaltar el poder evidenció los límites del nuevo juego imperialista de EEUU: puede ser arrasador en una guerra comercial en múltiples frentes, pero es incapaz de materializar en solitario nuevas intervenciones militares prolongada sin debilitar gravemente el flanco que considera prioritario hoy: la contención de China en el Pacífico. Eso le hace depender cada vez más de unos aliados regionales cada vez más asertivos en sus propios objetivos imperialistas, desde Arabia Saudí a Brasil.
Los últimos episodios venezolanos mostraron también la profundidad y grado de tensión entre las dos principales facciones de la burguesía brasileña en el estado: por un lado el grupo de los «ideólogos» (Olavo de Carvalho, Guedes, etc.) partidario de un alineamiento completo y proactivo con EEUU; por otro los militares, encabezados por el vicepresidente Mourao, que quieren cabalgar la rivalidad entre China y EEUU ganando así autonomía para el proyecto imperialista brasileño en Sudamérica y el África lusófona.
La guerra comercial EEUU-China erosiona cada vez más a una región hasta ahora excepcionalmente «pacífica» gracias a que el «modelo exportador» (semicolonial, le decía Lenin) disociaba la lucha por mercados de las fronteras y la colocación de capitales excedentarios se desarrollaba directamente como una huida constante de capitales hacia las grandes metrópolis financieras. En Chile los datos económicos empiezan a dar señales de alarma: bajan las importaciones de capital y hay una caída seria de las exportaciones. Argentina está tan frágil que empieza a ser considerada con Turquía el principal «peligro global» para los mercados de divisas. La realidad es obviamente inversa: la clase trabajadora ha visto devaluados los ingresos de sus miembros activos por debajo de la línea de pobreza mientras no dejan de aumentar los ceses y despidos en un marco de «caída en picado» del empleo durante el último año. ¿Y Brasil? Primero las expectativas de crecimiento se redujeron al 1,4% ahora se publica que el crecimiento del PIB está en números rojos un -0,2% y que el desempleo está creciendo. El «milagro» Bolsonaro se ha desecho como un azucarillo en la marejada global.
En ese marco, la «reforma de las pensiones», buque insignia del ataque a las condiciones de vida de la clase trabajadora brasileña del bolsonarismo, empieza a encontrar cada vez más dificultades incluso dentro de la clase dirigente local que teme enfrentamientos sociales abiertos si no «se viste» el ataque. Empantanado y cuestionado, el sector pro-americano del gobierno sufre el distanciamiento del presidente... que llega a jugar en público con la idea de un autogolpe de estado como forma de romper la paralización de sus líneas de acción política. Lo paradójico: evidencia frente a la misma facción pro-estadounidense que incluso la salida extrema, requeriría de los militares.
La coyuntura está reforzada por la muestra de debilidad en Venezuela de unos EEUU incapaces de ir por sí mismos más allá de la desestabilización y la guerra económica. Y es inmediatamente aprovechada por la «facción militar», «globalista», del gobierno: Mourao en China muestra el alineamiento con el discurso anti-proteccionista y defiende abiertamente a Huawei en el momento más duro de la ofensiva norteamericana... y a los pocos días un nuevo satélite dedicado al control de la Amazonia -una de las obsesiones del ejército brasileiro- es lanzado en colaboración con China.
Los resultados regionales de la imposición -por el momento- de la línea militar representada por Mourao, son inmediatos: Ayer mismo, Brasil retiraba la invitación a la embajadora de Guaidó y firmaba la compra por adelantado de 2 millones de toneladas de trigo a Argentina, un salvavidas en año electoral para un Macri que sabe que no puede jugar la carrera de armamentos con Brasil e intenta agarrarse al clavo ardiente del imperialismo alemán sin hacer ascos a China ni enfadar a EEUU. Una pista de lo que viene: China le regala tecnología de represión urbana anti-piqueteros.