Boris Johnson y la guerra con Irán
Boris Johnson se encamina ahora hacia Downing Street. Tras ganar la interna tory con el 67% de los votos, dirigirá el aparato político de una burguesía británica profundamente dividida que solo ahora -en mitad de una crisis explosiva con Irán- parece empezar a ser consciente de hasta donde llegan sus propias limitaciones... amenazando con llevar a toda Europa a participar en una nueva guerra por el control de las rutas marítimas del petróleo.
El triunfo de Johnson refuerza la estrategia europea del sector trumpista de la burguesía estadounidense, que le ayudó desde el primer día. Por lo mismo es poco menos que el demonio entre las cancillerías europeas que lo retratan como «un pequeño Trump con el pie en el estribo para sabotear Europa» y que pusieron a hacer horas extra a los servicios para sabotear su campaña cuanto pudieron. Saben que Johnson estudia las maneras de imponer un Brexit duro llegado el caso en octubre y que el «salgan sin pagar» de Trump es algo más que una baladronada. Johnson tiene toda la intención de consolidar un bloque político y comercial con los EEUU a costa de la UE, es decir, de resolver hacia el lado pro-americano la fractura que ha estado bajo la interminable batalla del Brexit desde el comienzo.
Johnson recibe en su plato una primera crisis que parece haber cogido con el pie cambiado al aparato político entero... pero que en realidad es parte del mismo juego del Brexit aunque se juegue entre Gibraltar y Ormuz, en un remedo simbólico del viejo tablero imperial.
Todo comenzó con la detención y secuestro de un petrolero iraní en Gibraltar. Los británicos, hacían valer el bloqueo UE al abastecimiento de contendientes en Siria pero, obviamente todos los agentes lo interpretaron como un apoyo al bloqueo norteamericano a Irán. Entre otras cosas porque el despliegue militar se hacía a costa de un potencial conflicto diplomático con España que no había sido siquiera informada de una operación militar de tal calado en sus propias aguas.
No fue España sino Irán quien entró en furia y amagó con un «ojo por ojo» en aguas del Golfo. La situación se salvó por la presencia en las inmediaciones de un buque militar británico y los británicos, cumplido el gesto hacia EEUU, intentaron inmediatamente desescalar el conflicto ofreciendo soluciones honrosas a los iraníes. Pero el secuestro puso en marcha mecanismos de la política interna de Irán «inesperados»: los guardias de la revolución, verdadero «bunker» del régimen, no podían pasar una situación así para demostrar que son necesarios para el estado y que el camino de las guerras que ellos impulsan es el único viable para un capital nacional iraní acosado por las potencias anglosajonas. Resultado: la captura de un nuevo petrolero, éste británico.
La facilidad del asalto iraní, la angustiosa incapacidad de respuesta del único barco de guerra británico en la zona, su soledad patética... cuando el ex jefe del estado mayor de la Armada británica publica en «The Observer» su balance, es algo más que una llamada de atención. Tampoco pasa desapercibida a amigos y enemigos. A día de hoy Gran Bretaña no puede defender sus intereses imperialistas históricos. No tiene para pagar los costes. Si, claro, las cifras «no van mal», tiene un récord de empleo -a costa de un record de subempleo, salarios miserables y pobreza- pero el capital británico no tiene capacidad para mantener la estructura militar global que es necesaria para defender unos intereses imperialistas esparcidos por los siete mares.
A nadie se le escapa lo que éso quiere decir en términos de la pelea del Brexit. Europa no tiene un ejército así, no es un aliado comparable a EEUU. May, no se marcha sin dejar antes un «regalo» a las potencias europeas: la oportunidad de desmontar el argumento enviando una coalición militar europea al Golfo. Y Europa se lanza con armas y bagajes... no para defender su abastecimiento petrolero, no: para seguir jugando la partida del Brexit.
Evidentemente para Johnson será más difícil un Brexit a la brava que suponga poner en riesgo el abastecimiento petrolero. China, que sigue la jugada muy de cerca y parece ligeramente decantada hacia la UE, augura dificultades entre una Gran Bretaña en Brexit y los EEUU de Trump. También los rivales internos de Trump. Pero en cualquier caso, lo que estamos viendo es cómo, en un entorno imperialista cada vez más agresivo, una respuesta lleva a otra y sin aparente interés directo, toda Europa acaba involucrada en una situación que no deja de estar a un paso de la guerra. ¿La lección para los trabajadores? No hay país «seguro». Nos digan lo que nos digan, no hay opción de quedar al margen. La extensión de las rivalidades imperialistas que los telediarios tratan de refilón en España, Portugal, Argentina, Chile o Marruecos nos afectan directamente y en cualquier momento lo que hoy nos presentan como una anécdota, se convierte en algo mucho más siniestro.