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01/08/2019 | Gran Bretaña

Desde los orígenes de su expansión naval, las clases dirigentes británicas han cubierto de fake news y estratagemas publicitarias sus armadas y contra-armadas. Esta vez no se esperaba otra cosa.

La planeada armada europea en Ormuz se ha disuelto como un azucarillo antes de cruzar el Mar Rojo a la primera señal de que los británicos colocarían al mando a... EEUU. Así las cosas, las cancillerías europeas han ido retrayéndose de la oferta original una a una. Las cosas han cambiado mucho desde la segunda guerra del Golfo: EEUU, con todos los frentes abiertos, solo puede jugar la carta militar forjando «bloques regionales» militares por temporales que sean... lo que significa tener que abortar en Venezuela si Brasil se desmonta pero también que una vez puesta en marcha la máquina de guerra las posibilidades de que se desboque se multiplican. Y en el Golfo, con Arabia Saudí y Emiratos en una mano y con Israel en otra haciendo juegos de guerra conjuntos en Alaska la apuesta es casi temeraria.

Por eso Francia y Alemania no solo quieren dejar claro que la tracción coercitiva de EEUU sobre sus «aliados» de la UE ha quedado en el pasado, temen verse involucrados en una guerra directa en la que no tienen nada que ganar en términos imperialistas.

La clarificación de ejes y alianzas imperialistas en el Golfo es solo una proyección de lo que está pasando en el interior de la clase dominante británica. El gobierno de Johnson representa el triunfo e imposición final de la facción pro-EEUU de la burguesía británica. Y los EEUU trumpistas no ocultan su implicación en la apuesta con una pasión solo comparable al odio canino de los «socios europeos» con Barnier a la cabeza y... asiáticos.

No es casualidad el tono y contenido bélico del despliegue de las políticas brexiters: presupuesto extraordinario de guerra, plan de apertura de puertos francos y, cómo no, propaganda patriótica masiva que ha de resarcir de paso, a los aliados periodísticos de Johnson y alinear a dudosos. Hoy mismo, el autodenominado «gabinete de guerra», lanzaba gritos bélicos (¡We stand united!) mientras Johnson pateaba Belfast consciente de que el Brexit pone sobre la mesa, de paso, una nueva guerra sucia y/o un referendum... o dos.

Lo que estamos viendo es el desgarro, acelerado por la crisis, de las líneas de ruptura del antiguo «bloque occidental». Líneas que rompen alianzas comerciales de décadas y caldean fronteras que se habían difuminado durante el último medio siglo. El Golfo pérsico y la frontera anglo-irlandesa se descubren ahora como un continuo. En un siniestro automatismo Gibraltar y Ormuz, Alaska y Kineret resultan ser puntos reflejos. Ni siquiera durante la crisis ucraniana la guerra estuvo tan cerca del corazón europeo. Y es que, desde 1992 no se había movido sobre el tablero imperialista una pieza tan importante como Gran Bretaña. Y precisamente por eso, en Europa, los trabajadores estamos cada vez más cerca de la primera línea: para acabar triturados con naciones y bloques o para acabar con ellos.