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Boric presidente de Chile ¿Algo que celebrar?

20/12/2021 | Chile

Gabriel Boric será el nuevo presidente de Chile. La prensa global y la izquierda saludan hoy una nueva etapa en la historia chilena. ¿Es para tanto? ¿Qué significa para los trabajadores en Chile y en América del Sur?

¿De dónde viene todo ésto?

Revuelta social en Chile tras la subida de los precios del transporte público. Punto de arranque de la renovación del aparato político que ahora lleva a Boric a ser presidente de Chile.

En octubre de 2019 se produjo un estallido de protestas a partir de la subida del precio del transporte público. Lo que empezó siendo un movimiento estudiantil que expresaba, sobre todo, el impacto del nuevo empellón de la crisis sobre la pequeña burguesía, amenazó pronto con convertirse en una movilización general en la que los trabajadores afirmaran abiertamente sus propias bases y necesidades.

El gobierno Piñera reaccionó rápidamente con las primeras concesiones y promesas de cierto alcance en 30 años, mientras la pequeña burguesía, los sindicatos y la izquierda del aparato político, con el discurso de la «transversalidad», contuvieron -y a veces reprimieron- cualquier expresión autónoma de los barrios obreros y las plantillas en las empresas.

El movimiento en pinza, tan espontáneo como orgánico, se transformó en un proceso de reorganización general del aparato político bajo la forma de una reforma constitucional. Un producto por cierto, de la iniciativa de Boric.

En octubre de 2019 [Boric] salió otra vez a la calle, para participar de las revueltas sociales que hicieron tambalear al Gobierno de Sebastián Piñera. Y entonces se produjo el quiebre, el gran salto a la política. Boric mantuvo en el Congreso una conversación con el senador de derecha Juan Antonio Coloma y acordó como salida a la crisis cambiar la Constitución de Augusto Pinochet, vigente desde 1980. Su decisión, personal, arrastró al Frente Amplio a firmar el 15 de noviembre un acuerdo con todas las fuerzas políticas para convocar a la elección de una Asamblea Constituyente.

El País, hoy

La renovación del aparato político se encauzó así definitivamente, retomando brío y ganando una credibiliad cuyo punto álgido hasta ahora ha sido el referendum para la reforma constitucional de octubre pasado.

Un gran éxito para la burguesía chilena que consigue reavivar la legitimidad del estado tras un año de algaradas y revuelta. El férreo control ideológico de la pequeña burguesía transversalista ha sido tan efectivo, ha sido tan útil para que el estado recuperara el paso perdido, que hoy la prensa se puede felicitar de que incluso el desgastado aparato político, originalmente descolocado por las protestas, goce de tan buena salud.

La estéril fiesta de la revuelta transversal, que nunca logró deshacerse de las banderas nacionales e interclasistas para tomar banderas de clase, se convierte ahora en primer acto de una fiesta de la democracia que acabará, indefectiblemente, en nuevos sacrificios por la patria. El señor Larraín y ahora, incluso el reticente señor Sutil respiran tranquilos sabiendo que sus objetivos de rentabilidad serán pronto objetivos en defensa de la democracia y de la nueva constitución que se dieron todos los chilenos.

Estado de alarma, referéndum chileno, devaluación argentina… 4 breves para arrancar la semana, 26/10/2020

¿Qué significa el triunfo de Boric en la interna de la burguesía chilena?

Boric en el cierre de campaña para las presidenciales

El remozo del aparato político del estado y el capital chileno abierto por el referendum de reforma se consolida, para empezar porque a esta segunda vuelta no llegaron candidatos ni de la Alianza ni de la Concertación, las coaliciones que gobernaron Chile después de la dictadura pinochetista.

El triunfo de Boric significa que la nueva izquierda (Frente Amplio + PCCh stalinista) toma el rumbo de la fase definitiva de las reformas, inscribiéndolas como culminación de una serie de movimientos «generacionales»: la «Revolución pingüina» de 2006, las movilizaciones estudiantiles de 2011 -que hicieron de Gabriel Boric y Camilla Vallejo figuras públicas nacionales- y, por supuesto, el estallido a partir de la subida del transporte en octubre de 2019.

Estos movimientos estudiantiles expresaban las contradicciones de la herencia pinochetista... para la pequeña burguesía y sus aspiraciones de ascenso social; fueron los que pusieron el dedo sobre la llaga del endeudamiento generado por las matrículas universitarias y la incapacidad de la economía chilena para generar colocaciones para la masa de egresados que salía de la Universidad.

Con una enseñanza superior privatizada y cara, la deuda estudiantil se ha convertido en el elefante en la habitación del sueño neoliberal chileno de ascenso social a través de los estudios. Un elefante de 7.657 millones de dólares al que se invisibiliza -imposibilitando hacer pública la morosidad individual por ejemplo- pero al que no se enfrenta.

Estado de emergencia en Chile

¿Qué significa el triunfo de Boric para los trabajadores en Chile?

Huelga portuaria en Chile en noviembre de 2020

Al haberse consolidado esta línea con la elección de Boric como eje para contar la historia reciente chilena y el colapso del régimen, la inevitable ampliación de «la grieta» entre la pequeña burguesía pinochetista y la «progresista» puede presentarse bajo el bálsamo del conflicto generacional, acentuando de nuevo la transversalidad de las nuevas ideologías de estado que traen consigo el nuevo presidente y sus apoyos: autonomismo regional, feminismo, ecologismo, elementos de indigenismo...

Es decir, el triunfo de Boric va a suponer un bombardeo ideológico permanente en el que los «movimientos populares» se van intentar convertir en encuadramientos para la «modernización». Los trabajadores en Chile van a experimentar algo muy parecido al sanchismo: recortes y ataques vestidos de «justicia social» y toneladas de patriotismo de izquierda para «poner al día» a un capital nacional que sigue siendo fundamentalmente semicolonial y no tiene fuerzas para convertir la bonanza del cobre producto del Pacto Verde en una nueva forma de inserción en el mercado mundial que asegure su sostenibilidad.

¿Qué significa el triunfo de Boric en el juego imperialista regional?

Mar de Hoces y Malvinas

Hasta ahora, con matices en los gobiernos de la Concertación y a tumba abierta en los de la Alianza, el estado chileno ha sido el principal vector del desarrollo belicista en América del Sur. Durante los últimos años el gobierno de Piñera ha intentado configurar, con modos cada vez más agresivos, una cierta hegemonía regional utilizando tres herramientas: la alianza con el Brasil de Bolsonaro, el grupo de Lima y ProSur.

Principal animador de Colombia y Brasil para invadir Venezuela, Piñera, asegurado por la pinza con Bolsonaro, Duque y hasta hace un año Trump, ha tensado las relaciones con Perú, Bolivia y Argentina a un punto que era desconocido desde tiempos de la dictadura mientras apuntaba peligrosamente hacia la militarización del propio territorio chileno.

Sin embargo, el lugar en el que de manera más peligrosa se están concentrando las tensiones imperialistas globales es en el Sur, en el Mar de Hoces... que en la distribución territorial chilena coincide con Magallanes y Antártica, la región natal de Boric a la que representaba hasta ahora en el Congreso.

Es muy posible que aquí veamos una cierta distensión en la relación con Argentina, al menos en un primer momento. Distensión que, seguramente, abra la puerta a grandes inversiones financiadas por China para conectar ambos países.

Pero no nos engañemos, en paralelo, el nuevo gobierno reforzará el nuevo perfil de Chile como guardián de los pasos australes: a veces garante, a veces regulador de la conexión entre Asia y el Atlántico Sur, afirmándose tanto frente a Argentina en la disputa territorial como frente a las potencias anglosajonas, cada vez más activas desde Malvinas, que juegan cada vez con apuestas mayores y más agresivas.

Porque Boric y sus aliados del PCCh si son algo es «patriotas», es decir, defensores a ultranza del capital nacional. Van a moldear las alianzas internacionales del capital chileno a favor de un nuevo posicionamiento estratégico, no a enfrentar sus ambiciones imperialistas. Los ejes previsibles de la nueva política exterior pasarán por la puesta en valor del Sur, seguramente por un aumento de las inversiones en Bolivia y con certeza por un intento de aprovechar el colapso de Mercosur a favor de las exportaciones y capitales chilenos.

Para ello, dependiendo de los resultados electorales y los cambios de gobierno en Argentina, Brasil, Perú y Bolivia, utilizarán más o menos los reaccionarios y altisonantes discursos de la «Patria Grande» o resucitarán el UnaSur de Lula y Bachelet. Y en la global reanimarán los lazos con la UE o con EEUU según venga la mano táctica.

Es decir, el triunfo de Boric marcará un cambio de alianzas menos dramático que el que hoy quiere ver la prensa europea. Y en ningún caso pondrá freno ni a la carrera de armamentos regional en marcha ni al agravamiento de tensiones regionales azuzado por potencias globales.