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Bolsonaro Presidente

29/10/2018 | Brasil

Jair Bolsonaro se ha impuesto con amplitud en la segunda vuelta de las presidenciales. Se confirman, ya en el análisis de resultados y las primeras declaraciones de todas las partes, el análisis que hicimos en la primera vuelta y se apuntan tendencias cada vez más preocupantes.

Bolsonaro es la materialización brasileña de la revuelta de la pequeña burguesía que hemos visto dinamitar el aparato político de la burguesía en medio mundo. Su mala relación con «la Folha de SP» y el triunfo arrasador del PSdB en Sao Paulo confirman el disgusto con que el capital financiero y multinacional brasileño ve el ascenso a la presidencia del militar.

Que su base electoral en Rio haya sido decisiva confirma que sus dos principales vectores de enganche son el pánico a la ‎lumpenización‎ masiva y la desilusión de los sectores de la clase trabajadora que habían sido encuadrados por un PT ligado al aparato económico del estado -en especial el todopoderoso monopolio petrolero estatal- y sus corrupciones. El PT está tan podrido que ni siquiera ha sido capaz de encabezar el ticket antifascista con éxito y muchos dudan ya de su futuro. Bolsonaro no deja de haber recibido el «aval inverso» del lumpen organizado: el Comando Vermelho «prohibió» su propaganda en las favelas y amedrentó a sus activistas y el Primeiro Comando da Capital acabó intentando asesinarle.

Es inevitable que un cierto dejavu levante las sospechas y defensas de la burguesía paulista. ¿Un militar nacionalista y golpista que gana unas elecciones destrozando al aparato político corrupto de la burguesía nacional? Ya lo vimos antes... en Venezuela. Por eso Paulo Guedes, un Chicago-boy, ha sido su gran avalista hasta el momento mismo de la proclamación de resultados. Bolsonaro garantiza a la burguesía que hará su programa... el mismo que quiere la clase dirigente en todo el mundo: reforma tributaria y ataque a las pensiones.

A los trabajadores brasileños les viene una nueva oleada de ataques frontales. Temer ya le ha ofrecido llevar al Parlamento la reforma de pensiones durante el periodo de transición de poderes. Hay prisa: el rechazo a tocar las pensiones es mayoritario y aprovechar la confusión post-electoral de los trabajadores puede ser una táctica decisiva para la burguesía brasileña.

A diferencia de Chaves, Bolsonaro no se apoya en la pequeña burguesía emergente de la gestión petrolera, sino en el pequeño comercio, y sus aliados en el poder económico no están entre los financieros, sino entre los ruralistas. Por eso es un facho de libro. Y por eso ve Mercosur y las condiciones sobre las que se negocia un espacio de libre comercio con la UE como un peligro. Las primeras declaraciones tras los resultados, el miedo explícito de la burguesía argentina y la actitud defensiva de la uruguaya son una parte del cuento. La otra: las connivencias con Piñera y la derecha chilena y el rechazo de China. El resultado: Bolsonaro pretende dinamitar desde dentro Mercosur y apoyarse internacionalmente en quienes quieren dinamitar el proyecto europeo alemán: Italia, Hungría... y EEUU.

Unamos el rediseño de alianzas imperialistas con el ‎militarismo‎ evidente del candidato y su entorno. La carrera armamentística que teme Macri y la desestabilización de Bolivia y Venezuela entran de lleno en la agenda, precisamente porque, aun, «no toca» una guerra. Eso sí, Bolsonaro va a ser clave para sentar a medio y largo plazo las condiciones que la harán inevitable.

En ese marco de ataques crecientes a los trabajadores, militarización de la vida social y tensiones imperialistas, Bolsonaro va a alimentar inevitablemente el ‎antifascismo‎ del «ele nao» dentro y fuera de Brasil. A los trabajadores brasileños les viene aun más aislamiento y toneladas de nacionalismo democrático. Pero tanto para ellos como para el resto, apoyar a los sectores «democráticos» del capital brasileño o a las potencias vecinas -sean Argentina, Bolivia o Venezuela- es colocarse como carne de cañón disponible para la guerra futura y aceptar los mismos «sacrificios» por el capital nacional que Bolsonaro viene a imponer. No «es él», es el capital nacional el que empuja hacia la ‎pauperización‎ y la guerra. No es un frente común con la misma burguesía que ha sido incapaz de evitar el colapso de su sistema lo que puede ofrecer una alternativa, sino la ‎ defensa de las necesidades humanas universales‎ que solo es posible en ruptura con el nacionalismo, en Brasil, en Venezuela, en Argentina y en todo el mundo.