Biden pisa el acelerador... hacia la guerra
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Biden quiere cercar a China y Rusia
Biden participó ayer en la cumbre virtual de la UE. Su mensaje: impulsar un frente común contra China y Rusia y reorganizar la OTAN para proyectarla hacia el Índico y el Pacífico en alianza con el QUAD (India, Japón, Australia y EEUU). El presidente estadounidense es claro, casi obsceno, sobre los objetivos de este cerco de alianzas militares: evitar que China se convierta en el país más rico del mundo, es decir, ganar la competencia imperialista entre las dos potencias.
Las nuevas sanciones a China a cuenta de la represión contra los uigures, secundadas por la UE y Gran Bretaña, son parte del mismo juego que ya vimos en las conversaciones de Alaska: colocar a China ante una situación en la que cualquier intento de conciliación se confundiría con sometimiento... abriendo la veda para nuevos conflictos y debilitando su capacidad para disciplinar a sus propios aliados. Pero una situación también en la que plantarse o responder, por tibiamente que sea, le llevaría a dinamitar sus propios intereses imperialistas.
Así, la imposición de sanciones por parte de China en represalia a la UE y Gran Bretaña solo significa dar vía libre a los aliados más fieles a EEUU dentro de la UE para que intenten evitar la puesta en marcha del acuerdo de inversiones que laboriosamente habían conseguido sacar adelante Merkel y la diplomacia de Pekín. El inevitable acercamiento chino a Rusia golpea a Alemania además por la puerta de atrás, limitando aun más su capacidad para resistir a las presiones estadounidenses contra el Nord Stream 2.
China, viendo como la soga se cierra rápidamente sobre su salida a mercados, se aplica de momento a intentar acelerar la puesta en marcha del RCEP, el tratado de libre comercio del Indopacífico, antes de que sea demasiado tarde y la estrategia estadounidense asfixie ese 8,1% de crecimiento que espera este año. Mientras, intenta retrasar o al menos moderar la reconversión de la OTAN enviando a su ministro de Defensa de gira por la UE durante un mes.
Con un anillo no solo de alianzas sino de guerras y puntos calientes
Pero para Biden no se trata solo de contener un eventual expansionismo chino. La estrategia Biden hacia China se está centrando en azuzar las contradicciones y conflictos entre el gigante y sus vecinos en el Pacífico para convertir las fronteras chinas en un anillo de puntos calientes.
En Taiwan, EEUU presenta como inminente una invasión desde el continente e impulsa el rearme masivo del estado isleño, presionando además a Japón para involucrarse en la defensa de la isla. Todo mientras intensifica el bloqueo tecnológico a Pekín -que ahoga su industria electrónica- con el gobierno Taiwanés aplicándose a reprimir la fuga de ingenieros.
En Corea del Sur, EEUU ha aceptado sacrificar parte de la factura que Trump pretendía cobrar a Seúl por mantener sus tropas -y que la burguesía coreana sostiene y paga como mal menor- con tal de arrastrar el país a una posición más beligerante frente a China. De momento Biden parece haber impuesto al presidente coreano el abandono de la consigna de desnuclearización total de la península coreana. La eventual desnuclearización del Norte ya no significaría una desnuclearización del Sur. Biden quiere una Corea del Sur integrada en el QUAD con armas nucleares controladas por EEUU apuntando a China.
Seúl por su lado intenta escabullirse de cualquier encuadramiento demasiado amenazante para China, donde sus grandes grupos industriales tienen inversiones masivas y proveedores clave. Y teme además que el incremento de tensión acabe traduciéndose en que Pekín de manos libres a Corea del Norte para desestabilizar la península.
Tres cuartos de lo mismo en Filipinas. EEUU está empujando a Manila a movilizar su armada en el Mar de China Meridional en zonas altamente militarizadas y en disputa, mientras ampara la venta de misiles indios al gobierno de Duterte.
Y por supuesto... Birmania.
Pero tiene un punto débil: Oriente Medio
La estrategia Biden es bastante clara: cercenar el desarrollo tecnológico chino yendo más allá del bloqueo de Trump y mantener al capital chino encerrado en su área de influencia más estrecha a base de un rosario de conflictos y amenazas en el Índico, el Pacífico y su frontera Sur. No hay separación entre lo militar y lo comercial, es imperialismo de libro, franco y abierto por todas las partes involucradas.
Pero la estrategia Biden tiene un punto débil: el presupuesto. Solo la armada le está pidiendo 27.000 millones extra para mantener la presión. Por eso los analistas asiáticos dicen que el giro hacia China comenzado por Obama y Trump solo puede desarrollarse en el sentido que pretende si EEUU consigue salir de Oriente Medio. Y eso comenzaría por un acuerdo estable con Irán como el firmado por Obama y una salida de Afganistán como la intentada por Trump... dando por hecho que no se reavivará la guerra de Siria.
De ahí el mensaje de Pekín hoy mismo invitando a Biden a retomar negociaciones con Irán. No es una oferta, es una advertencia. Irán está en pleno esfuerzo armamentista mientras asegura -y comienza a rentabilizar económicamente- sus posiciones en Siria y Líbano. Un acuerdo sobre bases reales es difícil. Y sería relativamente fácil para Rusia y China sabotearlo.
Por otro lado, los principales contenedores de Irán, la alianza de los pactos de Abraham (Emiratos, Israel) y Arabia Saudí, que lo vieron muy claro con Trump, no acaban de tener una perspectiva clara con Biden. Y tienen prisa. Sienten la amenaza iraní cada vez con más violencia mientras la crisis y el Pacto Verde destrozan sus tradicionalmente holgados presupuestos estatales. Ellos también quieren un desarrollo militar-nuclear... y están pactándolo con Rusia, que entre su papel como aliado de la OPEP y su peso en Siria empieza a recuperar talla imperialista global.
E inflama la guerra en las fronteras de Europa
Por eso, entre otras cosas, Siria es cada vez más una tentación para Biden. Si deja que se consolide de nuevo El Assad, Rusia e Irán ganarán una salida al Mediterráneo y más peso tanto en Europa como en Oriente Medio. De ahí la última jugada de Erdogán: ofrecer a Berlín, Bruselas, París y Washington un beneficio máximo con un costo mínimo. Dicho de otro modo: Turquía ofrece mantener la guerra abierta a cambio de apoyo económico y político... y que EEUU y Francia se olviden de una vez de su alianza con el YPG-PKK turco.
Ayer mismo, en la cumbre virtual con la UE, Biden pedía a los dirigentes europeos que le dejaran liderar la relación con Erdogan. Pero la verdad, es que las conversaciones entre Washington y Ankara no avanzan. Tampoco es fácil por mucho que Turquía intenta al mismo tiempo allanar el camino con Egipto y Francia.
La cuestión, una vez más, es el patronazgo turco de los Hermanos Musulmanes. Egipto exige a Ankara un fin inmediato del apoyo turco a la fraternidad en su zona de influencia. Francia acusa a Erdogan de injerencia electoral. Y Erdogan... se descubre defensor del islamo-izquierdismo, es decir de la relectura del separatismo de los Hermanos en clave racialista siguiendo el modelo del racialismo estadounidense.
El imperialismo no puede autocontenerse
Mientras la guerra y la barbarie siguen desarrollándose en Etiopía, el Sahel, Somalia, Mozambique... con una violencia brutal y creciente que refleja el empecinamiento de las potencias que las alimentan y la desesperación y división al alza de las burguesías de cada vez más países semicoloniales. La madeja de intereses contradictorios sigue liándose y llamando a todos los aspirantes a potencia global a involucrarse aun más: desde Emiratos a Rusia... y por supuesto EEUU y China.
La idea que los propagandistas europeos y estadounidenses difunden según la cual la estrategia Biden contra China sería un juego de contención y por tanto estaría él mismo contenido, sin peligro real de escalada a un conflicto generalizado, resulta evidentemente falsa.
Hoy para desarrollarla, EEUU tiene que optar entre pisar el acelerador del gasto militar y la intervención directa o apoyar y azuzar conflictos por todo Asia, el Mediterráneo y África. Optará probablemente por la segunda vía. Incluso en Sudamérica y el Caribe, las tensiones inter-imperialistas van al alza. A medio plazo, a partir de 2027, incluso los estrategas chinos cuentan con que las fuerzas que impulsan la generalización de la guerra puedan desbocarse y producir un salto cualitativo.
No, no hay capitalismo ni imperialismo autocontenido. Solo se le contiene enfrentándolo y derrotándolo.