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12/06/2018 | UE

¿Qué son los trabajadores migrantes?

Refugiados sirios intentan salir de Croacia camino de Alemania.

Para la burguesía europea los migrantes y refugiados son, ante todo, mano de obra barata útil para ser importada en «contingentes» y aumentar la menguante tasa de ganancia. Lo vemos en sectores como la Sanidad y los cuidados en todo el mundo. Hoy mismo el ministro alemán de Sanidad avanzaba la «importación» de 13.000 cuidadores filipinos para evitar el «colapso» del sistema alemán de asistencia sin incrementar sensiblemente sus costes. Merkel en su discurso de investidura ya dejó claro que necesitaban aumentar la base de trabajo sin poner en peligro el orden social y los refugiados sirios eran estupendos porque, a fin de cuentas, no es lo mismo discutir las condiciones del trabajo que la «inclusión del Islam».

Trabajadores recogiendo sandías en un invernadero. Ellos no son campesinos, son obreros agrícolas. El campesino es el propietario.

Para la pequeña burguesía agraria, pero también para la pequeña burguesía comercial de origen migrante, disponer de masas de trabajadores «irregulares», «sin papeles», ha supuesto una oportunidad para que una explotación brutal le permita competir y acumular en mitad de la crisis. Tan brutal que el propio estado ha de intervenir para evitar las inestabilidades de la «competencia desleal» cuando pasa de determinados límites. Tan efectiva que ha permitido un «boom industrial» en regiones que hasta ayer, en el Sur de Italia o el Levante español, eran turismo e invernaderos.

Columna de refugiados sirios cruzando Europa a pie.

Para la pequeña burguesía urbana y de estado en proletarización acelerada, en cambio, el inmigrante es una amenaza, un competidor por rentas y ayudas estatales, un recordatorio permanente de «hacia donde pueden caer». Los migrantes son la imagen de una evolución del capitalismo que les condena a ser una clase reaccionaria, que pone en cuestión su «identidad» y por eso responden con identitarismo.

Migrantes africanos rescatados en el Mediterráneo.

Para los estados son un arma de guerra. Lo hemos visto, sin ir más lejos, en el incremento de tensiones entre Turquía y Grecia. Para Erdogan violar constantemente el espacio aéreo es menos efectivo que dejar pasar 2.000 emigrantes al mes hasta las costas griegas. Y mandar buques de guerra al Egeo pone menos en jaque al estado griego que una «pausa» en la aceptación de deportaciones en la frontera. Dicho de otra manera: para los estados, los migrantes y refugiados, son también «proyectiles» y objetos de intercambio en sus negociaciones.

Salvini vs Alemania

Salvini: «Liberémonos [de los inmigrantes y de Alemania] y repartamos»

La coalición de partidos que representan la revuelta de la pequeña burguesía italiana, tomó originalmente un contenido de «liberación nacional» anti-euro... del que se tuvieron que deshacer para poder formar gobierno. De las tres consignas de la Lega («liberémonos» -de los alemanes- «paremos la invasión» -de inmigrantes- y «repartamos» -ayudas públicas a la pequeña burguesía en proletarización), la primera tuvo que quedar para más adelante. Las otras dos, se materializaron en sendos cargos de vice-primer ministro para Salvini (Lega) y di Maio («5 Stelle»). En principio di Maio se quedaba la parte electoralmente más jugosa: la política social y de trabajo, capaz de crear amplias redes clientelares en el Sur. Salvini, a cargo de Interior necesitaba jugar fuerte para consolidar su poder. El objetivo: ganar liderazgo sobre la pequeña burguesía y peso propio en el juego europeo. La palanca a su disposición: la inmigración. Primer golpe: anunciar una deportación tan masiva como materialmente imposible y tirar el reglamento europeo sobre migraciones. Resultados: una movilización de sus bases sociales y un triunfo electoral que le refuerza dentro del gobierno de coalición. Siguiente paso: «Operación Aquarius».

En realidad Salvini es mucho más inteligente de lo que los medios suelen pintarnos. No juega simplemente a cerrar los puertos italianos a los barcos de las ONGs. Juega a partir del hecho de poder hacerlo siempre que no rechace socorrer a los náufragos y los barcos de rescate. Y a partir de ahí crea un caso. Clama que las ONGs e incluso los barcos de rescate europeos, «colaboran» en el «tráfico ilegal de personas», produciendo una «verdadera invasión» en Italia de la que nadie se quiere hacer cargo. La realidad es que la precariedad en que cada vez más personas cruzan el Mediterráneo desde Libia pone en peligro tantas vidas que los rescates de las embarcaciones de las ONGs y de los propios estados se realizan cada vez más cerca de las costas de aquel país en descomposición. Los dos países UE más cercanos son Malta e Italia. Pero Malta se niega a recibir refugiados. Permite eso sí el repostaje. Cargados de náufragos y pertrechados con combustible y raciones mínimas, los barcos llevan a los migrantes a puertos italianos.

Refugiados guineanos intentando cruzar los Alpes para encontrar trabajo en Francia.

Por supuesto, la UE lleva tiempo prometiendo a Italia «solidaridad» en los costes y en la distribución de emigrantes. Pero es uno de los temas que fracturan al propio gobierno alemán e incluso a «die Linke», no hablemos ya de los bloques internos de la UE. La pequeña burguesía está de revuelta en toda Europa y eso genera un indiscutible ambiente xenófobo y particularista, pero también parálisis política a las burguesías del continente. A la hora de la verdad, Alemania y Austria blindan cada vez más sus fronteras «internas» y Francia, con leyes cada vez más duras contra la inmigración, ha puesto su parte para convertir la frontera con Italia en un escenario dantesco de trabajadores migrantes en condiciones inhumanas. Decenas de miles de personas se hacinan hoy en precarios campamentos o vagan en la miseria por todo el continente.

Rescate de los náufragos hacia el Aquarius.

Salvini, al rechazar que el Aquarius, un barco de socorro, desembarque a los naufragos, está forzando la mano de Alemania y colocando la pelota en el tejado de Juncker. Pero sabía que no podía aguantar demasiado tampoco. La muerte de decenas, quizá cientos de personas en alta mar hubiera sido fatal para él. Mientras ponía cara de póker apostando la vida de cientos de personas, preparaba barcos de avituallamiento y chequeaba puertos de último recurso. Cuando ya habían incluso anunciado uno... aparece, providencial, Pedro Sánchez. Salvini clama victoria. ¿Cómo no? El Aquarius ha sido su particular «crisis de los misiles» contra el poder alemán en la UE y ha salido airoso gracias al más inesperado de los aliados.

Sánchez, su hipocresía y la UE

La cubierta del Aquarius ayer

La debacle de la cumbre del G7 ha llevado a Merkel a arrepentise públicamente de haber puesto palos en la rueda a Macron, pero el «divorcio» ha sido una realidad hasta ahora y sin ella es difícil entender la misma composición del gobierno de Sánchez, plagado de ministros con fuertes relaciones en el poder francés y en la élite junckeriana de Bruselas. El «gesto» de Sánchez con el Aquarius le confirma como el gran «robagoles». Igual que jugó a colocarse sobre el agotamiento de gobierno e independentismo en España y ganó la presidencia, quiere ganar centralidad para España en el rediseño europeo jugando sobre el agotamiento de sus componentes. Que Salvini, la Comisión, el gobierno alemán y hasta los portavoces de Syriza, le alaben y presenten su gesto como «el comienzo de la solidaridad y las soluciones», es precisamente lo que pretendía.

Jóvenes marroquíes rescatados de una patera que zozobraba en Tarifa.

Pero que nadie se equivoque. Nada va a cambiar en España con los trabajadores migrantes. En el culmen de la hipocresía, a los náufragos rescatados por el Aquarius se les dará tratamiento de «refugiados» y no de migrantes para evitar encerrarlos en un CIE mientras dure la atención mediática. De hecho habría problemas incluso para encontrar un CIE donde cupieran con una mínima dignidad. Están tan saturados que se están utilizando cárceles sin estrenar para albergar a migrantes. En lo que va de año la llegada de pateras ha aumentado un 99%. Sánchez prometió que eliminaría de la «ley mordaza» de Rajoy la deportación automática en la valla. Gracias a la brutal e invisibilizada represión marroquí sobre los migrantes que cruzan su territorio camino de Europa, los «saltos» de las terribles vallas de Ceuta y Melilla, han crecido «solo» un 6%. Pero los asesores de Marlaska, el nuevo ministro del Interior, le dicen que cumplir la promesa produciría un inevitable «efecto llamada». Sumemos una cosa con otra. ¿Está dispuesto Sánchez a aumentar los presupuestos para atender más migrantes que los que ya están llegando? ¿Tiene alguna intención de eliminar o como mínimo de dignificar los CIE? La respuesta es obvia.

Trabajadores migrantes llegan a Barcelona en 1962.

El problema de fondo es que las oleadas migratorias aumentan. Y aumentan porque las tensiones hacia la guerra y la destrucción de países enteros por la crisis que no cesa, no dejan de empujar a miles de personas a huir desesperadas de sus casas buscando trabajo en otros lugares. Nunca el colapso político y económico había forzado la migración desde tantos lugares a la vez. El resultado se ve en cada país del mundo, especialmente en las fronteras que marcan diferenciales de desarrollo. No podemos olvidar que nunca hemos sido otra cosa que una clase de migrantes, no debemos caer ni en la xenofobia de los Salvini ni dejarnos engañar por la hipocresía de los Sánchez. La solución está, como siempre, en nosotros mismos como clase.