Masacre de Itaewon

¿Qué pasó en Itaewon?
Flujo de personas y choque de multitudes en Itaewon según BBC
Itaewon es la zona de marcha más concurrida de Seul. La noche del sábado 29 decenas de miles de personas coincidieron en el barrio para celebrar Halloween. En un entorno ya habitualmente abarrotado, la concentración derivo en multitudes hombro con hombro vagando en busca de destino... hasta que tres flujos de personas en direcciones enfrentadas se encontraron cara a cara y cientos quedaron aplastadas por el empuje de los que venían detrás. Resultado: más de 150 muertos y 300 heridos.
¿Cuándo se vuelven mortales las multitudes?
Desde los años 90 los estudios sobre el comportamiento de multitudes se han prodigado en respuesta al aumento de su número. En los últimos veinte años las avalanchas mortales se han duplicado década a década.
Lo que esos estudios concluyen es que la autoconsciencia de la multitud, necesaria para evitar las catástrofes, depende fundamentalmente de dos factores.
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El número de personas. A partir de ciertos números críticos, la parte posterior de la multitud es incapaz de percibir lo que ocurre adelante.
Con las hormigas, como con las multitudes de humanos, ves un comportamiento emergente. Mediante el uso de un conjunto simple de interacciones locales, las hormigas forman patrones complejos. La diferencia es que somos individuos egoístas, mientras que las hormigas son criaturas profundamente sociales. Queremos reducir nuestro tiempo de viaje, aunque sea a costa de los demás, mientras que las hormigas trabajan para toda la colonia.
Iain Couzin, biólogo del comportamiento de la Universidad de Princeton
Pero la auto-organización de multitudes no es un fenómeno natural, sino por definición social. Por ejemplo, la gente que ha trabajado en varias sociedades distintas sabe que la auto-organización de los peatones en dos flujos en direcciones distintas, o incluso el hecho de que la gente se ponga del mismo lado y no bloquee el paso en las escaleras mecánicas (fenómenos clásicos de auto-organización), se dan muy variablemente en las sociedades urbanas.
Por eso este número crítico varía no sólo con el entorno físico, sino con el contexto cultural e incluso con las edades de las personas que forman parte de la multitud. Y varía mucho cuando estudiamos los casos. Un par de centenares de personas en un entorno abierto y sin obstáculos como un Wallmart en rebajas, puede convertirse en una trampa mortal, mientras que miles en entornos mucho más difíciles y claustrofóbicos consiguen evitar el desastre. ¿Por qué?
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En primer lugar porque desde los primeros estudios quedó claro que las avalanchas mortales no son producto de ningún egoísmo innato sino del colapso del comportamiento colectivo.
Helbing también observó que en ciertas densidades críticas, como ocurre en una aglomeración de multitudes, todas las formas de comportamiento colectivo se desvanecen. Las ondas de choque no son el resultado del comportamiento colectivo sino del fracaso del mismo. Los individuos en la parte trasera de una multitud, incapaces de saber lo que está sucediendo más adelante, avanzan, sin darse cuenta de que están dañando a las personas que están al frente.
Crush Point, The New Yorker, 30 /1/2011
Por eso, al estudiar casos y modelos, diversos estudios han llegado a la conclusión de que la clave está en la capacidad para alcanzar colectivamente vías de escape. Y eso, apuntan, depende de forma directa del peso de los comportamientos individualistas en los patrones normales de comportamiento. A mayor normalización del individualismo en la cultura más fácilmente aparece el comportamiento gregario y menor sería el número crítico a partir del cual una avalancha mortal se vuele posible. Eso explicaría por qué el número de avalanchas mortales ha aumentado más rápidamente que la simple concentración de la población en urbes abarrotadas.
Si unimos ambos factores entendemos por qué históricamente las estampidas y avalanchas mortales sólo proliferan con el desarrollo del capitalismo. Pero hay más.
¿Cultura coreana o insostenibilidad de la ciudad capitalista?
Semáforos en el suelo de Seul
Tras la masacre de Itaewon no han sido pocos los que han presentado el ensimismamiento individualista como un supuesto rasgo característico de la cultura coreana que habría quedado probado con la instalación de semáforos en las aceras de Seul para reducir los accidentes en una ciudad en la que todo el mundo va mirando el móvil. No parecen recordar que en su momento el tema se convirtió en viral en EEUU porque el smombie (el usuario de un smartphone que anda como un zombi) no es en absoluto un fenómeno local, sino un arquetipo casi universal.
Pero la cosa es más complicada. Y se relaciona con el fenómeno smombie, que por otro lado, no es en absoluto una peculiaridad coreana.
Una estructura urbana abarrotada, de espacios siempre escasos, no sólo reduce el número crítico a partir del cual las avalanchas son posibles por motivos puramente físicos, también modifica el comportamiento -y por tanto la moral socialmente aceptada- de las personas en el espacio público.
Seul tampoco es distinta en ese sentido de Nueva York, París o Hong Kong. La insostenibilidad del modelo de macro-ciudad capitalista también afecta a la cultura y la moral aceptada en el comportamiento urbano.
Los observadores externos de la vida en Seul, como los de París, Nueva York y todas las grandes capitales, apuntan regularmente que la famosa frialdad y ensimismamiento individualista de los capitalinos, universalmente poco dados a atender a nadie o percatarse siquiera de su existencia, es «el resultado de vivir en un ambiente que está continuamente abarrotado».
El estrés, la incomodidad típica del encuentro en un ascensor con desconocidos se multiplica hasta el infinito cada vez que pisamos la calle en una gran ciudad. La respuesta común es una suerte de individualismo defensivo. Da igual que sea un libro o la pantalla de un móvil, mirar al suelo o leer los carteles a través de la ventana del autobús: buscaremos cualquier refugio para la vista ensimismándonos.
Por supuesto, este ensimismamiento se reproduce en un contexto especialmente peligroso en ciertos consumos culturales que aún produciéndose en encuentros masivos no son colectivos, sino individuales: peregrinaciones religiosas, mítines o conciertos de figuras carismáticas que parece que cantan/hablan para uno, etc.
Y paradójicamente es todo este entorno de estrés, miradas huidizas y refugios artificiales, el que convierte la sensación de cobijo de estar hombro con hombro en una multitud en liberadora y acogedora, reduciendo el umbral a partir del cual los individuos se entregan al flujo de la multitud y dejan de pensar en el conjunto que les rodea. Es así como el individualismo se convierte en gregarismo y los miembros de un grupo en movimiento pierden capacidad de reacción para obtener rutas de escape.
Por eso, la gran ciudad, como los espectáculos de las colas en las rebajas, los contextos religiosos o ciertos consumos culturales que se realizan en masa pero no colectivamente, reducen el umbral crítico a partir del cual los desastres ocurren. El individualismo y la alienación, pasan factura.
¿Qué podemos aprender de este desastre?
- Las avalanchas y aplastamientos son un producto característico de la sociedad capitalista.
- Dos factores convergen para hacerlas cada vez más frecuentes y mortales: la masificación y abarrotamiento de las ciudades y los espacios públicos, y la propagación de una cultura individualista impulsada por su propia saturación.
- El gregarismo mortal de las avalanchas y los «smonbies» es el producto directo del individualismo «defensivo» que surge al hacernos vivir en ambientes abarrotados y despersonalizados con su inevitable y constante violencia de «baja intensidad».
- El consumo cultural individualizado pero que se da en contextos masivos (conciertos, peregrinaciones, rebajas, etc.) es especialmente peligroso. Y es que el individualismo y la alienación matan.