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«ArgenChina» trenes, cerdos y yuanes

07/10/2020 | Argentina

Diciembre de 2018. Argentina organiza el G20 en medio de la guerra comercial y en un momento crítico de su crisis, que para entonces es ya general en todos los países semicoloniales. China anuncia inversiones de 500 millones y un swap masivo en yuanes para ayudar a estabilizar el riesgo de cambio de las exportaciones argentinas.

Septiembre de 2020. La crisis se ha acelerado globalmente con la pandemia de covid. Alberto Fernández promete en cadena nacional una rápida recuperación basada en el sólido comercio bilateral con China y la complementariedad de ambas economías.

Entre ambas escenas China se había convertido en el principal socio comercial de la Argentina. A la soja, que asegura al país una balanza comercial positiva incluso en lo peor de la crisis, se unieron proyectos de inversión en carne de cerdo, energía nuclear, limones, un tren al yacimiento petrolero de Vaca Muerta, obra pública y energía...

A día de hoy China significa para Argentina el 85% de la exportación de carne, el 63% del total de las divisas que ingresan por comercio exterior y el 45% de las reservas del Banco Central. A eso se le llama dependencia. En conjunto los intercambios e inversiones no son los mayores de China en el exterior. Ni siquiera el volumen de ventas compite con el de Brasil. Pero, dado el nivel de dependencia generado en tan poco tiempo, Argentina se ha convertido en el principal aliado estratégico de China en América. La consagración de este nuevo estatuto ha sido la incorporación del país a la nueva ruta de la seda, el proyecto «Belt and Road» que articula el desarrollo imperialista chino en el exterior, para formar una asociación económica integral.

La integración de la Argentina, como un eslabón estratégico en el Cono Sur, al proyecto insignia de la Ruta y la Franja de la Seda con el que China busca interconectar su nación con gran parte del mapa. Un tren que una a Vaca Muerta con el Atlántico. Respaldo financiero. El acuerdo para multiplicar las exportaciones de carne porcina, que sigue su curso, pese a los cuestionamientos ambientalistas. Acceso a la vacuna contra la Covid-19. Todo eso y más es lo que quiere y ofrece China y gran parte de ello se conversó entre los presidentes Alberto Fernández y Xi Jinping temprano en Olivos, cuando culminaba el día al otro lado del mundo

Los difíciles equilibrismos de Fernández

A nadie se le escapa que del mismo modo que complementariedad significa dependencia, integración significa supeditación en el desarrollo del capital nacional... y alineamiento político internacional. Y éso, en un contexto de agravamiento de las tensiones imperialistas y tendencias a la formación de bloques como el actual significa irremediablemente entrar en zona de conflicto.

Para empezar con la UE. Con un bloque de países, encabezado por Francia, Irlanda y Finlandia, decidido a poner en cuestión la ratificación del acuerdo comercial con Mercosur y una Alemania cada vez más agresiva contra Brasil, Argentina está jugando discretamente para que el acuerdo se remoce para dejar fuera a parte de la agroindustria brasileira o incluso llegar a un acuerdo bilateral o regional al margen de Brasil. Pero no hay que olvidar que el argumentario anti-tratado en Europa es un hipócrita ecologismo de los productores ganaderos. Hasta los británicos, que se ven desplazados de Vaca Muerta por los chinos, hicieron campaña contra el acuerdo porcino. Así que Fernández y Solá han decidido ir con pies de plomo. Resultado: el acuerdo para la producción porcina con capitales chinos se ha retrasado hasta noviembre.

Pero donde el equilibrio se ha convertido en bandazos ha sido en relación con Venezuela. Argentina había ido soltando lastre con el régimen de Maduro y había utilizado la incorporación al grupo de Lima como una forma de amansar a EEUU. Pero Venezuela es el destino de no pocas inversiones chinas en mineria irregular e industria energética. Así que cuando se presentó en la OEA el informe sobre derechos humanos elaborado bajo la dirección de Bachelet que denuncia crímenes de lesa humanidad por parte del régimen, el embajador argentino salió al rescate, relativizando las violaciones por el acoso internacional... para luego apoyar al mismo tiempo el informe y una resolución impulsada por Rusia y China que condenaba el bloqueo de EEUU. Un muy difícil, incómodo y fragil equilibrio.

La yuanización: primero Argentina, luego el resto del mundo

China quiere hacer del yuan una moneda internacional de reserva y pagos, desplazando al dólar y al euro. Conseguirlo significaría alcanzar la capacidad para crear un bloque económico global... y una fuente de rentas para el estado, ganancias extra para sus capitales y ventajas globales para sus empresas, que durante largas décadas monopolizaron EEUU y su divisa.

Con una fuga de capitales endémica como en todos los países semicoloniales, el BCRA (Banco Central de la República Argentina) tiene las manos atadas para controlar el valor del peso. Cuando amenaza con intervenir menos para que aumente la volatilidad de los precios y por tanto el riesgo de los especuladores, lo único que consigue transmitir es que se le están acabando las reservas... con lo que las prisas por vender pesos y comprar dólares se multiplican.

Pero la divisa es fundamental para el estado y un capital nacional argentino que viven, en realidad, de distribuir los resultados del sector exportador. Así que el SWAP -una garantía de precio de canje del peso en yuanes, hasta cierta cantidad- pactado por Macri con China, se implementa y se amplía. El gobierno espolea dando exenciones fiscales a las operaciones de exportación e importación con China (es típico de los países semicoloniales tener altos impuestos y retenciones tanto a las importaciones como a las exportaciones) y creando herramientas financieras para hacer ventas a precios futuros del yuan. Y finalmente el nuevo esquema se pone en marcha. Argentina es el primer país americano en meter un pie en la órbita monetaria china.

Argenchina y los trabajadores

El gobierno va a vender sin duda que ganar herramientas para estabilizar el tipo de cambio favorecerá a los trabajadores al reducir la erosión continua del valor de sus salarios. No es verdad. El cambio de patrón imperialista puede dar un poco de paz al capital argentino, pero no soluciona su problema, que es estructural y no depende ni de la estructura de propiedad (sería igual si todo estuviera nacionalizado como se ve en Cuba) ni de la divisa. De hecho, la chinificación puede traer por algún tiempo una cierta tregua al mercado de divisas, pero no ha cambiado la tendencia a ‎pauperización‎ sufrida por los trabajadores. El año 2019 la pobreza pasó del 35 al 37% de la población y el ingreso medio per capita familiar del 10% más rico paso de ser 16 veces más que el del 10% más pobre, a serlo 19 veces. Eso antes de la pandemia. Después... hasta el ministro de Desarrollo Social da por hecho el desastre como algo evidente. Hasta han vuelto a sacar del armario la Economía Popular de Pérsico y el Papa, exaltación de la pobreza, la changa y la precariedad máxima.

Y hay más, menos visible todavía pero no menos peligroso. A nivel global estamos más allá de la guerra comercial. EEUU ataca abiertamente las bases tecnológicas y comerciales del desarrollo chino y anima a sus aliados a plantar cara mientras China amenaza a EEUU con la guerra si cruza ciertas líneas rojas.

Esa tensión está ya militarizándose en América del Sur desde la constitución de pro-Sur. Y no puede sino agravarse si Argentina se consolida como principal aliado regional de China. El fantasma de la guerra continental, aunque se difumine a veces, sigue estando en el horizonte y señala todo lo que el capitalismo -sea de obediencia china, estadounidense, europea o llegado el caso autarquista- puede ofrecer a los trabajadores: sacrificarse hasta la muerte.