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¿Puede el antimilitarismo ruso acabar con la guerra en Ucrania?

06/03/2022 | Rusia

El movimiento antimilitarista en Rusia está demostrando capacidad para movilizar a cientos de miles de personas a lo largo de todo el país. Sus adherentes dan muestras de verdadero heroísmo frente a una represión cada vez más brutal. Pero sus planteamientos ciudadanistas condenan al antimilitarismo ruso, tal cuál es hoy, a la impotencia política. Y sin embargo...

Una resistencia joven y muchas veces heroica....

Anteayer el gobierno ruso cerró Мы не одни («No estamos solos»), un sitio que había recogido para ese momento a través de Internet más de 1.162.000 firmas de individuos y 160.700 manifiestos de grupos profesionales y sociales contra la guerra. Menos de 24 horas después otro grupo presentó un millón de firmas en la presidencia rusa recogidas presencialmente y documentadas en papel.

Con las leyes aprobadas en los dos días anteriores todos los firmantes pueden ser procesados penalmente. Los que ya hayan sido detenidos antes por participar en una concentración del «No a la guerra», enfrentarán penas de entre 3 y 5 años de trabajos forzados, dependiendo de si los manifestantes en su conjunto se resistieran o no a las detenciones. Aunque sea rara la resistencia real, la policía la denuncia rutinariamente.

Los que seguís nuestro canal en Telegram podéis ver el continuo de concentraciones y represión que desde el día 24 se desarrolla en todas las grandes ciudades rusas. Miles de personas siguen detenidas y en su mayoría están siendo procesadas. Según nuestras fuentes, esta misma mañana la policía seguía allanando domicilios al menos en Petersburgo y Moscú en busca de «convocantes».

Los primeros juicios empezaron el jueves: un joven camarero de Moscú y una decena de jóvenes, la mayoría de ellos trabajadores precarios y estudiantes. Y es que aunque decenas de miles de personas de todas las clases sociales y edades estén participando en concentraciones y actos de repudio, el protagonismo sigue estando entre la juventud y muy influido por el estudiantado universitario. Por eso, a la represión penal se ha sumado la académica: de Saratov a Peters cientos de estudiantes están siendo expulsados de las universidades en estos días.

...pero necesariamente impotente

Sin embargo, a pesar del heroísmo estoico de centenares de miles de personas, los resultados de este tipo de movilización solo pueden ser frustrantes.

Alertado por el auge de las cifras de las protestas, que siguen creciendo a pesar de la represión masiva, Putin apareció ayer en un «encuentro con auxiliares de vuelo» para intentar calmar aguas. Prometió que no irían soldados de recluta forzosa y que no se decretaría la ley marcial en el país como se venía rumoreando.

Todo tan creíble como su afirmación de que en Rusia, a diferencia de Ucrania, todo el mundo puede protestar sin miedo. Es cierto que los desertores y los contrarios a la guerra en Ucrania sufren una represión brutal y asesina y que, según la prensa estadounidense, más de 130.000 ucranianos rusófonos salieron como refugiados en estos días hacia Rusia huyendo de las limpiezas étnicas del ejército ucraniano. Pero en Rusia, aunque la represión siga procedimientos legales, ritualizados en los tribunales del estado, no deja de perseguir -y conseguir- la muerte civil y psicológica de miles de contrarios al régimen.

No cabía esperar otra cosa. Planteado en los términos gandhianos que obnubilan a la pequeña burguesía democrática como una resistencia ciudadana no violenta, el antimilitarismo ruso de hoy junta masas de individuos sin conseguir condensar una fuerza política real. En esos términos ciudadanistas e individualistas, a pesar del heroísmo notorio de tantas y tantas personas, la oposición a la guerra no puede aspirar más que a saturar, un detenido tras otro, los tribunales de la represión política. Es una triste demostración de la famosa impotencia política de la pequeña burguesía.

Y sin embargo...

Aunque la vida cotidiana de la pequeña burguesía se vea afectada directamente por las sanciones, en Rusia la guerra está golpeando sobre todo a unos trabajadores que vienen siendo especialmente machacados por la reconfiguración del capital nacional ruso.

Las noticias laborales de un día corriente son escalofriantes y representativas de la degradación de condiciones de la clase trabajadora en Rusia. Incluso hoy, domingo, podemos leer sobre la malnutrición entre los trabajadores siberianos, y los dos últimos accidentes en minas de una serie casi diaria e interminable. Y en «última hora» descubrir que cientos de marineros han quedado atrapados en Vladivostok ante el cierre de la actividad de las grandes multinacionales marítimas, consecuencia de las sanciones.

Estamos solo en los primeros momentos de impacto de las sanciones. Sanciones que evidentemente la clase dirigente rusa quiere hacer cargar en su mayoría sobre los trabajadores. Pero la actitud de los trabajadores no parece que vaya a ser complaciente.

Ayer mismo estalló una huelga salvaje en la Gemont de Nijenekamsk en Tartaristán. La mayor parte de la plantilla en esta fábrica está compuesta por migrantes turcos y turcomanos que negocian su salario en liras turcas pero lo cobran en rublos. Ante la bajada de un tercio del valor del rublo, la empresa bajó los salarios el viernes (se cobra semanalmente) usando el tipo de cambio de días antes. La respuesta contundente de los trabajadores, que vemos en el vídeo de arriba, hizo recular inmediatamente a los directivos que repusieron lo que faltaba.

Es importante señalar el carácter salvaje de la huelga. No es que no haya trabajadores sindicados. Es que con los sindicatos no se puede ir a ningún lado. De hecho los sindicatos del sector público están argumentando que las sanciones deberían conducir a una reducción de la mano de obra migrante. Los del aeroespacial mientras prometen al estado «paz en las fábricas» e intentan llevar la inquietud de los trabajadores hacia la solidaridad con los refugiados que llegan de Ucrania, haciendo suyo el discurso belicista y nacionalista del régimen. Discurso bien alimentado por los sindicatos de trabajadores de la cultura, por cierto.

Tampoco es que sea un fenómeno particular ruso. Los sindicatos -como el feminismo- llevan más de un siglo poniéndose los primeros a reclutar para la guerra. En EEUU esta semana el principal sindicato del metal se ha unido a Biden para ahogar la huelga en marcha en el sector petrolero mientras llamaba a concentrarse en la producción de guerra. Y en Gran Bretaña, los sindicatos «exigieron» al gobierno ayudas económicas directas al esfuerzo de guerra ucraniano.

Como guardianes y gestores de la fuerza de trabajo que son, ante la guerra los sindicatos de todo el mundo cierran necesariamente filas con el estado del que forman parte. En esa calidad han sido los primeros que han descubierto el «peligro latente» que los trabajadores representan para el régimen y su apuesta por la guerra.

No es que el antimilitarismo ruso que vemos hoy tenga grandes opciones de liderar o unir bajo sus métodos impotentes a los trabajadores. Pero si los trabajadores empiezan a ganar consciencia sobre lo que está pasando a pesar del bloqueo informativo y la represión, y empiezan a incorporar a sus reivindicaciones el fin inmediato de la guerra... la situación podría cambiar radicalmente.

1905 y el pope Gapón

Domingo sangriento de 1905. Los cosacos cargan contra la manifestación organizada por el pope Gapón a las puertas del Palacio de Invierno

¿Demasiado díficil? Volvamos por un momento la vista atrás.

1905. Rusia está en guerra con Japón. El régimen zarista se enroca y la burguesía, que cree que es hora de ganar el poder, anima a un sindicato de origen policial, dirigido por un pope ortodoxo a manifestarse el 9 de enero, llevando obreros en procesión a las puertas del Palacio de Invierno. La plataforma de esta movilización iba poco mas allá de las tradicionales «súplicas» campesinas y fue rechazada por la mayor parte de grupos que se reivindicaban socialistas por «apolítica».

Pero, una vez ante el Palacio, el ejército ordena a los manifestantes, con el pope y decenas de iconos religiosos a la cabeza, disolverse. Como no lo hacen, el ejército carga dejando la plaza llena de cadáveres. Es el «Domingo Sangriento», el detonante de la Revolución de 1905.

La histórica manifestación del 9 de enero se presentó bajo un aspecto que nadie, lógicamente hubiera podido prever. El sacerdote a quien la historia había puesto a la cabeza de la masa obrera, durante algunos días, de manera tan inesperada, marcó los acontecimientos con el sello de su personalidad, de sus opiniones, de su dignidad eclesiástica. Y estas apariencias disimularon, ante los ojos de muchas personas, el sentido real de los acontecimientos.

Pero la significación esencial del 9 de enero no reside en el cortejo simbólico que avanzó hacia el Palacio de Invierno. La sotana de Gapón era algo accesorio. El verdadero actor fue el proletariado. Comienza por una huelga, se unifica, formula exigencias políticas, baja a la calle, atrae hacia sí todas las simpatías, todo el entusiasmo de la población, choca con la fuerza armada y abre la Revolución Rusa. (…)

La matanza de enero tuvo una influencia especialmente notable y profunda sobre el proletariado de toda Rusia. De un extremo a otro del país corrió una oleada grandiosa de huelgas que estremecieron el cuerpo de la nación. (...)

Según un cálculo aproximado, la huelga se extendió a 122 ciudades y localidades, a varias minas del Donetz y a diez compañías de ferrocarriles. Las masas proletarias fueron removidas hasta sus cimientos. El movimiento arrastró a un millón de almas. Sin tener un plan determinado, incluso frecuentemente sin formular exigencia alguna, interrumpiéndose y comenzando de nuevo, guiada sólo por el instinto de solidaridad, la huelga reinó en el país por espacio de unos dos meses.

LD Trotski. «1905: Balance y perspectiva», 1906

La experiencia de 1905 será crucial para que, enfrentados a una nueva guerra, las consignas derrotistas revolucionarias aparezcan en todas las plataformas de huelga a partir de 1916.

¡Abajo la guerra! ¡Guerra a la guerra! deben difundirse con fuerza a lo largo y ancho de Rusia. Los trabajadores deben recordar que no tienen enemigos al otro lado de la frontera; en todos lados la clase trabajadora está oprimida por los ricos y el poder de los propietarios… ¡¡Viva la solidaridad mundial del trabajo!!

Citado por Alejandro Shliapnikov

¿Son los antimilitaristas de la pequeña burguesía rusa el nuevo padre Gapón?

No hay tantas diferencias entre Gapón y la pequeña burguesía ciudadanista y antimilitarista que tiene el protagonismo en las protestas. Como Gapón, las figuras opositoras de estos días, obtienen su fuerza de arrastrar a los sectores más débiles de los trabajadores.

En 1905 eran los trabajadores recién proletarizados, de los pequeños talleres. Entonces, llegados del campo conservaban el encuadramiento religioso. Hoy son los trabajadores con menos experiencia de lucha, los más jóvenes y precarizados; esos que aún se sienten cercanos, por edad, al estudiante demócrata de la bohemia juvenil opositora.

Pero basta que una chispa salte sobre el cerco democrático y sindical para que prenda la fuerza que ya bulle inquieta en miles de fábricas y empresas por todo el país. Cuando ocurra, la única alternativa real al régimen y a la guerra se hará entonces presente, uniendo al rider moscovita y al metalúrgico de Kazán, a la enfermera de Ekaterimburgo y al minero de los Urales.

Por supuesto, ningún analista político, ningún santón opositor, puede verlo. Como entonces «no hay prejuicio político que no acepten a ojos cerrados, sólo la fe en el proletariado les parece un prejuicio». Pero realmente, está al alcance de la mano.