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Antibióticos y desarrollo humano

03/08/2021 | Tecnología
Antibióticos y desarrollo humano

El desarrollo industrial de los antibióticos suele presentarse como una de las últimas grandes contribuciones del capitalismo al desarrollo humano. Lo fue pero con contradicciones desde el primer minuto. Los antibióticos se industrializaron para la guerra y fueron la base sobre la que se construyeron los grandes monopolios farmacéuticos globales. Con todo un avance para la especie. Pero el triunfo contra las infecciones bacterianas es una carrera y se está perdiendo. ¿La razón? Desarrollar antibióticos actualizados no es lo suficientemente atractivo para el gran capital.

Los antibióticos, la guerra y los primeros monopolios farmacéuticos globales

La historia de los antibióticos en un gráfico

En el colegio suelen contarnos que los antibióticos fueron descubiertos por un investigador escocés, el Dr. Fleming, en 1928. Es una verdad a medias. Aunque aisló el hongo Penicillium notatum y demostró sus posibilidades terapeúticas, la verdadera revolución fue su industrialización, que no comenzó hasta una década más tarde.

Y en realidad fue una investigación de IG Farben, el gran monopolio ligado al esfuerzo de guerra, y núcleo duro del capitalismo de estado alemán la que puso por primera vez en producción un antibiótico: la sulfamida. Pensada originalmente como producto veterinario para el ejército -en la Primera Guerra Mundial habían muerto ocho millones de caballos- pronto se descubrió su uso humano. La sulfamida eran esos sobrecitos con un polvo blanco que los paramédicos de campaña vertían sobre las heridas de los soldados.

EEUU, que quería algo similar para preparar su ejército, mostró su interés tras el éxito del uso de la penicilina para evitar infecciones asociadas a injertos de piel tras un famoso incendio en Chicago. La promesa de pedidos puso el capital en marcha, los mejores investigadores de Oxford se pusieron a trabajar en su industrialización y cuando EEUU entró en la guerra, en 1942, la industria pudo empezar a abastecer a las tropas estadounidenses y los hospitales de campaña.

En 1944, cuando se concedió el nóbel de Medicina a Fleming, compartido con Chain y Florey -los dos investigadores oxonianos responsables de la industrialización-, la penicilina seguía siendo un monopolio de los ejércitos de ocupación de EEUU y Gran Bretaña (como recordarán los amantes de «El Tercer Hombre»). Pero en 1945, cuando los ejércitos aliados empiezan a reducir sus pedidos, los antibióticos se introducen a gran escala en los hospitales. Empieza la «Edad Dorada de los laboratorios» en la que se descubren la mayor parte de las clases de antibióticos que siguen utilizándose hoy.

Los beneficios económicos de la penicilina y las primeras grandes familias de antibióticos son el motor de la concentración de gran industria farmacéutica británica y estadounidense. Se puede decir que la «Big Pharma» es la hija de la extensión de la penicilina y el capitalismo de guerra.

En el resto del mundo industrializado los estados financian la investigación, aportan subvenciones y movilizan capitales privados. EEUU utiliza el «medicamento maravilloso» como forma de fidelizar su nueva esfera de influencia. Como una mezcla de todas estas cosas llegan por ejemplo los antibióticos a los países mediterrańeos. A España en 1948, en uno de los primeros «gestos» hacia Franco.

La industrialización de la producción de antibióticos acabó con las causas de muerte más frecuentes en la época y redujo la mortalidad hospitalaria drásticamente. Así que es verdad, los antibióticos fueron un aporte del capitalismo al desarrollo humano... aunque basta ver el contexto -guerra mundial, capitalismo de estado, hiperconcentración de capitales, en una palabra, imperialismo desaforado- para darse cuenta de que ya en su origen eran el fruto de un sistema en decadencia.

Los antibióticos y el desarrollo humano en el capitalismo decadente

Para que el aporte al desarrollo humano que suponen los antibióticos tenga impacto real, la investigación debe mantenerse. Las bacterias evolucionan y se adaptan, y con ellas la industria debe mantener el pulso investigador y la producción. Es una carrera, no una marca batida una vez y para siempre.

Decadencia al final significa que la lógica del sistema, las exigencias de la acumulación, entran cada vez más frecuente, violenta y constantemente en contradicción contra las necesidades humanas. Y eso es exactamente lo que ha pasado con los antibióticos.

Imagínese un mundo en el que la cirugía o la quimioterapia de rutina se consideran demasiado peligrosas porque no existen medicamentos para prevenir o tratar las infecciones bacterianas. A menos que los investigadores desarrollen nuevos antibióticos y terapias, la aniquilación de la medicina moderna pronto se convertirá en una realidad.

La era post-antibióticos está aquí. Science, 30 de julio de 2021

La crisis de antibióticos en dos gráficos: nuevos desarrollos desde 1980 y antibióticos «abandonados» por quiebra de la empresa propietaria en la última década (5 de 15)

La causa es que las grandes farmacéuticas han abandonado la carrera contra las bacterias. Como aseguraba el artículo citado de Science: «No es ningún secreto que el principal problema es la falta de interés del sector privado en llevar a cabo el desarrollo de nuevas terapias antimicrobianas».

En una amarga paradoja, los antibióticos impulsaron el crecimiento de las empresas farmacéuticas más rentables del siglo XX y son una de las clases de fármacos más necesitadas por la sociedad. Sin embargo, el mercado para ellos está roto.

Durante casi dos décadas, las grandes corporaciones que alguna vez dominaron el descubrimiento de antibióticos han estado huyendo del negocio, diciendo que los precios que pueden cobrar por estos medicamentos que salvan vidas son demasiado bajos para soportar el costo de desarrollarlos. La mayoría de las empresas que ahora trabajan con antibióticos son pequeñas empresas de biotecnología, muchas de ellas funcionan a crédito y muchas están fracasando.

Solo en los últimos dos años, cuatro de esas empresas se declararon en quiebra o se pusieron a la venta, a pesar de haber sobrevivido al peligroso proceso de desarrollo y prueba de una década para obtener la aprobación de un nuevo medicamento. Cuando colapsaron, Achaogen, Aradigm, Melinta Therapeutics y Tetraphase Pharmaceuticals sacaron de circulación, o redujeron drásticamente la disponibilidad de, 5 de los 15 antibióticos aprobados por la Administración de Drogas y Alimentos de los EE. UU. ').

La paradoja de los antibióticos. Nature, 19 de agosto de 2020

En realidad, como se ve en el gráfico, los antibióticos son rentables dentro de los plazos de las patentes... pero no lo suficientemente rentables como para que los capitales premien con grandes colocaciones a las empresas que se dedican a ellos.

En el capitalismo la investigación es parte del proceso productivo y este está supeditado a la acumulación de capital. Y en la decadencia, además, la hiperconcentración del capital deforma el tejido productivo y la sobreabundancia de capital ficticio dedicado a la especulación ofrece alternativas de colocación que muchas veces son más rentables... y al capital no le importa que eso deje necesidades humanas básicas sin atender.

¿No hay solución?

La forma tradicional de «dar incentivos» en el capitalismo de estado sería extender la patente. El problema es que a los grandes laboratorios no les convence ya ni siquiera la posibilidad de aumentar los plazos de monopolio legal de sus descubrimientos. Los antibióticos, dicen, tardan demasiado en rentabilizarse.

Como vimos con los chips, con las tecnologías cuánticas, con la industria pesada, con el cambio climático y con tantas otras cosas, incluidas la matanza gratuita durante la actual pandemia y la contradicción creciente entre salud y capitalismo, la acumulación de capital entra cada vez más en contradicción con las necesidades sociales más básicas. Por eso no hay verdadero desarrollo humano cuando están todas las condiciones tecnológicas y científicas para que se produzca.

Es cierto que han aparecido propuestas para la creación de un macro-regulador global que asegure «incentivos» con mecanismos similares al «Pacto Verde» a las grandes farmacéuticas que retomen la investigación en antibióticos. Es decir, transferencias de rentas orquestadas por los estados de los trabajadores al capital invertido en farmacéuticas. No es ninguna casualidad que las propuestas hechas hasta ahora garantizarían unos precios que harían posiblemente inaccesibles los antibióticos de uso corriente a buena parte de la población mundial, como ya pasa en EEUU donde el consumo de antibióticos veterinarios por personas ha disminuido por los costes de salud.

Cuando el capital y sus estados nos dicen que quieren arreglar alguna de las barbaridades que produce su propio sistema, no supeditan la acumulación al objetivo social; simplemente, como vemos día a día con el Pacto Verde, diseñan una forma de acelerar la acumulación a costa de las necesidades básicas y nos llaman a un «sacrificio por la Humanidad» que en realidad es sacrificio por la rentabilidad del capital. Encima pretenden que les estemos agradecidos por explotarnos más «a cambio» de destruir menos.

Su forma de enfrentar la contradicción creciente entre capitalismo y necesidades humanas es... negar más necesidades humanas universales. No hay problemas que solucionar con el capitalismo, el capitalismo es el problema y la solución plantarle cara y ponerle fin.