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América del Sur en 2021

06/01/2021 | Actualidad

1 Lo importante de las previsiones de este año del Banco Mundial sobre el continente no son los números. Ni siquiera las tendencias. Sino que por primera vez reconoce que la fuerza tractora de la acumulación no solo no es interna, sino que depende de un conjunto de precios internacionales... resultado de la demanda china. Así las cosas, la previsión económica se reduce a estimar cómo un mercado interno burbuja y básicamente sostenido por el estado, va a responder a los vaivenes y tendencias de la demanda asiática. Lo que en economías con un alto porcentaje de informalidad (=precarización extrema) pasa por estimar el impacto de la pandemia en la región durante 2021. Y no pinta bien, desde luego.

Iván Duque ya afirmó que más de un millón de migrantes irregulares, en su inmensa mayoría venezolanos, no serían vacunados. Problema: la Salud Pública en general y las vacunaciones en particular tienen sentido en una mirada poblacional. Se trata de políticas efectivas a partir de ciertos volúmenes y porcentajes del total de personas que viven en el territorio. Excluir grupos no solo muestra una voluntad genocida hacia el grupo excluido, sino que fácilmente inutiliza el esfuerzo en el resto de la población. La realidad: el nacionalismo más ridículo sirve solo de taparrabos de la incapacidad del estado para asegurar un proceso de vacunación eficaz al tiempo que intenta usar a los migrantes como arma contra el rival de Caracas generando un nuevo flujo migratorio de vuelta. El sistema de salud colombiano, a día de hoy está colapsado ya en la capital y cerca de estarlo en el resto del país. Y en Chile, Brasil o Argentina la situación ni es mejor ni puede serlo después de haber abierto puertas para fomentar las ventas navideñas. La tercera ola está resultado arrasadora. Además, las expectativas de una vacunación tampoco son mejores. En Brasil la incompetencia gubernamental fue tal que ni siquiera hay jeringuillas para vacunar. En Argentina, tras el fiasco en la entrega de vacunas rusas, la expectativa acaba estando, de nuevo, en China... y viene condicionada a una cooperación más estrecha.

2 De fondo, Fernández cree que puede seguir jugando a equilibrar a EEUU y China, al menos por cierto tiempo. Los sectores de la burguesía argentina más cercanos a EEUU, sin embargo, no lo tienen tan claro y piden un giro argumentando con las posibles represalias de Biden. Pero la realidad de una demanda dependiente manda. Y de hecho, la única buena noticia a la vista para el capital argentino es la subida histórica del precio de la soja gracias a la demanda china. Estamos hablando de una economía típicamente semicolonial, en la que el mercado interno depende de que el estado grave y distribuya una parte sustancial de los ingresos por exportaciones. El cierre de las exportaciones de maíz por el gobierno es una demostración palpable de las contradicciones de este modelo en el que los sectores orientados al exterior y el sector productivo interno están disociados. En el momento en que una producción como la de grano que era parte del circuito interno del sector exportador, se internacionaliza, todo se descabala. Al subir el maíz en el mercado internacional -es decir, al tener éxito en una nueva exportación-, los precios de engorde escalan, la exportación de carnes se pone en jaque y el abastecimiento interno disminuye impulsando la inflación aun más. Resultado: el estado tiene que intervenir para poner coto a lo que parecía una buena noticia.

Visto desde los intereses de los trabajadores el resultado es una pinza brutal: por un lado la inflación de los alimentos amenaza directamente la subsistencia, por otro las subidas de precios de combustibles y servicios básicos -que el gobierno decide para pagar deuda sin elevar aun más sus costes de financiación- erosionan de manera continuada y general los salarios. El estado solo es capaz de sanear sus cuentas y el capital nacional de recuperar ritmo de acumulación, succionando cada vez más rentas del trabajo. ¿Panorama para 2021? El incremento de la demanda y los precios internacionales van a dar un cierto cuartelillo al capital nacional, haciéndolo cada vez más dependiente de China, pero no a las necesidades básicas de los trabajadores.

3 En Brasil, una economía aparentemente mucho más diversificada y potente, con un mercado interno mucho más sólido... los problemas de fondo son los mismos. El debate presupuestario ha sido significativo: al final Bolsonaro se ha centrado en blindar la carrera armamentista y el militarismo y, enfrentado a las contradicciones más básicas, suelta sin pudor que el país está en quiebra. Lo que obviamente ha indignado a los economistas que hacen de portavoces del capital financiero paulilsta que salieron a recordar que a día de hoy Brasil puede seguir emitiendo deuda en su propia divisa y no en dólares, una diferencia cualitativa de primer orden si comparamos con el resto de la región. En realidad la contradicción que descubrió Bolsonaro iba por otro lado. Si quiere hacer crecer aun más el peso militar de Brasil y al tiempo engordar al capital agroexportador que le apoya necesita más recursos, las cuentas no le cuadran sin reducir aun más y aun más rápidamente las mínimas ayudas a los trabajadores más precarizados. Pero no puede hacerlo, menos aun durante la pandemia, sin provocar un desastre no solo para los trabajadores -a los que ya hambrea sin problemas- sino a la cohesión estatal básica y a la demanda interna. Y el capital brasileño lleva medio siglo sin generar un volumen de aplicaciones de capital suficiente como para explotar toda esa fuerza de trabajo. Dicho al modo de Bolsonaro: los trabajadores más pobres, que son millones, no están preparados para casi nada.

Perspectivas: básicamente las mismas que Argentina. Para los trabajadores otro año de infierno por delante. Y en política imperialista, Bolsonaro tendrá que equilibrar China y EEUU quiera o no porque el capital brasileño no puede renunciar a ninguno de los dos mercados. Lo que es más, tendrá por un lado que arañar más de la relación con Argentina y redescubrir Mercosur. Pero lo más importante: para que EEUU no se torne un aliado demasiado difícil y condicione en demasía el juego con China -empezando por el 5G- tendrán que impulsar una distracción... y la principal se llama Venezuela.

4 Es difícil describir la situación de Venezuela. Colapso se queda corto. El nivel de destrucción de la producción y el grado de descomposición del estado y las relaciones entre clases son simplemente abrumadores. Pero el hundimiento del capital y la desarticulación de la sociedad no merman el parasitismo de una burguesía venezolana que sin pudor alguno dice que la dolarización de la miseria es revolucionaria y se aferra, entre peleas carroñeras por trozos del estado remanente, a su papel explotador. Lo único que podría empeorar aun más la situación de los trabajadores es un acelerón en la escalada militarista. Y todo apunta por ahí. El núcleo duro del Grupo de Lima -EEUU, Canadá, Brasil, Uruguay , Colombia y Chile- ha empezado el año cerrando filas con un desgastadísimo Guaidó. Por las razones ya apuntadas, Brasil, Colombia y Chile tienen todo el interés en azuzar a unos EEUU que llevan demasiado invertido en el acoso al régimen sin mucho que mostrar. A Bolsonaro, Duque, Lacalle y Piñera no les importa Guaidó en sí. Guaidó a estas alturas es EEUU y cuanto más débil, frágil, incluso ridícula sea su posición política más tienen que ganar porque más depende Washington de ellos para poder seguir en el mantenella y no enmendalla. La incógnita es el enfoque que tomará el equipo Biden que entra en unos días. El cambio es una oportunidad única para EEUU de deshacerse, sin grandes costes, de una mala mano poniéndola en el debe de Trump. Pero no nos engañemos, lo que está en juego es Guaidó y con él lo que puedan sacar de EEUU sus interesados aliados. Lo que no va a pasar es que EEUU renuncie a su batalla con el gobierno venezolano. Cada día que pasa, Rusia, China y Turquía se afirman sobre las ruinas de Venezuela. Dar por perdida esa posición, aunque sea ruinosa, resulta inaceptable para la estrategia de afirmación continental que el capital estadounidense quiere y que Biden pretende.

5 En Chile mientras, 2021 viene marcado por el proceso de reconstitución general del aparato político que comenzó con el referendum sobre la apertura de un proceso constituyente. El 11 de abril hay elecciones a la constituyente, el 21 de septiembre presidenciales. De fondo un desastre de gestión social y sanitaria con bajadas de producción mayores que el entorno. Pero el enjuague general parece que no va a salir tan caro al capital chileno como todo apuntaba: si 2018 vio una bajada de precios del cobre del 20%, en 2019 subieron un 5% y este año todo apunta a que el precio del metal marcará un récord histórico. Otra cosa es que consiga volver a meter en el redil a una pequeña burguesía políticamente muy atomizada y excitada. En las encuestas a las presidenciales el alcalde stalinista de la Recoleta -el distrito cheto bohemio de Santiago- encabeza con solo un 18%, seguido por el ultraderechista Lavín con el 11%. Muñoz, mano derecha de Bachelet y esperanza de la izquierda de estado, no llega al 3%. Para los trabajadores la cosa no pinta tan colorida y festiva como promete para la pequeña burguesía politizada y para el capital exportador. De hecho, el desempleo pasa ya del 11,2 % en un país en el que las condiciones generales de explotación impuestas por el estado cubren poco o nada a los trabajadores. Y lo que es más importante, una parte importante de la política anticrisis ha consistido en permitir retirar ahorros del fondo de pensiones -en Chile las pensiones se privatizaron durante el pinochetismo- para esquivar la hambruna. El resultado es que una masa de 3 millones de trabajadores en un país de 18 millones de habitantes, se ha quedado sin pensiones y a día de hoy no dispone ni de ingresos ni de ahorros. Benditas revueltas transversales de la pequeña burguesía: el pequeño comercio se salva a costa de que el poco contante que llega a los trabajadores se coma sus pensiones.

6 Ecuador tendrá presidenciales también dentro de un mes. Parece que la ruptura que supuso la revuelta de la pequeña burguesía rural en 2019 y los horrores creados por una gestión infame de la pandemia y un sistema de salud raquítico, causarán la vuelta del correismo que promete la candidatura de Arauz. Pero sería erróneo reducir las fracturas políticas ecuatorianas a un distanciamiento entre la pequeña burguesía y la clase dirigente como un todo. Es ésta la que en realidad está fracturada entre Guayaquil y Quito, entre burguesía clásica y burocracia, entre prioridades del capital nacional, sobre la relación con Brasil, con EEUU, con China... es a todas esas querellas a las que la pequeña burguesía rural, aliada al correismo, suma su propia desesperación. Mientras, la situación de los trabajadores se ha degradado rápidamente y no apunta nada más que nuevos ataques ahora, si se confirma un triunfo de Arauz, desde la izquierda.

7 Un hecho significativo es que en todo el continente las encuestas muestran un desinterés electoral creciente. En Perú, después de las últimas agitaciones de noviembre, parece que el descrédito del aparato político es mayor que nunca y que menos de la mitad de población podría llegar a votar. En sí no supone ningún jaque al sistema, solo eleva el listón del esfuerzo ideológico que tendrá que hacer la clase dirigente para remozar sus estructuras de encuadramiento político. Pero tiene más vuelta. Por un lado muestra una clase trabajadora muy castigada ideológica y materialmente, que aunque no acaba de afirmarse, tampoco se deja llevar fácilmente. Y eso es importante en un contexto en el que las alianzas regionales van a tomar un carácter cada vez más agresivo. Porque 2021 va a marcar muy posiblemente la última oportunidad para que Argentina y México den el salto definitivo e intenten la formación de una alianza de intereses imperialistas que haga contrapeso al triángulo de Lima formado por Chile, Brasil y Colombia.