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¿Qué pasaría si Alemania cortase las importaciones de gas de Rusia?

15/04/2022 | Alemania

Scholz asegura que Alemania dejará de importar gas de Rusia «muy pronto», pero se cuida mucho de dar por bueno el objetivo de 2024 que intentan imponer EEUU y Gran Bretaña. No es de extrañar. Las consecuencias de un bloqueo europeo a las importaciones de gas de Rusia serían demoledoras. Y no sólo para Alemania y Europa.

1. Un impacto inmediato grave

Alemania camino de una nueva recesión... sin necesidad de cortar el gas ruso

Aunque según las primeras estimaciones de la Academia Leopoldina el impacto de un bloqueo del gas ruso sería «manejable» (alrededor de un 3% del PIB), según los estudios realizados por el propio gobierno, Alemania perdería 220.000 millones de euros en producción económica en 2022 y 2023, lo que equivale al 6,5 % del PIB. Acorde con las mismas fuentes oficiales, la inflación alcanzaría un récord anual de 7,3 por ciento en 2022, antes de caer a 5 por ciento el próximo año.

Para los trabajadores y sus condiciones de vida sería un verdadero desastre: en este escenario 400.000 trabajadores quedarían en desempleo y una familia media pagaría entre 1.500 y 2.000€ mensuales en gas y electricidad.

2. Consecuencias duraderas para industrias clave

Terminales de GNL con capacidad regasificadora que podrían atender la demanda alemana

El gas natural que entra por el NordStream y los gasoductos ucranianos sería sustituido por gas natural licuado (GNL) traído en barcos, hasta ahora demasiado caro para mantener la competitividad de la industria. Y ahora aún más caro porque toda transición supone comprar volúmenes masivos y pujar más por ellos que los compradores de Asia.

Pero lo que más teme el gobierno alemán -y sus vecinos- es el daño que causaría a industrias clave intensivas en energía como la química. Daño que sería brutal e inmediato en caso de bloqueo de las importaciones pero que, igualmente, al cambiarse al gas natural licuado, haría perder la competitividad a industrias altamente concentradas en capital e intensivas en consumo energético como los fertilizantes, la industria química en general y el acero. No es menor, hablamos de gigantes como BASF, Bayer o Thyssenkrupp sobre los que reposa el capital nacional alemán.

3. Una ola que barrería a Europa como potencia exportadora

Ludwigshafen, planta química de BASF

La industria europea está densamente entretejida alrededor de la alemana. La automoción, la construcción, la alimentación o la cosmética, dependen tanto en insumos como en pedidos de la producción del otro lado del Rin.

En lo inmediato, una recesión alemana «moderada» causaría una reducción significativa de las exportaciones del resto de la UE que se sumaría a la inflación de costes que ya está afectando a la industria y la agricultura. De hecho, lo previsible es que se vieran redobladas y apareciera una espiral entre energía e insumos que se llevaría por delante a buena parte de la industria auxiliar y la pequeña propiedad agraria en toda Europa. Ni hablemos de efectos casi inmediatos como la caída del turismo intra-europeo en los países mediterráneos.

A medio y largo plazo tanto los capitales alemanes como los franceses, no tendrían otra que «re-europeizar» la producción, reindustrializando el continente para que el mercado interno absorbiera las ineficiencias derivadas de unos insumos más caros.

Esto que es la apuesta francesa y empieza a darse por hecho para Alemania significa en realidad una transferencia de rentas masiva del trabajo al capital: para mantener la rentabilidad con precios más altos y menos mercados exteriores, los trabajadores se verán forzados a trabajar por menos y pagar más por los consumos básicos. Si añadimos el impacto del Pacto Verde, otra transferencia de rentas, no nos equivocaremos mucho si ciframos el resultado global en una horquilla de entre el 15 y el 35% de la capacidad de compra de una familia trabajadora media dependiendo del país y la región.

4. Las consecuencias globales orientarían definitivamente la economía global hacia la guerra

Infantes de marina de EEUU embarcan en un Osprey en Morón.

La ruptura de las relaciones germano-rusas sería tan dolorosa para el capital en toda Europa porque el «gran continente» que va de Portugal a Japón y Corea tiene densa, aunque no homogéneamente, entretejidos sus capitales.

No es fácil romper la división internacional del trabajo pero para EEUU se ha convertido en el objetivo principal para la defensa de sus intereses imperialistas, especialmente contra China.

Por supuesto genera resistencias: China sigue aumentando capacidad exportadora entre otras cosas porque incluso el capital taiwanés le ayuda a vencer la guerra económica impuesta por Washington y la UE sigue resistiéndose a bloquear las exportaciones rusas de las que depende su industria.

Pero la guerra de Ucrania marca sin duda un punto de no retorno. Y por si hubiera dudas, China está liquidando ya inversiones estratégicas en EEUU sabiendo que pronto podría enfrentar el nivel de guerra económica sufrido por Rusia. La diplomacia china asegura que el plan estadounidense para el Indopacífico tiene por objetivo romper el tejido de capitales y comercio de la región siguiendo el modelo sufrido por Europa.

Este cambio, que ahora solo vemos en sus primeros síntomas, tendrá consecuencias en todos los ámbitos. Basta leer las noticias científicas cotidianas para darnos cuenta de que EEUU está utilizando la guerra ucraniana para romper incluso el tejido investigador y volver a una «ciencia de bloque», aislando a científicos rusos y chinos. El resultado inevitable va más allá de una fuerte reorientación hacia los desarrollos militares: ramas enteras del conocimiento se estancarían gravemente.

El bloqueo alemán de las importaciones de gas desde Rusia aceleraría aún más y en todas las ramas de la producción y el comercio este proceso en marcha durante el último lustro. Entraríamos directamente en un escenario de bloques económico-militares con una economía orientada definitivamente y en todos sus aspectos hacia la guerra.