Acuerdo Mercosur - Unión Europea
La UE y Mercosur han firmado un acuerdo de asociación comercial que integra de facto -aun con unas pocas excepciones y algunos largos periodos de adaptación- a toda la Sudamérica atlántica en la división internacional del trabajo que persigue la Unión Europea. En lo que es realmente importante para el capital -la circulación de mercancías y capitales- Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay serán parte del área económica europea en el curso de la próxima década.
Los gobiernos se han apresurado a celebrar un acuerdo que aseguran elevará un 0,1% el PIB global de la UE, el 0,5% el de Argentina, un 1,5% el de Brasil, un 2,1% el de Uruguay, y hasta el 10% el de Paraguay. Pero la realidad es que el principal impacto, como ya apuntó Macri, será la transformación de las «cadenas de valor» y con ellas la de la geopolítica sudamericana.
Hace solo tres meses podíamos dar por muerto a Mercosur y, por supuesto, el interminable proceso de negociación con la UE. La razón principal: Bolsonaro. La orientación hacia EEUU a costa de China y Europa significaba un cambio de timón estratégico en la burguesía brasileña. Pero, como relatamos en su día, un giro tan profundo, brusco y contradictorio con la trayectoria histórica del capitalismo de estado brasileño, no podía sino abrir fracturas a lo largo de todo el edificio insitucional... y hasta en el propio gobierno. En su día apuntamos al ejército y al vicepresidente Mourao, como principal contrapeso. Las declaraciones en las últimas semanas de algunos de los pesos pesados de la diplomacia brasileña dejaron claro que no estaba solo: Itamaraty, la cancillería más poderosa y sólida de América, estaba «indignada» con Bolsonaro e ignoraba abiertamente al ministro Araujo. En mayo el gobierno brasileño daba un nuevo giro volviendo a sus posiciones históricas: navegar entre las potencias mayores sin casarse con ninguna. Este mismo mes Bolsonaro bendecía la vuelta a la vieja orientación imperialista: «Brasil no tiene lado en la guerra comercial entre China y EEUU».
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Cronología de los bandazos en la orientación imperialista de Brasil con Bolsonaro
- «Mercosur se convierte en un avispero», 18 de diciembre
- «Brasil, imperio delegado», 20 de marzo
- «Mercosur ha muerto», 22 de marzo
- «Las contradicciones del «bolsonarismo»», 19 de abril
- «Brasil cambia el juego», 31 de mayo
- «Peso-Real: ¿hacia el euro sudamericano?», 8 de junio
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Eso no quiere decir que no quepan más virajes. El acuerdo aun tiene que cerrarse en detalle y pasarán dos años más o menos antes de que todos los parlamentos lo hayan aprobado. Puede haber emoción todavía, pero de momento es un éxito histórico para Alemania... y para España. En parte por eso y en parte por el habitual narcisismo de Sánchez, la Moncloa ha corrido a atribuirse el «impulso final» y cargar las tintas sobre un Macron pintado por la prensa como un obstáculo de última hora. Al propio Macron le conviene aparecer como preocupado por los intereses de la pequeña burguesía rural francesa... aunque sabe bien que lo que importa de este acuerdo está en los servicios (financieros) y en la industria, especialmente en la automotriz. Alemania, Francia, España e Italia -los grandes ganadores de este acuerdo- no solo van a poder realizar cadenas integradas de producción con las fábricas y ensambladoras argentinas y brasileñas, van a compartir con China los principales yacimientos de sales de Litio del mundo -fundamental para el salto al coche eléctrico- y dar salida a una parte de su excedente industrial, creando de paso nuevas oportunidades de inversión.
Una gran jugada de consecuencias globales
Y si los resultados comerciales son importantísimos, el significado para la geopolítica y la estratégia imperialista lo es aun más. Lo principal es la transformación de la división internacional del trabajo que conlleva. Y con ella sus consecuencias en términos de alianzas. De confirmarse y desarrollarse el acuerdo, Brasil quedaría «atado en corto». Los sectores agroindustriales que son el principal sostén de Bolsonaro no bancarían nuevos giros hacia EEUU. Itamaraty puede estar tan contento como un Macri que se ha jugado todo para escapar de un Brasil que se afirmara en la región apoyándose en Chile. Alemania puede por fin ampliar sus bases industriales del Sur brasileño a Argentina y con Francia recuperar protagonismo en el sector energético regional. España, por su lado, recupera peso en el juego imperialista intra-europeo al revalorizarse su presencia en el continente empezando por Botín y el Santander y acabando con la pléyade de PYMEs que acompañaron a los «campeones nacionales». Incluso Italia ve nuevas perspectivas para su aislamiento histórico partiendo de las inversiones automotrices con las que ya cuenta en Argentina. Hasta la burocracia europea puede sacar pecho en el G20 como referente del multilateralismo y el «libre comercio» y Macron declarar «triunfo climático» dado que el tratado incluye una claúsula que compromete a Brasil con los acuerdos de París. Entre los triunfadores tampoco podemos olvidar a China, cada vez más imbricada en todo el espacio europeo y principal socio comercial ya de Mercosur, que gana indirectamente peso en y frente a Bruselas.
¿Quiénes son los perdedores?
- EEUU que ve contestada contundentemente su pretensión de reavivar la doctrina Monroe («América para los americanos», es decir, no injerencia de los imperialismos europeos en la hegemonía estadounidense sobre Iberoamérica).
- El eje del Pacífico y en especial Chile, que dejará de ser el nuevo socio regional preferencial de Brasil en un momento en el que la salida hacia Asia está debilitada por EEUU y su crecimiento, dependiente de las exportaciones, empieza a hacer aguas y empieza a vivir dopado.
¿Una reducción de las tensiones bélicas?
Lo que hoy no se ve es hasta qué punto el acuerdo y el nuevo mapa que dibuja, han sido posibles gracias a la oposición de los militares brasileños a protagonizar una invasión de Venezuela bajo mando o siquiera coordinación de EEUU. Sin ellos los métodos insurreccionales de la oposición y sus aliados en Florida y Washington se han demostrado impotentes. La tutela de EEUU sobre el continente nunca había sido puesta en cuestión de modo tan claro y efectivo.
La tendencia hacia la guerra que se abría de nuevo con la estrategia original de Bolsonaro de convertir a Brasil en un «imperio delegado» de EEUU, se ha debilitado. Pero eso no quiere decir que las tensiones imperialistas lo hayan hecho o vayan a hacerlo en la región. Bien al contrario: Mercosur ahora es un punto de encuentro, competencia y rivalidad entre los capitales europeos, chinos y estadounidenses. Los países del eje andino y pacífico, van a estar cada vez más tensionados también entre China y Europa por un lado y EEUU por otra, sin contar con el juego brasileño. Viene una época de inestabilidad y roces inter-imperialistas y solo los trabajadores podemos ponerle coto.