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Acuerdo Juncker-Trump ¿paz o tregua?

29/07/2018 | Actualidad

Nadie tenía muchas esperanzas en el resultado de la vista de Juncker a Trump. Juncker iba con las manos atadas por Alemania y el propio aparato de la UE, sin ningún margen real de negociación. Solo Merkel en su balance de fin de curso le «ponía ficha» al luxemburgués y sin embargo... para sorpresa de propios y extraños la rueda de prensa que siguió al encuentro presento un «pre-acuerdo»: un alivio temporal para el automotor alemán a cambio de facilidades para la entrada de la soja y gas norteamericanos en el mercado europeo.

No faltan dudas ni miedos, la experiencia de un pre-acuerdo similar con China, roto inmediatamente después de la cumbre con Corea del Norte, lleva a la desconfianza a más de un observador. Pero el capital alemán, todavía aterido por el último encontronazo con EEUU y temeroso de un ataque directo a la industria automotriz que parecía inminente, respiró y homenajeó al eurócrata como un general romano triunfante. Pero ¿por qué gas y soja? ¿Hacia dónde apunta ésto? ¿Es una tregua o una paz en la guerra comercial?

¿Qué significa este «pre-acuerdo»?

Las represalias chinas a la penúltima andanada arancelaria apuntaron a los productores de soja americanos desde el primer momento. EEUU implementó rápidamente una serie de subsidios para mitigar su coste político interno. Pero la aparición de un nuevo comprador como consecuencia directa de la política agresiva de Trump resulta un mentis aun mejor que los buenos datos de crecimiento para la base electoral republicana.

De paso, al imponer a la soja norteamericana en Europa, Trump pone un nuevo palo en la rueda del acuerdo UE-Mercosur con el que el patriciado agrario argentino esperaba poder cuando menos compensar las restricciones estadounidenses.

Tampoco se trata de una solución a la guerra comercial en automoción. De hecho, mientras negociaba con Juncker, Trump presionaba a López Obrador para un rápido desenlace de lo que había comenzado como renegoción del TLCAN («Tratado de Libre Comercio de América del Norte») y a estas alturas es ya un bilateral México-EEUU. El objetivo del nuevo acuerdo para EEUU no sería otro que restringir la entrada de coches alemanes fabricados en México, obligando a las casas europeas a producir y no solo ensamblar en territorio estadounidense.

Y finalmente el gas. Si la soja y las tecnologías digitales fueron los protagonistas de la primera etapa de la guerra comercial, parece que la energía va a serlo en la segunda. Trump quiere competir con el NordStream II desde fuera e introducir a las petroleras americanas en el capital que explota los recursos naturales rusos. Al abrir Europa al gas americano, comienza el juego de verdad con Rusia.

¿Paz, tregua o receso?

El pre-acuerdo alcanzado por Juncker y Trump no es un mero juego oportunista como fue su predecesor, de breve vida, entre EEUU y China. Es en realidad un paso adelante en la estrategia de Trump en todos los frentes. Al centrar los ataques en la automoción alemana, Trump ha puesto el dedo en la llaga de la diferencia estratégica de intereses de la industria alemana con los capitales franceses e italianos. Ha conseguido así una posición de fuerza que ha doblado la resistencia europea en un momento en que la burguesía alemana no consigue superar su parálisis política y se siente amenazada en todos los frentes. Como premio se lleva algo más que un nuevo empujón a la balanza comercial: consigue hacer de Europa un comodín que le resuelve problemas internos, le abre la puerta del negocio energético y acepta frenar su propia expansión sudamericana.