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¿Acabarán estas elecciones con el colapso del aparato político del 78?

08/04/2019 | España

Acaba la primera fase de la que se apunta ya como la campaña electoral más larga desde 1979: desde el 15 de febrero al 26 de mayo. Un esfuerzo de movilización de masas... que, al parecer, no acaba de darles fruto. «El País» daba la alarma ayer: los «aliados europeos» temen que la burguesía española quede, una vez más estancada tras estas elecciones. Pero, ¿es verdad o solo un reclamo más a la movilización electoral? ¿Teme tanto la burguesía española no salir del estancamiento? Y lo que es más importante ¿estancamiento para hacer qué?

La hoja de ruta de la burguesía española

[info]

  1. Renovar el aparato político para volver a tener «gobernabilidad», es decir, mayorías absolutas con las que poder...
  2. ...Reformar la estructura territorial o al menos, la ley electoral, para evitar que los movimientos centrífugos de una pequeña burguesía agobiada por la crisis y los impuestos condenen al estado a la impotencia política; y así...
  3. ...Encarar una nueva oleada de medidas ‎ precarizadoras‎ que den oxígeno a un capital nacional que no hace sino devaluarse con cada golpe de la guerra comercial y reducir sus expectativas de crecimiento; un movimiento en el que sería central para ellos...
  4. ...Desarbolar el sistema de pensiones para que pase de ser un gasto estatal creciente a un campo de acumulación para el sector financiero.

[/info]

La cuestión de fondo es que la única forma de reanimar un capital nacional ahogado es atacar de forma efectiva nuestras condiciones de trabajo, vida y jubilación, pero para éso, la burguesía española necesita renovar su aparato político, terriblemente desgastado ya. Y necesitaba hacerlo además con cierta urgencia por dos causas: en primer lugar porque la evolución de los datos económicos globales mete cada vez más prisa. En segundo lugar porque sus batallas internas, azuzadas por la crisis política, amenazaban con fracturar el corazón mismo del estado.

La opción Sánchez

En ese marco, la «opción de Sánchez», no parecía aportar gran cosa. Al revés. Evidenciaba la dependencia del independentismo hasta un punto insoportable. Su primer juego, cabalgar la fractura entre la clase dominante y la pequeña burguesía en rebelión, no fue muy fructífero. Sánchez mantuvo entonces el tipo con un «gobierno demo» que trataba de actualizar los métodos socialdemócratas de exacción extraordinaria de plusvalía, intentando hacerse acreedor de la confianza de la clase dirigente y ganar una fuerza propia de la que carecía su partido.

¿El «triunfo» de Sánchez podría dar paz a la burguesía española?

Pero si bien parecía que el aparato político seguiría haciendo aguas, el núcleo del estado se ha cohesionado y reforzado con el «juicio al procés». La burguesía, disfruta de un tiempo extra antes de la nueva recesión, limpia balances, prepara estrategias en el exterior para compensar resultados y... se toma con calma el show electoral. A diferencia de Portugal donde la precampaña está siendo una sucesión de escándalos, en España parece haber una verdadera tregua electoral. Lo que es más, casi el 79% de los votantes del PSOE en 2016 repetirá papeleta, el índice de fidelidad del resto de grandes formaciones no llega ni al 49%. Sánchez habría «marcado su punto» en la renovación del aparato político de la burguesía española, sus meses de gobierno habrían, según dicen las encuestas, relegitimado los métodos socialdemócratas de ataque a las condiciones de vida de los trabajadores.

Es más, si al principio de la campaña todo apuntaba a un nuevo parlamento dependiente del independentismo ahora los analistas empiezan a cantar victoria.

La composición del Congreso que arroja esta quinta ola abre un escenario que hasta ahora no emergía. Socialistas (136), Unidas Podemos (32), PNV (6) y Compromís (3) suman 177 diputados. Uno más, por tanto, que la mayoría absoluta. Eso supone que Sánchez no necesitaría ni la abstención ni el apoyo de ERC y JxCAT. En esta ecuación, los independentistas serían irrelevantes.

Pero un momento... ¿El PNV no era parte del «bloque independentista»? ¿Y quedará de «hacedor de reyes»? Si esa vía se confirma significaría que para transformar la estructura territorial del poder político y, a fin de cuentas, centralizarla, la burguesía española aceptaría «dejar fuera» a las pequeñas burguesías locales de Navarra y Euskadi. Quedarían no solo -como es ya gracias al mecanismo del «cupo»- libres de aportar al sostenimiento del grueso del aparato estado, sino que, muy probablemente avanzarían -como recuerda día sí y día también Ortuzar- hacia la ruptura de la caja de la Seguridad Social, el sistema peninteciario... y el control de los puertos. Resumiendo: Euskadi sería el gambito, el sacrificio necesario para que Sánchez pudiera poner en marcha la hoja de ruta de la burguesía española. Es posible, hay ya rumores por Bilbao, que una cosa y otra se unan en algún momento, haciendo que el paso del sistema solidario al de capitalización, del fondo único a las gestoras privadas que recogen cotizaciones obligatorias y solo pagan pensiones en función de las rentas generadas por el fondo, se tradujera en Euskadi en una única gestora propiedad del gobierno regional. Todos contentos. Pero ¿aceptaría la burguesía de estado española la pérdida de control sobre una parte del capital nacional? Las «salidas» de Sánchez parecen tener la virtud de azuzar las contradicciones a las que pretende dar respuesta.

Si la burguesía española da por buena la salida Sánchez, el colapso del aparato político parece que seguirá su curso. Creen que pueden permitírselo, como decíamos al principio de esta campaña

Sienten que, en ausencia de movimientos de masas de los trabajadores, no tienen frente a sí a ningún rival lo suficientemente solvente y que en cualquier caso, cuando la crisis llegue podrán apelar con éxito al sacrificio de pensiones, salarios y condiciones de vida y trabajo.

Es esa fiesta, ya en marcha, y no el espectáculo electoral, la que tenemos que aguarles.