¿Acaba de estallar una guerra entre India y Pakistán?
Los dos últimos años han sido de escaramuzas constantes en Cachemira: ataques paramilitares, movilizaciones de masas para la guerra. Un ritual de muerte permanente que ahora, tras un brutal atentado, ha escalado en bombardeos aéreos y ataques de represalia entre las dos potencias nucleares. ¿De dónde viene todo ésto? ¿Qué fuerzas se mueven tras lo que la prensa anglosajona llama, el «gran juego de Asia»?
La independencia del Indostán del imperio británico en 1947, acabó de propiciar la ruptura entre la burguesía hindú y la musulmana, que paulatinamente había ido agrupándose en torno a los partidarios de convertir la división religiosa en división territorial. El resultado fue la «partición» un sangriento y violento proceso en el que masas de campesinos y trabajadores musulmanes de toda India se vieron obligados a migrar a los actuales Pakistán y Bangladesh, que se convertirían casi inmediatamente en partes del mismo -e inviable- estado musulmán. El sistema ideado por los británicos para dividir los viejos principados y provincias dio la excusa para la eclosión abierta de una guerra entre las dos burguesías indostanís que estrenaban estatalidad: la primera guerra indo-pakistaní, reeditada en 1965 y 1971. Desde finales de los ochenta, la guerra tomará la forma de enfrentamientos a través de fuerzas paramilitares títere entre los dos países, roces fronterizos y atentados terroristas de distinta gravedad.
Una llaga abierta durante tanto tiempo no podía quedar al margen del conflicto imperialista global ni un momento. En 1962 el ejército chino invade Cachemira, derrota a las tropas indias y solo para su avance cuando tiene a su alcance conquistar todo el estado de Assam. Nehru pide entonces ayuda a EEUU en un momento en que estos acaban de salir de la crisis de los misiles. Rusia, que ha perdido su influencia sobre China, se posiciona abiertamente a favor de India, dándole asistencia a la burguesía local en un viejo sueño: construir su propio arsenal nuclear. Algo que se hará realidad ya en los setenta. EEUU y China por su parte construirán una «relación preferencial» con Pakistán. Lo que, a partir de 1979 -guerra contra el ejército ruso en Afganistán- le proveerá de fondos -especialmente desde los países árabes- para levantar su propio programa nuclear, culminado con éxito en 1998.
Resumiendo: en pocos lugares del mundo es tan evidente cómo:
- La «liberación nacional» en el siglo XX no permite un desarrollo independiente del capital nacional: tanto India como Pakistán son ejemplos de monopolismo y capitalismo de estado, militarismo y continuas tendencias expansionistas contra los estados vecinos... en un marco de explotación y pauperización descarnada de la clase trabajadora.
- La guerra imperialista es la proyección inter-estatal de las peleas entre facciones de la burguesía.
- La nación y el nacionalismo son cárceles que llevan a los trabajadores y las clases subalternas, una y otra vez al matadero mientras les embaucan con nuevas andanadas de «sacrificios».
- Las alianzas imperialistas bailan y cambian no por «motivos ideológicos» ni «derechos nacionales», sino en función de los intereses contantes y sonantes de los distintos capitales nacionales, todos ellos imperialistas por las condiciones a las que les somete el mercado mundial, desde los poderosos China y EEUU al miserable Bangladesh. No hay causa, ideología ni idealismo para el capital que vaya más allá de la acumulación de ganancias.
¿Un nuevo episodio o el comienzo de algo peor?
La crisis capitalista global ha sido inmisericorde en India. Sobre todo con los trabajadores y el campesinado pobre. De momento el aparato sindical controla relativamente la respuesta obrera. Pero la rebelión de la pequeña burguesía urbana por un lado y la rural por otro, representa, como en todo el mundo, un peligro inmediato para el estado y la burguesía india. Buena parte de esa pequeña burguesía urbana es musulmana, así que el reflejo inmediato de Modi y en general del nacionalismo religioso ha sido cargar las tintas contra el 30% de población musulmana en general al punto de propiciar una limpieza étnica en toda regla en Assam en medio de un ambiente propiciado desde el gobierno de histeria islamófoba y discriminación religiosa y étnica institucional. Y ni que decir tiene que la explosiva mezcla de nacionalismo e «identidad», orientado abiertamente a la guerra, sirve también para llamar a nuevos sacrificios patrióticos a los trabajadores.
En paralelo Modi ha reforzado el militarismo a máximos históricos, puesto en marcha la maquinaria de propaganda bélica y reconstruido las relaciones con China, esbozando incluso una alianza militar aun a costa de aceptar el coste de marcar distancias con EEUU y su intento de formar una OTAN regional.
La burguesía pakistaní por su parte ha entrado en la «era Trump» remozando su aparato político en un intento cada vez más difícil de mantener un equilibrio entre China y unos EEUU que ya no creen necesitarla, haciéndose valer al mismo tiempo entre Irán y Arabia Saudí. El resultado ha sido una sustitución progresiva y a veces muy tensa, del protagonismo del capital chino y norteamericano por el saudí: un crédito-ayuda de 6000 millones de dólares y los últimos 20.000 millones en acuerdos comerciales y financieros convierten a la Arabia de Salman en el nuevo patrón de referencia para la burguesía pakistaní.
¿Hacia una nueva guerra?
El brutal atentado de hace dos semanas en Cachemira es pues gasolina sobre unas brasas bien aventadas por ambas burguesías. Estaba claro que Modi no iba a conformarse con afear al príncipe Salman de Arabia su patrocionio del terrorismo cachemir. El ataque aéreo de ayer, el primero desde 1971, y la nueva serie de escaramuzas en la frontera eran consideradas ya poco menos que inevitables por las propias fuerzas pakistaníes que, a pesar de «reconocer el derecho» de India de atacar las bases terroristas que ampara, advirtieron que realizarían, como así ha sido hace unas horas, una represalia por los mismos medios.
Hoy, la prensa india saluda el día con titulares tan edificantes como «Revenge!» («venganza») y los estudios de televisión intentan crear, 24hh al día un verdadero clima de guerra tras casi dos semanas de machaque nacionalista a costa del atentado.
¿Es ésto la guerra?
India y Pakistán han preparado el terreno para la guerra y toda la maquinaria bélica y propagandística está en marcha. Sin embargo, no parece que el encuadramiento para la guerra, aunque pueda parar temporalmente los conflictos sociales dentro de cada país, sea ni mucho menos suficiente como para embarcar a ambos países en un conflicto de masas. En India al menos, las conversaciones hoy en las fábricas y entre los jóvenes, distaban del entusiasmo bélico y desde luego no había colas de reclutamiento en las oficinas del ejército de ninguno de los dos países. Eso no quiere decir que las tendencias criminales de las burguesías de ambos lados no puedan convertir estas acciones militares de hoy en una guerra «de verdad»... incluso en cuestión de horas. Solo significa que de hacerlo, se arriesgarían, especialmente India, a que la guerra, a poco que la movilización general durara al punto de hacerse sentir como lo que es -el resultado de un agravamiento de la crisis- se tradujera en una respuesta de los trabajadores que no pudieran controlar.