A Sánchez le ven el órdago
Sánchez intenta jugar su mano electoral del mismo modo en que planteó la moción de censura que le llevó a la Presidencia... pero le ven los faroles. De trágala a «juego de la gallina». La burguesía corporativa deja pasar, el aparato político cruje y el estado profundo gruñe.
Sánchez jugó ayer con Iglesias a la subasta inversa: más me reprochas para reforzar lo que exiges, menos te ofrezco. Si al principio se notaba la frustración de una negociación tardía que esperaba trágala al final se olía ya el aliento de una nueva convocatoria electoral. Sánchez tiene poca resistencia a la frustración y no sabe ocultarla cuando los demás no hacen lo que él cree que su estrategia les debería llevar a hacer. Es el perfil del tipo que liga en la plaza del pueblo poniéndose cada vez más faltoso. Enfrente un Podemos con las «convergencias» bien alineadas y un ansia inaplazable de cargo ministerial. Inaplazable porque el adelanto electoral podría desmantelarle lo que queda de una estructura que a base de «converger» se ha disgregado en una confederación de pequeñas burguesías autónomas. La aparición electoral, tras el plante de Andalucía, de Madrid (Errejón y Carmena) podrían significar el «tocado y hundido» para el «núcleo irradiador». Resultado: el remedo parlamentario e impúdico del «juego de la gallina» en «Rebelde sin causa».
Pero lo intersante no estaba ni en el hemiciclo ni en los pasillos. El elefante en la habitación del gobierno y de la burguesía española se llama revuelta catalana y desde la perspectiva innombrable se juzgaba tanto los éxitos «domesticadores» del eventual pacto con Podemos como el proyecto de gobierno entero. El editorial de «El País» recordaba que el objetivo debería ser que:
no coincidieran en el tiempo la reedición de la campaña electoral, la sentencia del Tribunal Supremo contra los dirigentes independentistas catalanes y la fecha en la que está prevista la materialización de un Brexit sin acuerdo.
El sr Zarzalejos, oráculo del «estado profundo», publicaba ayer mismo en «El Confidencial»
El presidente en funciones, con unos razonamientos lógicos pero también instrumentales, empleó la «política de Estado» que requiere Cataluña para irse distanciando progresivamente –cada vez más a medida que transcurrían los respectivos toma y daca- de un Ejecutivo en coalición con la formación morada. [...] La política española comienza a tocar el hueso del sistema. Se acumulan las malas prácticas de los dirigentes en el manejo de las reglas del juego y se ha llegado al descaro de mutar el sentido que el constituyente atribuyó al debate de investidura
El núcleo del estado no se siente con tanto margen como la burguesía corporativa, que daría sin problemas a Sánchez unas nuevas elecciones con tal de ganar «estabilidad». Desde la maquinaria estatal las urgencias están claras: el Brexit como disparo de salida de una crisis económica en Europa que puede tornarse señal para un nuevo episodio de revuelta pequeñoburguesa en todo el continente y en especial en la que les toca: Cataluña.
Y así, queriendo coaccionar a Podemos y bajarle los humos a los «muchachos», Sánchez ha acabado irritando a la bestia que pretende cabalgar. Tiene de aquí al jueves para un nuevo truco de prestidigitación. La cuestión para él -y para Redondo- es si uno puede mantenerse a lomos de un tigre indefinidamente y solo a base de trucos.