¿A quién sirve la convocatoria del 3 de octubre?
El independentismo -la pequeña burguesía catalana- mantiene la convocatoria del referendum de autodeterminación el próximo domingo 1 de octubre. Los medios se han convertido en estos días en un desagradable espectáculo chovinista, intentando levantar los ánimos patrióticos a ambas orillas del Ebro. El transporte de fuerzas represivas a Barcelona ha tomado dimensiones de una verdadera invasión. Y mientras tanto, dos sindicatos -COS y CGT- convocaron una huelga general para el día 3.
Hasta ahora los trabajadores han estado ausentes del procés y sus movilizaciones. También de las de la afirmación españolista. Y eso ha sido lo más positivo que podía pasar en ese marco, aunque el mérito no es solo de los trabajadores. El contrato social del pujolismo otorgaba a la pequeña burguesía un «relato de país» en el que la invisibilización de un proletariado en su inmensa mayoría hispanoparlante, les permitía una ilusoria autoimagen de «privilegio» y «autenticidad», que tenía su reverso en una culpabilización y opresión cultural plomiza para la gran masa de trabajadores. Bastaba ver el público de la diada o leer lo que decía la izquierda independentista y, sobre todo, los presupuestos autonómicos que aprobaba, para darse cuenta de que no había el más mínimo interés en fingir un alineamiento de intereses entre los trabajadores y el procés. Así que no es de extrañar si hasta ahora, para una gran mayoría de los trabajadores en Cataluña, el procés era «cosa de ellos». Y del mismo modo a la inmensa mayoría de los trabajadores del resto de España, la «defensa de la nación española» en la persona del gobierno le resultaba ajena. De fondo, bajo la aparente pasividad, la idea implícita, todavía borrosa pero presente, de que no había ni hay, que elegir bando, que el enemigo estaba, está y estará en el propio país, sea cual sea este y tenga la forma jurídica que tenga.
Al otro lado del Ebro, buena parte de la izquierda nos invita a «reconocer» que la lucha de clases «no da para más» y empujar a los trabajadores en Cataluña a los brazos de «su» pequeña burguesía nacionalista. Todo, en nombre del «bien mayor» de «la erosión del régimen del 78». Pero colocarse bajo las banderas de la pequeña burguesía, en Barcelona, Madrid, Coruña o Sevilla, no es más que el paso previo a aceptar más explotación, más recortes y más opresión.
Pero lo difícil siempre, y hay razones para ello, es levantar la bandera de la independencia de clase. Esa siempre da pereza, siempre es más fácil sumarse a los encuadramientos-trampa que nos proponen una y otra vez en batallas ajenas. La burguesía a ambos lados del Ebro siempre ha tenido sus disputas, pero a la hora de reprimir y explotar, de jalear dictaduras y recortar condiciones de vida ha sabido siempre unirse contra nosotros.
Todos sabemos que este juego que se traen las burguesías españolas de Madrid y Cataluña tiene mucho de simulacro. En semanas o meses pactarán entre ellos a costa de todos, incluida esa pequeña burguesía patéticamente patriota de ambos lados que agita las banderas nacionales con pasión.
De momento, ambas partes están intentando movilizar a «sus» trabajadores para su causa. La talla moral del nacionalismo, de todo nacionalismo, se hace evidente: ni unos ni otros dudan en agitar agravios, prejuicios chovinistas y racistadas de todo tipo. No les importa fracturar, dividir, aventar los odios más oscuros. Para eso, se dividen el trabajo felices. El objetivo es dividir a los trabajadores, esterilizar todo atisbo de independencia.
Ese es el marco y el significado de convocar una huelga exclusivamente en Cataluña el día 3.
Perjeñada por la CUP e instada desde la Generalitat, su objetivo principal es mostrar a los trabajadores cerrando filas con el gobierno de la Generalitat en su enfrentamiento con el gobierno de España. Si lo consiguieran sería un «win win» para ambos bandos burgueses. Habrían dividido a la clase en dos.