¿A qué juega el independentismo?
Finalmente la CUP se abstuvo y hoy, con su abstención, fue elegido Quim Torra Presidente de la Generalitat. ¿Un día más en el país de la marmota? La noticia no es que el nuevo Presidente sea más o menos racista ni que la CUP, con solo cuatro diputados, sea aparentemente decisiva. La noticia es que el estancamiento de la situación no es el mero resultado involuntario de la impotencia de la pequeña burguesía independentista catalana, sino que ha sido abrazada como si fuera una estrategia consciente. El rol de la CUP ha sido reconocer que era la única posible, es decir, presentar su impotencia histórica como virtud «resistente». El debate en sus filas ha tomado formas de verdadera lucha de clases. Por un lado la pequeña burguesía agraria de las comarcas rurales, representada por «Poble Lliure», defendía mantener la abstención y facilitar así la investidura del Torra. Por otro, la pequeña burguesía urbana, fundamentalmente barcelonina, representada por «Endavant» defendía votar «no» y romper la baraja de la actual correlación de fuerzas. Pero, ¿qué significaban las alternativas?
La posición de «Endavant», el «no» de Anna Gabriel y el corazón del independentismo barcelonés pretendía pasar la estrategia a la calle, aumentar el nivel de confrontación apostando por llevar los sindicatos al bloque independentista, es decir, jugarse el todo por el todo a la capacidad de encuadramiento de la burocracia sindical presionándola desde los sindicatos independientes y los CDR. Tienen bien claro que el fracaso de la «huelga nacional» del 3 de octubre fue la medida de la impotencia histórica del independentismo. Mientras sean incapaces de arrastrar a los trabajadores a un conflicto «nacional», mientras sean incapaces de dividir al proletariado, toda declaración de independencia unilateral quedará en nada. Necesitan una «amenaza creíble» frente a las intervenciones del gobierno con nuevas invocaciones al 155 y los jueces. El camino de Gabriel, «Endavant» y demás pasaba por «arreglar» este problema de base. Es decir, por generar las condiciones de posibilidad una guerra que se presentaría como «nacional» pero devendría inevitablemente imperialista.
La opción triunfadora, la defendida por los miembros del gobierno del 1 de octubre en prisión y finalmente abrazada por Puigdemont, es mantener la situación actual con Torra como nuevo President. No renuncian a ganar encuadramiento, pero no quieren jugárselo todo a una carta tan incierta. De hecho, las encuestas les muestran que a corto y en la local, quien se erosiona es el «bloque constitucionalista». Pero sobre todo saben que el horizonte está marcado por un nuevo y violento repunte de la crisis económica, el propio gobierno ya ha reducido 7 puntos básicos la previsión de crecimiento. Apuestan por tanto a que una aceleración de la crisis, precipite la descomposición del estado y el aparato político de la burguesía española. Si, como parece, el independentismo es capaz de crecer o al menos, mantener sus fuerzas en una situación así, la famosa «negociación» con el estado español se impondría.
Por supuesto, la burguesía española no está quieta tampoco. Su apuesta por la renovación del aparato político es cada vez más fuerte y su objetivo sigue siendo remozar el régimen territorial del estado de manera permanente para poder enfrentar las «cuestiones principales» -privatización de pensiones, estandarización de la precarización laboral, etc.- fortalecida. Sin embargo, ahora más que nunca, el tiempo juega en su contra. La propia crisis catalana la ha convertido en excéntrica dentro del eje franco-aleman en un momento crítico y el desarrollo de la guerra comercial ya se está cobrando lo que hasta ahora había sido el «pilar» de su autonomía respecto a las grandes potencias europeas: Argentina apunta una caída en barrena, Brasil es cuestión de tiempo... Un nuevo acelerón de la crisis, motivado por cualquier «accidente» de la guerra comercial global o por alguna medida unilateral de EEUU puede hacer imposible la posición de la burguesía española.
Visto lo visto, para la burguesía española librarse del peso muerto del PP de Rajoy se ha convertido en una prioridad. La prometida «reinvención de la izquierda» tendrá que esperar o hacerse sobre la marcha. Toda la maquinaria propagandística y mediática está en marcha desde hace semanas. Y el resultado parece ser satisfactorio: las encuestas hablan ya de un «doble sorpasso» con «Ciudadanos» como fuerza hegemónica y Podemos como principal partido de oposición. El horizonte por el momento sigue estando en las municipales y autonómicas de mayo de 2019. Pero, cuando ya sienten el aliento de una nueva crisis en la nuca, ¿podrán esperar tanto?