50 años despues, ésa sigue sin ser nuestra Luna
Los «especiales» del 50ª aniversario del Apolo XI están en todos los medios. No hay semana en la que un político estadounidense no fantasee con Marte y en la que no aparezca una «noticia espacial positiva»... por delirante que sea. ¿No es increíble la capacidad para destinar recursos y generar progreso del capitalismo de entonces? ¿No sería hoy una forma de recuperar el pulso de la sociedad y la economía?
Bajo la alharaca de la nueva carrera espacial publico-privada hay poca chicha en inversiones. Nos cuentan las «maravillas» que «debemos» a la carrera espacial del siglo pasado, pero cuando no están cogidas por los pelos o son adaptaciones de tecnologías ya existentes antes... son parte de desarrollos militares que no se «civilizaron» hasta un cuarto de siglo después. Por eso no hacen cola por ir al espacio todos esos gigantescos capitales que buscan desesperadamente colocación y la estación espacial internacional acabará, sencillamente, destruyéndose, aunque hasta Francia anuncie nuevos despliegues armamentísticos espaciales. Al final, en el espacio el único cliente es... el gasto militar. Ni hace cincuenta años ni ahora había otra «nueva frontera» que no fuera la guerra.
Ahora como hace más de medio siglo
Nuestra particular conmemoración solo podía ser recuperar textos sobre la carrera espacial publicados por nuestra tendencia en aquellos años. No hay sopresas: No tragaban ni con el burdo disfraz espacial del militarismo ni con la reivindicación de todo aquello como progreso.
Sí, sin lugar a dudas la técnica rusa progresa, como progresa paralelamente la técnica americana. Igual que un cáncer en un organismo predispuesto. Es en este sentido en que nos hemos propuesto aclarar y denunciar aquí la ambigüedad y la mendacidad de este progreso. El progreso no puede concebirse, en efecto, sino como promoción del hombre integral en el seno de una sociedad en que la producción y los medios técnicos que favorecen su crecimiento se encuentren incondicionalmente al servicio del hombre, fomentando su liberación y su perfeccionamiento como ser individual y como ser social. Queremos decir, en una palabra, que toda forma de progreso es falsa y torcida si no va encaminada, ante todo, a hacer servir todas las fuerzas de producción al mejoramiento material y espiritual de los propios productores.[...]
La competencia actual en el plano espacial entre Rusia y Estados Unidos persigue así un doble objetivo: hacerse mas fuerte que el adversario en el aspecto militar (cuando se habla de la luna hay que pensar cohetes y misiles cuyas misiones no tendrán, llegado el momento, nada de extra-terrestre), por una parte, y, por otra, embotar y embrutecer a los pueblos con un nuevo deporte, por si el fútbol y el automovilismo resultaran insuficientes... Y esta competencia nacionalista, bajo cualquier aspecto que se considere, es de mala ley y no constituye un progreso sino un obstáculo.
A. Troves. «Conquista del espacio, sojuzgamiento de los pueblos», 1962
No, ni la ciencia, desvinculada de las relaciones sociales para las que trabaja, en en sí liberadora, ni la luna a la que aspiramos, que nos pedimos, por la que luchamos, es ese yermo satélite brevemente ocupado por el militarismo...
En sus manos, los más prometedores adelantos científicos se resuelven contra el hombre de hoy y son una agresión al porvenir de la cultura. No tocan la luna sino para esclavizar mejor a los pueblos.
Junto a estos últimos, los revolucionarios seguimos pidiendo la luna. De vida en muerte y de muerte en vida no cejaremos hasta obtenerla. Los reaccionarios rusos o americanos no la alcanzarán jamás, porque esa luna, la del Hombre, presupone la supresión de los ejércitos y de las policías, de las naciones y de las clases, y ha de empezar por la sublevación de los pueblos contra sus respectivos gobiernos hacedores de cohetes y bombas. Nuestra luna es la revolución y el socialismo mundiales. Una vez puesta la ciencia y todas las actividades culturales al servicio de las necesidades y al alcance de todos los humanos, el hombre se descubrirá a sí mismo y fuera de sí podrá explorar las más lejanas galaxias. Entretanto, es preciso denunciar sin cansancio el tremendo peligro que representa la ciencia en manos de Moscú y Washington.
G. Munis. «Esa no es nuestra luna», 1960